(Álex Rosal/ReL) Entrevista de Álex Rosal, editor de Religión en Libertad, a Mons. Reig Pla:
– De su homilía durante los Oficios del Viernes Santo, que bien pudo durar unos 20 minutos, algunos medios destacaron tan sólo un párrafo que incendió una polémica en la opinión pública que muchos consideramos artificial y forzada. Usted decía lo siguiente: «Quisiera decir una palabra a aquellas personas que, llevadas por tantas ideologías, acaban por no orientar bien lo que es la sexualidad humana, piensan ya desde niño que tienen atracción hacia las personas de su mismo sexo y, a veces, para comprobarlo, se corrompen y se prostituyen, o van a clubs de hombres. Os aseguro que encuentran el infierno». ¿Podría explicar que quiso decir exactamente con esta idea?
– Vayamos por orden. La sexualidad humana posee un sentido y significado inherente que la persona debe aprender a reconocer y descubrir respetando su lógica interna, la llamada «antropología adecuada». Sin embargo, las ideologías a las que me refería son la llamada «ideología de género» y sus sucesivas mutaciones (teoría queer, etc.).
Muy brevemente indicaré que el principal postulado de la ideología de género es negar la diferencia sexual entre varón y mujer y afirmar que la configuración de la identidad sexual masculina y femenina es un producto de la cultura, una decisión personal construida en función de los deseos y apetencias subjetivas. Realmente, lo que se pretende es «deconstruir» la antropología humana propuesta por la naturaleza de la persona y el pensamiento coherente con la misma. Todo lo demás quedaría justificado por el principio de no discriminación y tolerancia.
En todo caso he de advertir que la ideología de género se está quedando obsoleta ante otras propuestas más radicales de «deconstrucción de la identidad», como son la teoría queer, el transhumanismo, posthumanismo y la teoría cyborg. Naturalmente, estas teorías que desconocen la naturaleza humana, no orientan bien el verdadero sentido y significado de la sexualidad, propiciando, más bien, la confusión del corazón humano.
La persona humana es una unidad substancial cuerpo-espíritu y la sexualidad es una dimensión esencial de la persona. El cuerpo no es una prótesis del «yo» sino una visibilización de la persona. El cuerpo modalizado como varón o como mujer es una expresión del ser personal. Su configuración «esponsal» es una llamada al amor y a la complementariedad sexual. Si confundimos el «ser sexuado» con el «deseo de elegir el modo de ser sexuado» estamos equivocando el mensaje.
Nos encontramos, pues, ante un programa de «deconstrucción» calculado y propiciado en todos los ámbitos (en la educación desde la más tierna infancia, en ciertos medios de comunicación, en el trabajo y en el ocio, etc.), que además cuenta con el impulso y protección de una gran cantidad de leyes inicuas y algunos poderosos lobbys que determinan qué es lo políticamente correcto y, por lo tanto, lo socialmente aceptable.
Desde estos presupuestos, a muchos niños, jóvenes y adultos –cada vez más– se les invita a poner en cuestión su identidad sexual, y con el tiempo se les exhorta a «verificar y comprobar» cuáles son sus «preferencias sexuales»; algunos caen en la trampa.
Los sacerdotes que conocemos la intimidad de las personas escuchando y ayudando a los feligreses que así lo solicitan, sabemos que las consecuencias de ello para muchas personas, son sufrimiento y destrucción, coloquialmente un «infierno» en sus vidas.
– ¿Hay algún punto de lo que usted dijo en su homilía del Viernes Santo que vaya en contra de lo que dice el Magisterio de la Iglesia Católica?
– Humildemente he de decir que todo lo que expliqué en mi homilía responde al Magisterio de la Iglesia Católica. Quise poner ejemplos actuales, que todo el mundo conoce, con la máxima delicadeza y caridad posible, pero con claridad; San Vicente Ferrer así lo sugiere en sus escritos cuando enseña cómo preparar y desarrollar las homilías.
Pero volviendo a la cuestión del Magisterio: la Iglesia enseña que hay que distinguir entre las personas que siente inclinación sexual hacia el mismo sexo, la inclinación sexual propiamente dicha y los actos homosexuales.
Respecto a las personas con atracción sexual hacia el mismo sexo (AMS) la Iglesia enseña que «deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2358).
En lo que se refiere a la particular inclinación de la persona con AMS, «aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1. X. 1986, n. 3); por cierto, esta carta está firmada por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger.
Con respecto a los actos sexuales entre personas del mismo sexo la Iglesia afirma que ««son intrínsecamente desordenados». Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2357).
Hay que aclarar que esta es una valoración objetiva de dichos actos; otra cosa es que «la ignorancia involuntaria puede disminuir, y aún excusar, la imputabilidad de una falta grave, pero se supone que nadie ignora los principios de la ley moral que están inscritos en la conciencia de todo hombre. Los impulsos de la sensibilidad, las pasiones pueden igualmente reducir el carácter voluntario y libre de la falta, lo mismo que las presiones exteriores o los trastornos patológicos.» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1860)
– Pero entonces, ¿hay esperanza para quienes sienten atracción sexual por el mismo sexo? ¿Hay esperanza para quienes se han abandonado al así llamado «estilo de vida gay»?
– Por supuesto que sí. El corazón de cada hombre y mujer desea encontrar la verdad sobre el amor humano. «En esperanza fuimos salvados, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24). Según la fe cristiana, la «redención», la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino» (Benedicto XVI, Carta encíclica Spe salvi, n. 1).
Hemos celebrado el Domingo de la Divina Misericordia; Dios es amor y también todopoderoso; lo que es imposible para los hombres es posible para Él. Nadie queda fuera de la universal voluntad salvífica de Dios. Jesús no ha venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores (Cf. Lc 5, 32).
Siempre con la asistencia del Espíritu Santo ––que nos precede en todo–– es posible iniciar el camino de retorno a la Casa del Padre. La Iglesia pone a disposición de todos los tesoros que Cristo ha depositado en ella: la Palabra de Dios, los sacramentos (en particular los de la Penitencia y la Eucaristía), la oración, etc. Con la ayuda de la gracia de Dios y acompañados por sacerdotes, orientadores y catequistas y ayudados, en su caso, por profesionales, las personas con AMS pueden vivir en castidad (dominio de sí); no sin combate, pero la vida de todo cristiano que quiere vivir según la voluntad de Dios implica batallar contra las propias concupiscencias hasta el mismo día de la muerte.
Pero además, el Pontificio Consejo para la Familia en un documento titulado «Sexualidad Humana: Verdad y Significado» (n.104) afirma que «los padres, por su parte, cuando advierten en sus hijos, en edad infantil o en la adolescencia, alguna manifestación de dicha tendencia o de tales comportamientos, deben buscar la ayuda de personas expertas y calificadas para proporcionarle todo el apoyo posible», y añade: «muchos casos, especialmente si la práctica de actos homosexuales no se ha enraizado, pueden ser resueltos positivamente con una terapia apropiada».
A este respecto, las experiencias de las que tengo noticias, especialmente en España, Europa, Estados Unidos y Latinoamérica son muy esperanzadoras. Un itinerario que restaure las heridas en el corazón humano debería ser aquel que integre en su actuación todas las dimensiones de la persona (psíquica, somática y espiritual), ya que la sexualidad humana atraviesa todas estas dimensiones. Una ayuda epidérmica que no integre estas tres dimensiones no puede dar una respuesta adecuada. Con la pertinente unión de la ayuda espiritual y profesional, muchas personas, laicos, religiosos y sacerdotes, que voluntariamente lo han solicitado, se están viendo beneficiados por estos nuevos «itinerarios de libertad, caridad, verdad y esperanza» que conducen al dominio de sí y, en su caso, al cambio. Como dato interesante le diré que estos días he recibido muchos correos electrónicos de personas con AMS contando su experiencia de sufrimiento cuando llevaban el llamado estilo de vida gay, y explicando todo el bien que les está haciendo participar de estos «itinerarios de la esperanza»; es posible que, con la pertinente autorización, publiquemos alguna de estas experiencias en nuestra página web.
Para los que deseen conocer algunos de estos «itinerarios de la esperanza» pueden consultar la siguiente página web: www.unav.es/departamento/preventiva/homosexualidad
– ¿Proponer un itinerario hacia el gobierno de la propia persona y, en su caso, la reorientación de la inclinación sexual, puede ofender a las personas con sentimientos homosexuales?
– No, porque nosotros sólo proponemos; sin embargo, es cierto que los lobbys parecen usar la estrategia mediática de hacerse los ofendidos si se citan en voz alta algunos textos de la Biblia o del Magisterio de la Iglesia sobre este tema. Si alguien piensa que tiene un problema y pide ayuda, sin duda la Iglesia lo atenderá. No se trata de imponer nada a nadie, sólo ofrecemos el espacio de libertad, verdad y esperanza que otorga la Iglesia para quien libremente desee escapar de la dictadura del silencio.
Sabemos que hablar de castidad como dominio sobre la propia persona, e incluso de cambio para volver a la orientación sexual varón–mujer, no es políticamente correcto; desde luego los católicos, y yo en particular, bajo ningún concepto queremos ofender a nadie, sin embargo no renunciamos a anunciar la verdad en la caridad.
Para quienes deseen ampliar conocimientos sobre este tema, hemos preparado en nuestra página web una sección titulada «Homosexualidad y esperanza» con información sobre documentos de la Iglesia, recursos, profesionales especialistas que abordan el tema, etc.: www.obispadoalcala.org/homosexualidad.html
– ¿Se ha sentido solo ante este acoso mediático que ha tenido que soportar estos días?
– Cuando se cree en Jesucristo y en la maternidad de la Iglesia uno no está nunca solo. He recibido el apoyo de obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos de España y de muchas partes del mundo, así como de importantísimas instituciones eclesiales y civiles.
He recibido más de un millar de correos electrónicos, cartas, faxes, telegramas y llamadas telefónicas de personas que han querido mostrarme su cercanía espiritual afirmando su adhesión al Magisterio de la Iglesia y asegurándome sus oraciones por mi persona y ministerio.
Tengo que agradecer también el apoyo a multitud de medios de comunicación (prensa, radio, televisión e Internet) de España y del extranjero. En particular quiero referirme a un medio local de Alcalá de Henares que ha escrito un editorial con evidente objetividad y buena voluntad: lo agradezco de corazón.
– Desde algunos ámbitos le han acusado de «homofobia» por sus palabras sobre la homosexualidad en la homilía del Viernes Santo, ¿qué tiene que decir al respecto?
– La precisión terminológica es aquí, como en todo, muy importante. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) de la Lengua define la homofobia como «aversión obsesiva hacia las personas homosexuales»: nada más lejos del Magisterio de la Iglesia y de mi voluntad. Como ya he recordado la Iglesia enseña que las personas con AMS deben ser acogidas «con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta».
Más aún, la Iglesia acoge a todos los que, en esta situación, se acercan solicitando ayuda. Otra cosa bien distinta es la inclinación propiamente dicha (objetivamente desordenada) y los actos homosexuales (intrínsecamente desordenados). Algunos juegan a confundir conceptos, de modo que acusan, ilícita e ilegalmente, de homofobia a quienes afirmamos el desorden de dicha inclinación y de dichos actos; es una cuestión de estrategia: confundir conceptos para confundir a la opinión pública.
En mi homilía, poniendo ejemplos de pecados concretos, hablé de las infidelidades conyugales, del aborto procurado, de los empresarios y trabajadores que cometen injusticias, de los sacerdotes que se corrompen, de los jóvenes que consumen drogas y de las personas con AMS que, a veces, se corrompen y se prostituyen, o van a clubs de hombres. Deducir de ello que incitaba al odio hacia los matrimonios, las mujeres y los médicos, los sacerdotes, los empresarios y los trabajadores, los jóvenes y las personas con AMS es simplemente, por ser parco, una colosal manipulación; al contrario, anuncié que hay esperanza, que Dios nos ama a todos, que Cristo ha muerto por nuestros pecados llamándonos a conversión, y que nadie queda fuera de su Divina Misericordia.
– Finalmente, don Juan Antonio, ¿qué les diría a quienes han manipulado y tergiversado sus palabras, y a quienes le han amenazado de muerte, le han llamado imbécil o piden que sea encarcelado o expulsado del país?
– Simplemente les diría que les quiero y les perdono. Los insultos y amenazas me ayudan a ser humilde. Como dijo un gran obispo torturado en la cárcel, los hombres para mí se dividen en dos grupos: los que son mis hermanos y los que todavía no saben que lo son.
Si me permite, por último quiero decir que considero que, en España, es muy importante mantener abierto un serio debate sobre estos temas, aportando los argumentos de la teología, de la antropología cristiana y de todas las ciencias humanas que faciliten más y mejor la propuesta del Magisterio de la Iglesia. El corazón humano es nuestro principal aliado y ese corazón espera el anuncio de la verdad y de la esperanza.