(Luis Fernando Pérez/InfoCatólica) El obispo de San Sebastián ha dado su parecer pastoral sobre una de las polémicas que más agitación política y social han generado en España en las últimas semanas, por la decisión del gobierno de conceder el tercer grado penitenciario para el etarra Iosu Uribetxebarria Bolinaga, enfermo de cáncer, que podría salir de la cárcel si no prospera el recurso de la fiscalía contra el auto del juez José Luis Castro, que decretó su libertad condicional.
No instrumentalizar la enfermedad. No reaccionar al mal con el mal
Mons. Munilla ha denunciado que «quienes han hecho y siguen haciendo de este principio humanitario un instrumento de reivindicación política sin condenar los atentados que se han cometido; humillan a las víctimas, dificultan la aplicación de estas medidas y, en definitiva, instrumentalizan el sufrimiento y los mismos principios humanitarios para evadirse de la autocrítica que tienen pendiente».
A su vez, y «al margen de cualquier ambigüedad en la condena de la violencia», el prelado ha preguntado: «¿Son conformes con el sentir cristiano y con la misma ética determinadas expresiones del siguiente tenor: «¡Que se mueran en la cárcel, que se lo tienen bien merecido!»?...»
El obispo asegura ser consciente de «en algunos casos, detrás de esas reacciones laten heridas pendientes de sanación y reparación, causadas por gravísimas injusticias. No olvidemos que tenemos todavía un gran déficit en el acompañamiento a las víctimas del terrorismo, que sufren las consecuencias del horror que padecieron». «Pero al mismo tiempo», ha añadido, «es necesario recordar que el mensaje cristiano es inequívoco: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien» (Rm 12, 21). No es suficiente con derrotar al terrorismo –aunque obviamente es necesario hacerlo–, sino que también es importante trascenderlo y superarlo moral y espiritualmente, sin dejarnos atrapar por la espiral de odio que genera».
Mons. Munilla cree «bueno que haya un legítimo debate sobre el margen prudencial con el que los presos que son enfermos terminales –según su actitud y otras circunstancias– puedan ser puestos en libertad para morir rodeados de sus familiares. Sin embargo, lo que no sería aceptable es la negación indiferenciada del mismo principio humanitario. En realidad, un principio humanitario no responde tanto a la bondad de quien lo recibe, cuanto a la magnanimidad de quien lo ejerce (aunque ciertamente lo primero ayuda mucho a lo segundo)».
Conversión de quienes cometieron crímenes gravísimos en orden a su salvación eterna
El prelado vasco ha advertido que «la pérdida o el debilitamiento de la fe han conseguido distraer nuestra atención de lo sustancial, de modo que somos absorbidos por lo circunstancial. En efecto, el dato verdaderamente determinante a la luz del Evangelio es otro, y nadie parece hablar de ello: Unas personas que han cometido gravísimos crímenes podrían morir en un plazo más o menos breve. Como nos ocurrirá a todos nosotros en el momento de comparecer ante Dios al final de nuestra vida, también ellos escucharán las palabras de Jesucristo» de Mateo 25, 31-6.
Don José Ignacio ha recordado que «forma parte de la Tradición cristiana la oración por todos los enfermos graves y agonizantes, pidiendo a Dios la gracia de su conversión definitiva. Quien no desee la salvación eterna del prójimo, no tiene la disposición necesaria para acoger de Dios su propia salvación» y ha señalado que «lo verdaderamente importante ahora es que, sin distraernos en disputas políticas, los creyentes aunemos nuestra oración por la conversión de los que se encuentran en esta situación, es decir, por su eterna salvación».
El obispo dice ser «consciente de que algunos pensarán que no les parece justa una salvación eterna obtenida gracias a un arrepentimiento en el último momento, después de haber hecho sufrir a tantas personas inocentes a lo largo de la vida. Pero lo cierto es que el ladrón que estaba crucificado a la derecha de Cristo, goza de la vida eterna en el Cielo»
«Tal vez a algunos les cueste entender que el amor de Dios es ‘gratuito’», ha explicado el prelado, «de la misma forma que a otros les cuesta entender que la salvación de Dios no es ‘barata’… ya que requiere nuestra libre aceptación y nuestra conversión sincera». En ese sentido, ha hecho referencia al pasaje evangélico en el que «Jesús reprendió a quienes juzgaron como injusto que los que habían llegado a última hora a trabajar a la viña, recibiesen la misma paga que los que se habían afanado desde la primera hora de la mañana».
Mons. Munilla ha exhotado a no «olvidar en ningún momento las palabras categóricas con las que el mismo Jesucristo nos recuerda que sin conversión no puede haber salvación. ¿Sería lícito acaso arrinconar los textos del Evangelio que nos resulten incómodos?»
El obispo ha enseñado a los fieles que «los momentos claves de nuestra vida no son aquellos que suelen ocupar la atención de los medios de comunicación, ni siquiera los que constan en los anales de la historia. Por el contrario, lo más importante y lo definitivo de nuestra vida tiene lugar en el interior de la conciencia, en esa relación que Dios mantiene con cada uno de nosotros, fuera de luces, cámaras y fotógrafos» y ha tenido palabras para los no creyentes al explicar que «este mensaje evangélico es perfectamente predicable a todos. El Evangelio es ‘Palabra de vida’ para la totalidad del género humano, sin excluir a nadie».