(ABC) Según la acusación, el horrible crimen de Zirve, como se le conoce (ese era el nombre de la editorial de los misioneros protestantes de Malatya, un alemán y dos turcos, que fueron atados, mutilados y destripados por cinco jóvenes fanáticos nacionalistas en abril de 2007) es responsabilidad de una unidad paramilitar llamada las Fuerzas Blancas, dependiente del Departamento de Operaciones Especiales.
«Han aparecido más documentos, que muestran que Hursit Tolon es el jefe de las Fuerzas Blancas», asegura Erdal Dogan, abogado de las víctimas, que afirma que existe un informe enviado por la Agencia Nacional de Inteligencia de Turquía al Parlamento, en el que establece la culpabilidad de estos paramilitares en la masacre.
Desde 2010, este crímen es parte del abultado expediente Ergenekon. La explicación es que estos asesinatos habrían formado parte de una estrategia más amplia para desestabilizar el país y justificar el golpe de estado, el llamado «Plan Jaula». Tolon, por su parte, niega toda implicación. «Lo que le ha ocurrido a Tolon es parte de una campaña de 10 años para desacreditar al ejército turco», afirma su abogado, Ilkay Sezer.
Paramilitares con contactos
Pero el que este general se siente ahora en el banquillo pone de manifiesto algo que muchos en Turquía, incluyendo a jueces, intelectuales y miembros del gobierno, consideran una realidad: la existencia de grupos ultranacionalistas con importantes conexiones en las fuerzas de seguridad del estado, dedicados a hostigar a «los enemigos de la nación», entre los que ocupan un lugar destacado las minorías religiosas.
Son también legión quienes niegan estas conexiones estatales, pero la evidencia, en algunos casos, es abrumadora. Varios de estos grupos son bastante famosos, como las juventudes del ultranacionalista Partido de Acción Nacional (MHP), más conocidos por su nombre de guerra: los Lobos Grises, responsables de casi un millar de asesinatos desde su fundación en los años 70. A esta organización pertenecía Mehmet Ali Agca, el pistolero que trató de asesinar a Juan Pablo II en 1981.
La participación del MHP en la vida parlamentaria turca (es el tercer partido del país) ha rebajado el tono de las acciones de los Lobos Grises, pero otras organizaciones de menor calado han protagonizado numerosos atentados contra miembros de minorías étnicas, disidentes políticos y liberales. En 2007, un pistolero menor de edad asesinó al periodista turco-armenio Hrant Dink, a quien las autoridades no se molestaron en proteger, a pesar de la existencia de una amenaza creíble. El asesino gozó, además, de una tolerancia inaudita para un crimen de esta gravedad (los agentes encargados de su custodia llegaron a hacerse fotos con él celebrando la muerte de Dink, imágenes que posteriormente se filtraron a la prensa).
Sacerdotes asesinados
Estos ataques no son cosa del pasado: este fin de semana, la policía de Kocaeli desmanteló una célula que presuntamente planeaba el asesinato del pastor protestante de la ciudad de Izmit. Y muchos activistas de derechos humanos creen que estos y otros casos, como el apuñalamiento del sacerdote Andrea Santoro en la ciudad de Trabzon, en 2006, y el asesinato de Monseñor Luigi Padovese, Obispo de Anatolia (decapitado por su chófer hace tres años), son parte de la misma estrategia siniestra. «Aclarar la masacre de Zirve también arrojará luz sobre los asesinatos del Padre Santoro y Hrant Dink», afirma Dogan.
La semana pasada, miles de personas salieron a la calle en las principales ciudades de Turquía para conmemorar el asesinato de Dink y exigir una justicia que, según ellos, no se ha producido. El año pasado, el tribunal que juzgaba el caso absolvió a 19 de los imputados, muchos de ellos miembros de los cuerpos de seguridad del estado, al considerar que no existían pruebas concluyentes de la existencia de una «conspiración». Para los críticos, una prueba más de que el «estado profundo» protege a los suyos.
Ataques contra armenios
De hecho, la comunidad armenia de Turquía se ha mostrado alarmada ante lo que parece ser un incremento de incidentes violentos y crímenes contra sus miembros en los últimos meses. En noviembre y diciembre, tres ancianas armenias fueron atacadas en sus propias casas en Estambul. Dos fueron asesinadas y la otra perdió un ojo al luchar con los atacantes. Una cuarta mujer, que no era armenia pero trabajaba como profesora de informática en un colegio de esta comunidad, fue degollada en su domicilio el pasado 10 de enero.
Aunque las autoridades piensan que podría tratarse de mera delincuencia común, puesto que otras mujeres turcas de avanzada edad han sido atacadas del mismo modo en fechas recientes, en al menos uno de los casos, el de Marissa Küçük, la evidencia apunta a un crimen de odio: tras apuñalarla y cortarle la garganta, los asesinos le grabaron una cruz en el pecho con un objeto afilado.
«¿Son incidentes aislados?», se pregunta Hayko Bagdat, presentador de televisión y conocido intelectual armenio. «Tal vez lo sean, en esta gran ciudad donde se producen asesinatos todos los días. Pero si tenemos dudas, significa que la cosa es seria», dice.