(Aica) «Los síntomas más hondos de la crisis del matrimonio cristiano y la familia hay que buscarlos en el debilitamiento de la vida de fe (...). Esa fragilidad sobreviene con una pérdida gradual de la visión cristiana de la vida, en este caso de la vida conyugal y familiar, causada por múltiples factores, entre los cuales debemos colocar una cierta inconsistencia en la formación cristiana y, en consecuencia, una escasa práctica de la vida de fe», señaló durante el Encuentro Regional de la Pastoral Familiar del Nordeste Argentino (NEA).
Mons. Stanovnik indicó que este debilitamiento de la vida de fe también está trayendo consecuencias en la vida sacerdotal y consagrada. «Cuando ésta disminuye, la vida en lugar de expandirse se repliega sobre sí misma y, como consecuencia, padece también el entusiasmo por la misión, que siempre supone salir al encuentro, dejar la propia orilla, y ‘navegar mar adentro’. La fe solo crece y se fortalece creyendo, es decir, llevándola a la práctica», indicó.
En su exposición «Estilo pastoral en el Año de la Fe», el Arzobispo de Corrientes aseguró que «reavivar la fe significa devolverle una nueva vitalidad. Puesto que la fe es ante todo don y no producto de estrategias pastorales, es necesario suplicarlo. Tanto el Papa Benedicto XVI como el Papa Francisco, coinciden en la importancia primordial de la oración y la adoración».
«Si observamos el coro de las virtudes, no sólo las ‘grandes’ virtudes –las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las cardinales (prudencia, fortaleza, justicia, templanza)– sino también la multitud de las ‘pequeñas’ virtudes de la vida cotidiana (orden, puntualidad, laboriosidad, atención al otro, disponibilidad a la escucha, sinceridad, gratitud, reconocimiento, etc.), vemos que las bases humanas de tales virtudes residen en el ‘humus’ de una vida familiar en la que cada uno se orienta al otro en ‘un cierto modo’, el que llamamos precisamente ‘familiar’, caracterizado por el don recíproco», subrayó.
Por ello, exhortó a los fieles «a encarar una Pastoral Familiar que acompañe a las familias y las ayude a ser ‘lugar afectivo’ y cultural en el que se generan, se transmiten y recrean los valores comunitarios y cristianos más sólidos y se aprende a amar y a ser amado».