(VIS) «Me ha venido en mente, ha dicho Benedicto XVI, que los teólogos medievales han traducido la palabra «logos» no sólo con «verbum», sino también con «ars»: «Verbum» y «ars» son intercambiables. Sólo en las dos juntas aparece, para los teólogos medievales, todo el significado de la palabra «logos». El «Logos» no es sólo una razón matemática: el «Logos» tiene un corazón; «Logos» es también amor. La verdad es bella. Verdad y belleza se dan la mano: la belleza es el sello de la verdad».
«Y sin embargo, a partir de los Salmos y de nuestra experiencia cotidiana, también ha enfatizado que el «muy hermoso» del sexto día, expresado por el Creador, es permanentemente cuestionado, en este mundo, por el mal, el sufrimiento y la corrupción. Casi parece que el diablo quiera ensuciar permanentemente la creación, para contradecir a Dios y hacer irreconocible su verdad y su belleza. En un mundo tan marcado por el mal también, el «Logos», la belleza eterna y el «Ars» eterno, debe aparecer como «caput cruentatum». El Hijo encarnado, el «Logos» encarnado, lleva una corona de espinas, y sin embargo, así, en esta figura sufriente del Hijo de Dios, empezamos a ver la belleza más profunda de nuestro Creador y Redentor; podemos, en el silencio de la «noche oscura», escuchar su Palabra. Creer no es otra cosa que, en la oscuridad del mundo, tocar la mano de Dios, y así, en silencio, escuchar la Palabra, percibir el Amor».
Benedicto XVI ha dado nuevamente las gracias al cardenal Ravasi, manifestando el deseo de «hacer otras caminatas en este universo misterioso de la fe, para ser cada vez más capaces de rezar, proclamar, anunciar, ser testigos de la verdad, que es bella y que es amor».
«En fin, queridos amigos, ha concluido, me gustaría daros las gracias a todos, y no sólo por esta semana, sino por estos ocho años, en que habéis llevado conmigo, con gran competencia, afecto, amor y fe, el peso del ministerio petrino. Os sigo estando agradecido y aunque ahora termina la comunión «exterior» y «visible», como ha dicho el cardenal Ravasi, permanece la cercanía espiritual, la profunda comunión en la oración. En esta certeza avanzamos, confiados en la victoria de Dios, seguros de la verdad de la belleza y el amor».