(VI/InfoCatólica) Cuando entró en la Basílica, saludó uno por uno a los discapacitados que se encontraban entre las primeras filas. Poco antes, había atravesado el gran atrio de la catedral de Roma. Al inclinarse a saludar a los fieles, el Papa perdió el solideo blanco porque hacía mucho viento y siguió dando la vuelta entre los fieles con la cabeza descubierta. En la plaza que desde hoy está dedicada a Juan Pablo II, el Papa bendijo la placa que dice: «Largo Beato Juan Pablo II – Pontífice de 1978 a 2005».
En el patio de la Basílica de San Juan de Letrán, el Papa Francisco besó la Cruz, como se hace normalmente en la «toma de posesión» de una Basílica por parte de un obispo. Después hizo la señal de la Cruz sobre su frente y sobre la del cardenal Vallini, su vicario para Roma. Un gesto que no está previsto por el protocolo de la ceremonia. Se trata de una confirmación implícita del purpurado en el papel de principal colaborador pastoral del nuevo Pontífice en relación con la Ciudad Eterna.
Un largo aplauso de los fieles, que llenaron la Iglesia de San Juan de Letrán, subrayó el momento en el que el Papa Francisco se sentó en la Cátedra de la Basílica Lateranense, tomando posesión oficialmente como Obispo de Roma en su catedral. A su lado, el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, y el vicario emérito Camillo Ruini, los dos purpurados que celebraron la misa con el Pontífice en el Domingo de Resurrección. El cardenal vicario Vallini hizo un saludo en nombre de la Iglesia de Roma. El Papa lo escuchó de pie y se sentó en la Cátedra cuando hubo terminado.
«Dios no es impaciente como nosotros, que queremos todo e inmediatamente, incluso con las personas», indicó el sumo pontífice en la homilía, y añadió: «Dios es paciente con nosotros porque nos ama, y quien ama comprende, espera, da confianza, no abandona, no destruye los puentes, sabe perdonar, nos espera siempre, incluso cuando nos hemos alejado».
«Dios nunca está lejos y, si volvemos a Él, está listo para abrazarnos», explicó el Papa. De hecho, «la paciencia de Dios debe encontrar en nosotros la valentía de volver a él, a pesar de los pecados y errores que pudiera haber en nuestra vida; al sentir mi pecado, al ver mi pecado, yo puedo ver y encontrar la misericordia de Dios, su amor e ir hacia Él para recibir el perdón». Después, el Papa contó que «en mi vida personal he visto muchas veces el rostro misericordioso de Dios, su paciencia; he visto también en muchas personas la valentía de entrar en las llagas de Jesús diciéndole: «Señor, estoy aquí, acepta mi pobreza, esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre». Y siempre he visto que Dios lo ha hecho: ha acogido, consolado, lavado, amado».
Por ello, indicó, «dejémonos envolver por la misericordia de Dios; confiemos en su paciencia que siempre nos da tiempo; tengamos la valentía de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor, dejándonos amar por Él, encontrar su misericordia en los Sacramentos». De esta manera, «sentiremos su ternura, sentiremos su abrazo».
Al concluir la celebración, el Papa Francisco subió al balcón de la Basílica de San Juan de Letrán para saludar a los fieles (un gesto que no se verificaba desde hace décadas): «Hermanos y hermanas, buenas tardes, les agradezco compañía y les pido que recen por mí, que lo necesito», pidió.