(Luis F. Pérez/InfoCatólica) El obispo vasco ha asegurado que «solemos repetir con frecuencia que para poder dirigirnos al joven de nuestros días, necesitamos primero conocerle» pero, ha añadido, «si queremos conocer al joven de nuestros días, tenemos que ir más allá del dato sociológico. Necesitamos conocer en profundidad a Jesucristo, ya que solo en Cristo conoceremos en profundidad al joven».
Según Mons. Munilla, «uno de los motivos principales por el que nos está costando tanto que el Evangelio resuene en el corazón de los jóvenes, es porque nosotros mismos tenemos todavía un déficit importante para llegar al Corazón de Cristo».
Al referirse la nueva evangelización que debe realizarse también entre la juventud, el prelado ha afirmado que ho hay que dudar que «la emergencia afectiva que padece esta generación, nos ofrece una oportunidad única para recordar a todos los jóvenes que Dios es amor».
Primera herida: Narcisismo
Tras preguntarse cuáles son los daños principales que la cultura moderna y postmoderna genera en los jóvenes y cómo presentarles el evangelio, Mons. Munilla ha señalado el narcisismo como la primera herida que afecta a la juventud: «Definido sin tecnicismos psicológicos, sino en un lenguaje a medio camino entre la antropología, la moral y la teología espiritual, el narcicismo es el quedarse encerrado en la contemplación de uno mismo».
«Difícilmente», ha explicado el obispo, «se podrá superar la herida del narcisismo si nos olvidamos del Dios que nos ha creado –hombre y mujer–a su imagen y semejanza, llamándonos a la comunión en el amor. Hombres y mujeres somos distintos y complementarios». Y ha advertido que, «sin la sanación del narcisismo es imposible conocer, amar y –sobre todo– seguir a Jesucristo, en profundidad y en coherencia; y en último término, ser feliz».
Autoestima fundada en la verdad de Dios sobre el hombre
Como propuestas para acabar con esa herida, el obispo ha apuntado la necesidad de explicar que el anuncio del amor de Dios funda la autoestima: «lo opuesto al narcisismo no es el autodesprecio, sino más bien una equilibrada autoestima. Lo cual quiere decir que la sanación del narcisismo pasa por una educación en un sano y equilibrado amor a uno mismo. Es más, dicho ‘amor a uno mismo’ (‘autoestima’, que diríamos hoy), es la medida indicada por Cristo para tomarla como referencia a la hora de amar al prójimo (`Amarás al prójimo como a ti mismo´)».
Mons Munilla ha dicho a los jóvenes que la respuesta está «en la Redención llevada a cabo por Jesucristo. El valor del hombre es grande, como el de la misma sangre de Cristo». «Cristo crucificado es la medida exacta de lo que cada uno de nosotros valemos para Dios. No se trata de entenderlo solo en la teoría, sino de interiorizarlo y personalizarlo, haciendo de ello nuestro carnet de identidad».
Espiritualidad equilibrada
Como segunda propuesta, el obispo de San Sebastián ha recalcado la necesidad de alcanzar una espiritualidad equilibrada: «El Evangelio de Jesucristo nos presenta y propone la mística del amor, que integra una ascética del olvido de nosotros mismos y la oblación generosa. Tal vez, en las últimas décadas no hayamos subrayado suficientemente esto último».
«En el contexto de esta crisis afectiva en la que nos encontramos», ha destacado don José Ignacio, «no es suficiente proclamar el ideal del amor, sino que es necesario profundizar en los pasajes del Evangelio en los que la escuela del amor es el Corazón de Cristo: ¿Cómo amar sin confundirlo con nuestro amor propio? ¿Cómo dejar de ser un quejica y un egoísta?»
Tras señalar que «el lugar del Evangelio en el que la mística y la ascética se unen es la Cruz de Cristo», el obispo ha reconocido que «tal vez hayamos tenido en las últimas décadas un importante déficit en la predicación sobre la Cruz de Cristo...Sin la escuela de la Cruz de Cristo, el anuncio de la Resurrección se reduce a un hermoso mensaje de consolación, que resulta incapaz de sanar nuestras heridas y de movernos al amor».
Acompañamiento espiritual
Mons. Munilla ha apuntado indicado también la importancia del «Sacramento de la Penitencia y el acompañamiento espiritual», los cuales son «especialmente importantes y necesarios para conjugar nuestros ‘ideales’ con nuestra ‘realidad’».
El obispo ha apuntado que «para que el idealismo del corazón del joven no se reduzca a unos sueños utópicos que concluyen bruscamente al afrontar las responsabilidades de la vida, es importante entender que no hay verdadero idealismo si no parte de la propia conversión. Esto es precisamente lo que le ocurrió a la generación utópica del ‘Mayo del 68’. Su idealismo se tradujo más en una queja contra el sistema político, que en un esfuerzo por la propia renovación».
La presencia de Cristo en los pobres nos evangeliza
Don José Ignacio ha destacado «la potencialidad sanadora que pueden tener en el corazón de los jóvenes las experiencias de acercamiento al sufrimiento del prójimo». «En efecto», ha explicado, «una de las mejores formas de superar ese narcisismo que nos lleva a ser unos ‘victimillas’ o unos ‘quejicas’, es precisamente acercarse a conocer a las verdaderas víctimas, es decir, a los ancianos que viven en soledad, enfermos psíquicos que son esquivados e ignorados por la sociedad, usuarios de los comedores de emergencia, pobres del Tercer Mundo».
El obispo cree que «la misma experiencia nos indica la conveniencia de acompañar adecuadamente estas inserciones en el mundo del dolor y de la marginación. No es la mera pobreza la que educa el corazón del joven, sino la posibilidad de descubrir a Cristo en toda situación de sufrimiento».
Segunda herida: Pansexualismo
Mons. Munilla ha apuntado al «pansexualismo o del hipererotismo ambiental que invade prácticamente todos los ámbitos y espacios» como otra de las heridas que afecta a nuesta juventud: «El bombardeo de erotismo es tal que facilita las adicciones y conductas compulsivas, provoca innumerables desequilibrios y la falta de dominio de la propia voluntad, hasta el punto de hacernos incapaces para la donación».
El prelado ha animado a los jóvenes a «leer los diversos documentos del Magisterio de la Iglesia; el más reciente de ellos, publicado por la CEE, se titula La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar (2012). Citando dicho documento, don José Ignacio ha explicado que «en nuestra cultura se ha perdido en buena parte el sentido y el valor de la sexualidad. ¿Cómo ha ocurrido esto?»:
- En primer lugar se produjo un ‘divorcio’ entre sexo y procreación: La difusión de la anticoncepción fue determinante para provocar este –digamos– ‘divorcio’ entre sexo y procreación.En muy poco espacio de tiempo, la utilización masiva de los anticonceptivos terminó por cambiar la mentalidad de la sociedad frente a la sexualidad. La relación sexual ya no significa abrir la puerta a la vida...
- Después vino el ‘divorcio’ entre amor y matrimonio: De la mano del primer ‘divorcio’ entre sexo y procreación, vino el segundo ‘divorcio’ entre amor y matrimonio. Se argumentó diciendo que el amor es una realidad demasiado hermosa y grande como para encerrarla en el estrecho marco de la normativa jurídica...
- Finalmente se produjo un tercer ‘divorcio’ entre sexo y amor: Merece la pena detenerse un poco para percibir el cambio tan enorme que ha dado la sociedad española en no mucho tiempo. En el momento presente la gran mayoría de las parejas conviven antes del matrimonio. Y también, cada vez son más numerosas las que conviven sin necesidad de casarse nunca.
Inmoralidad sexual y consumo de alcohol
El obispo ha ha provocado cierta hilaridad en los presentes al recordar que cuando él era joven «se clamaba contra la moral católica, por su pretensión de retardar la relación sexual hasta después del matrimonio» y que entonces «el grito de guerra era: ¡Si se quieren, si su amor es sincero, ¿por qué tienen que esperar a casarse?!», del que se ha pasado al «aquí te pillo, aquí te mato´, como una vivencia generalizada en las relaciones sexuales entre los jóvenes, y no tan jóvenes».
«La sexualidad», ha sentenciado el prelado, «ha dejado de ser la expresión de la entrega total de dos personas que se aman, para pasar a ser un instrumento de diversión, e incluso, un instrumento para hacerse daño el uno al otro». Y ha advertido que «la concatenación de ‘divorcios’ o ‘rupturas’en la antropología del amor, ha llevado a que el amor deje de informar la sexualidad desde dentro. El sexo tendría sentido por sí mismo, dejando ya de ser un vehículo del afecto y del amor. Esta ruptura entre el lenguaje sexual del cuerpo y el amor, es una distorsión que incapacita claramente para la fidelidad».
El obispo ha recordado igualmente que «según el Ministerio de Salud Pública, la edad de comienzo en el consumo del alcohol son los 13 años» y ha apuntado que resulta «obvio que el consumo del alcohol está directamente vinculado a eso que se llama ‘el rollo’, ‘pillar cacho’. El recurso al alcohol suele conllevar la anulación del sentido del pudor, y la desinhibición de los principios morales».
«La cultura del ‘rollo’», ha afirmado, «termina provocando una crisis muy grave, porque llega a sembrar la idea de que la libertad se identifica con no comprometerse; es decir: la fidelidad implicaría esclavitud, mientras que la infidelidad implicaría libertad».
Como soluciones a esta segunda herida que afecta a la juventud, Mons. Munilla propuso:
Rescatar la virtud de la castidad
«La tesis que queremos exponer es que la virtud de la castidad es una de las virtudes decisivas para poder vivir en verdad la realeza bautismal. En efecto, el cristiano no es alguien arrastrado por sus pasiones, sino que participa del señorío de Cristo, lo cual le permite ser dueño de sí mismo; gobernar sus tendencias pasionales, poniéndolas al servicio de los demás, para gloria de Dios».
Don José Ignacio ha asegurado que «la virtud de la castidad es liberadora, y totalmente necesaria para capacitarnos en las relaciones afectivas estables, maduras y verdaderas».
El obispo advierte que «la batalla por la castidad puede ser a veces una batalla larga. En estas ocasiones hay que aplicar la máxima: `No hacer las paces con la tentación, pero tampoco perder la paz por verse tentado. La batalla puede ser larga, pero merece la pena luchar; con la santa rebeldía de quienes no se conforman con menos que con la bienaventuranza de Cristo´».
Cursos de formación afectivo-sexual y educación en la belleza
Mons. Munilla ha afirmado que «al igual que en toda su historia, la Iglesia dirige su acción social allá donde estén las carencias de cada momento histórico. Pues bien, una de las grandes carencias de nuestra España moderna es, sin duda, la educación en el amor humano». En ese sentido, el prelado vasco ha señalado que «tal vez no exista todavía la suficiente coordinación entre la Pastoral Familiar, la Pastoral Educativa y la Pastoral Juvenil, para vehicular una buena oferta de educación afectivo-sexual, pero es una tarea que debemos abordar y trabajar».
Para Mons. Munilla, «uno de los dramas de nuestros días –muy unido a la herida de la impureza– consiste en reducir los cánones de la belleza a un modelo corporal erótico, que está muy lejos de ser expresión de la interioridad del ser humano y de su riqueza espiritual». «Ciertamente», ha reconocido, «la Iglesia ya no puede ejercer de mecenas del arte, en el sentido económico del término. Pero existe otro tipo de mecenazgo más determinante, que es la conjunción de los tres transcendentales: belleza, bondad y verdad». Y ha recordado que el Papa Benedicto XVI «está insistiendo especialmente en esta vía de la belleza, como parte del camino de la Iglesia en esta Nueva Evangelización».
Tercera herida: Desconfianza
Mons. Munilla ha explicado que considerada en sí misma la desconianza es «más bien un pecado contra el Primer Mandamiento de la Ley de Dios, que nos dice: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser», pero que «también les puede ocurrir a las nuevas generaciones, lo mismo que he señalado en referencia al pansexualismo: que no lleguen a percibir la dimensión del problema, porque han nacido inmersos en él».
Mons. Munilla ha afirmado que «en nuestra cultura existen muchísimas personas, muchísimos jóvenes aislados en su Twitter o en su Facebook. La soledad es uno de los grandes dramas de nuestro tiempo; y difícilmente podrá ser paliada por la comunicación en las redes sociales, en numerosas ocasiones en el anonimato, a través de un ‘nick’ falso o inidentificable».
Además, ha apuntado que «uno de los fenómenos más determinantes en la extensión de esta herida afectiva de la desconfianza, ha sido el divorcio y la falta de estabilidad familiar». Y ha añadido que «algo similar podríamos señalar en lo que se refiere a la crisis en las amistades y en los noviazgos. Las traiciones en las amistades, así como las infidelidades en las relaciones amorosas, pueden provocar una decepción y una desconfianza generalizada hacia todos y hacia todo». El obispo ha constatado que «se llega a desconfiar de la vida en sí misma, tal vez incluso se llega a desconfiar de Dios, autor de la vida».
El obispo de San Sebastián propuso como remedios de estas heridas:
Experiencia de comunión en el seno de la Iglesia
Mons. Munilla ha explicado que «el método pastoral de San Juan Bosco es un buen ejemplo de cómo puede sanarse el síndrome de desconfianza en los jóvenes, por medio de una actitud en la que el evangelizador apuesta por confiar en los jóvenes, sin asustarse de los riesgos que de tal confianza puedan derivarse». El obispo ha asegurado que «cuando un joven comprueba que nos fiamos de él, que poco a poco vamos delegando en él pequeñas responsabilidades, que lo sentimos como miembro vivo de la Iglesia y no como mero cliente de ella, entonces empieza a superar su tendencia a la desconfianza».
Evangelio de la confianza y del abandono
El pastor católico ha señalado el texto de Romanos 8,31-39 como fundamental «para educarnos en la confianza». «He aquí el método de San Pablo para sanar el síndrome de desconfianza: mirar a nuestros miedos de frente, al mismo tiempo que permanecemos firmemente unidos a Cristo»:
¿A qué temeremos? ¿A la oscuridad? –Cristo es nuestra luz
¿A la soledad? –Cristo es compañero de camino
¿A la pobreza? –Cristo es nuestro tesoro
¿A la burla? –Cristo es nuestra honra
¿A la propia incapacidad? –El Espíritu Santo es dador de toda gracia
¿A la enfermedad o a la muerte? –Cristo es la Resurrección y la Vida.
Aceptación y alivio con la gracia y la luz de Cristo
Por último, Mons. José Ignacio Munilla ha recordado que «es posible que en muchas ocasiones nos encontremos con heridas afectivas tan graves, que ya no sean plenamente superables desde el punto de vista psicológico». Y por ello en muchos casos habrá que «aceptar las heridas que no pueden ser sanadas instantáneamente ni totalmente, pero que con la gracia de Cristo y a la luz de su Evangelio, pueden ser ‘acompañadas’, ‘contrastadas’ y ‘aliviadas’».
El obispo de San Sebastián ha concluido su conferencia sentenciando: «¡El corazón no es de quien lo rompe, sino de quien lo repara! Es decir, el corazón del joven es del Corazón de Cristo».
- La evangelización de los jóvenes ante la ‘emergencia afectiva’, por Mons. José Ignacio Munilla