(Luis Santamaría/InfoCatólica) Ayer por la tarde se ha clausurado en Zamora la XX Semana de la Familia, celebrada en el Colegio Universitario de la capital. Organizada por la Delegación Diocesana para la Familia y Defensa de la Vida y con el patrocinio de la Fundación Científica Caja Rural, ha contado, en su última jornada, con la ponencia «Género, persona y familia», a cargo de María Lacalle Noriega.
Lacalle, doctora en Derecho, máster en Teología y licenciada en Ciencias Religiosas, es profesora de Derecho Civil en la Universidad Francisco de Vitoria, directora de la Cátedra de Biojurídica y Bioética y del Centro de Estudios para la Familia del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales. Además, es directora de la Fundación Carmen de Noriega y miembro correspondiente de la Real Academia Española de Jurisprudencia y Legislación. Sus publicaciones se centran principalmente en cuestiones relacionadas con la familia y con la enseñanza del Derecho.
La ponente fue presentada por el doctor Juan Emilio Antón, jefe del Servicio Territorial de Sanidad de Zamora, que señaló que la profesora «hoy viene a ayudarnos en nuestra búsqueda de la verdad», y enmarcó el tema de la conferencia. Además de decir que tiene seis hijos, de lo que ella dijo sentirse más orgullosa.
Historia de la ideología de género
La ponente se propuso como objetivo de su intervención explicar «cómo afecta la ideología de género a la familia y a la persona». Comenzó explicando los términos utilizados, con la distinción entre género y sexo a partir de los años 60, empleada para referirse a la transexualidad, o personas que se identificaban con un género diferente a su sexo biológico. Y asumida por el feminismo «para lograr la igualdad entre hombre y mujer, pero al final se terminó utilizando el género para los roles sociales, y el sexo referido sólo a lo biológico».
Desde la Conferencia Mundial de Pekín «esta diferencia se ha ido imponiendo, también en los ámbitos jurídicos de los países, haciéndose casi obligada. Hoy vemos esta filosofía inundando los medios de comunicación y los planes educativos». La ponente también explicó que estrictamente, la ideología de género «surge en el seno del feminismo radical, en la segunda mitad del siglo XX, tras el feminismo de la primera ola, que luchaba por la igualdad jurídica, la igualdad de derechos».
En torno a los años 60 surgió el feminismo de la segunda ola, «el radical, puesto que buscaban la igualdad total, la supresión de las diferencias. Se dice que la persona se autoconstruye desde la libertad total, sin ningún condicionamiento». Asumieron las ideas de Marx y Engels pero «cambiando la lucha de clases por la lucha de sexos». También tuvo mucha influencia el Informe Kinsey, que puso todos los comportamientos sexuales en el mismo nivel. Y la revolución sexual, la difusión de los anticonceptivos y la distinción entre sexo, amor y matrimonio. Además de la tesis del doctor Money, que decía que el sexo es algo biológico sin importancia, y que la personalidad se construye libremente.
Y desde los años 90, explicó Lacalle, «ha surgido un feminismo de la tercera ola, que considera que tanto el género como el sexo son construidos, ya que el significado que le damos al sexo es ya una imposición de la sociedad. Ha llegado al punto de negar que exista el concepto o categoría de mujer, porque cada uno se construye libremente como quiera». Se defiende aquí la teoría «queer», lo raro, porque hay que huir de lo establecido. O el «cyborg», el híbrido entre hombre y máquina, y desde ahí el transhumanismo, que busca la inmortalidad a través del progreso tecnológico.
Por eso ahora se defiende que «hay que liberar a la mujer de la mayor fuente de opresión, que es la maternidad. Esto, que es una maravilla, para las feministas de género es una fuente de opresión, y por esta causa los hombres han oprimido a la mujer a través de la historia. La mujer tendrá que liberarse de la maternidad para poder ser libre de verdad. Por eso se quieren crear incluso úteros artificiales, para que haya una igualdad total de hombres y mujeres».
Postulados básicos
El primer pilar sobre el que se asienta esta ideología es, según la ponente, «la concepción de la historia como una lucha permanente entre hombre y mujer, enemigos irreconciliables, porque los hombres siempre han sometido a las mujeres».
El segundo postulado es «la propuesta de una nueva antropología, que no es sólo una cuestión de palabras, sino que se quieren eliminar las diferencias de género y liberar a la mujer del peso de la maternidad. La primera institución que diferencia a los sexos es la familia, y ahí se asume de forma natural. Por eso, lo primero que hay que hacer es deconstruir la familia y la sociedad entera para dar cabida a esa nueva concepción antropológica sin identidad sexual».
Ya hace tiempo se hablaba de cinco géneros, afirmó María Lacalle, que añadió a continuación: «la Sociedad Australiana de Derechos Humanos ha publicado recientemente un documento donde se reconoce la existencia de 23 géneros». Y entonces se preguntó: «¿Cuál es el concepto de persona que subyace en esta cosmovisión?», y contestó con algunos rasgos fundamentales.
El primero de ellos es el dualismo: «se considera que el cuerpo es una herramienta que utilizo a capricho, y que no tiene más significado. Por eso podemos modificarlo como queramos y darle el significado que queramos. La dimensión biológica no importa, y la dimensión espiritual se niega». Entonces, ¿qué somos? Para esta ideología «somos pura libertad, somos un yo completamente libre que se va autoconstruyendo en cada momento. El yo psicológico es pura libertad, voluntarismo».
Otro rasgo que analizó la ponente es «un puro individualismo: las relaciones no importan, porque nos limitan. Entonces, el sujeto desaparece, la persona desaparece. Se da una disolución del sujeto, lo que obviamente tiene consecuencias». Las primeras, las consecuencias en la propia identidad: «no puedo responder a la pregunta ¿quién soy? prescindiendo de mi condición sexual, porque somos una unidad, y la sexualidad impregna todos los aspectos de nuestra vida».
Desaparición de matrimonio y familia
Esto influye también en las relaciones hombre-mujer: «si no sabemos quiénes somos, no podremos relacionarnos de forma adecuada. Muchas veces no se sabe qué es ser hombre y qué es ser mujer. Hay dos formas de acabar con algo: prohibiéndolo o vaciándolo de contenido. El matrimonio no se ha prohibido, pero se ha vaciado de contenido. Porque la ideología de género dice que el matrimonio ha causado la desigualdad de sexos. Pero es al contrario: la naturaleza hace que el matrimonio sea un vínculo del hombre con la mujer, que asegure la protección de la prole».
María Lacalle constató que esto tiene «consecuencias nefastas en la familia, que es una institución a abolir, porque es donde descubrimos nuestra identidad al ver la diferenciación y complementariedad entre hombre y mujer. Se mina la identidad de la familia, la autoridad de los padres, etc., a través de los medios de comunicación, de la incidencia en el sistema educativo y de la legislación. Esto produce una falsa comprensión de lo que somos».
¿Qué se puede hacer? Conocerlo y, sobre todo, conocernos. «El mensaje de la ideología de género no es atractivo», afirmó la jurista. En cambio, «una correcta comprensión del ser humano y de la sexualidad sí es un mensaje hermoso y bello. ¿Quiénes somos? Una unidad dual de dos elementos dispares pero sustancialmente unidos: cuerpo y alma. Y el ser humano es hombre o mujer».
Lo específico femenino
Para terminar su conferencia, muy apreciada por los asistentes, Lacalle manifestó su pensamiento sobre la diferencia sexual entre hombres y mujeres: «somos iguales en dignidad y en derechos, pero somos diferentes y complementarios, lo que da lugar a un enriquecimiento mutuo y colaboración en la construcción del mundo». Y explicó que «las mujeres podemos aportar mucho en el ámbito público, porque tenemos una serie de características particulares que son propias de nuestro ser femenino, porque están relacionadas con la maternidad».
Así, según la visión natural de la diferenciación sexual, «las mujeres somos capaces de ser madres, podemos acoger una nueva vida. Esas características están en toda mujer, y por eso tenemos capacidades de acogida mayores que las del hombre». Es más, frente a lo que se defiende desde el feminismo radical, la ponente subrayó que «lo que hace que la mujer se libere y alcance su plenitud es ser ella misma. No ser un hombre, sino ser plenamente mujer. Siendo conscientes de que la relación que debe guiarnos es la colaboración, el caminar juntos».
«No somos rivales, no somos enemigos. Los hombres no son potenciales maltratadores como dice la Ley de Violencia de Género», afirmó, para añadir que «hay que recuperar la identidad femenina y la identidad masculina. Esto puede parar un poco la invasión de la ideología de género, y nos puede hacer algo más felices a todos».