(Efe) El cardenal Rouco Varela ha reconocido el heroico testimonio de fe de los veintitrés mártires, que "permanecieron firmes en la fe hasta el martirio, perdonando a sus perseguidores y orando por ellos".
El delegado del Papa ha leído en latín y en castellano la carta apostólica que ha proclamado beatos a los veintitrés asesinados "por odio a la fe" durante las persecuciones religiosas en España.
Tras la lectura del decreto del Pontífice, se ha descubierto la pintura de los nuevos beatos, situada junto al altar mayor, mientras que familiares de los veintitrés ejecutados han recorrido la nave central en procesión, con palmas, símbolo del martirio, para depositarlas al pie del cuadro.
En la homilía, el cardenal Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ha recordado que la persecución religiosa en España alcanzó su punto culminante durante la Guerra Civil (1936-1939) y ha afirmado que en aquel periodo el "furor" contra la religión católica contaminó "gravemente" a la sociedad como "una lluvia corrosiva y ácida".
Entre las miles de víctimas inocentes, el delegado de Benedicto XVI ha citado los nombres de los veintidós religiosos y el laico, padre de familia, que derramaron su sangre y dieron testimonio de su amor a Dios y a la Iglesia.
"No eran delincuentes, no habían hecho nada malo, sino que su único deseo era hacer el bien y anunciar a todos el Evangelio de Jesús, que es una noticia de paz, de gozo y de fraternidad", ha señalado Amato.
Ha citado uno a uno a los beatos Esteban Lacal, Vicente Blanco, José Vega, Juan Antonio Pérez, Publio Rodríguez Moslares, Juan Pedro Cotillo, Cecilio Vega, José Guerra, Gregorio Escobar, Justo Gil, Juan José Caballero, Manuel Gutiérrez, Francisco Polvorinos, Justo González, Daniel Gómez, Serviliano Riaño, Ángel Bocos, Marcelino Sánchez, Eleuterio Prado, Clemente Rodríguez, Pascual Aláez, Justo Fernández y Cándido Castán.
A los cuatro días del estallido de la Guerra Civil, el odio anticatólico que había incendiado y destruido muchas iglesias en Madrid llegó a Pozuelo de Alarcón (Madrid), ensañándose en el colegio de los Oblatos con una crueldad inaudita, según Amato.
El instituto fue ocupado y todos los religiosos fueron detenidos sin interrogatorios, sin procesos, sin pruebas y sin posibilidad de defenderse, ha apuntado el delegado del Santo Padre.
De los veintitrés mártires, ocho fueron asesinados al día siguiente de la detención y los otros quince soportaron "un vía crucis de terror, refugio clandestino, riesgo de ser descubiertos, arresto, cárcel, burlas, humillaciones, mutilaciones y muerte", ha precisado Amato.
"Es bueno no olvidar esta tragedia y la reacción de nuestros mártires, que a los gestos malvados de sus asesinos, respondieron con buenas palabras, rezando y perdonando a sus perseguidores", ha subrayado.
Tras resaltar que "la sociedad no tiene necesidad de odio, de violencia y de división, sino de amor, de perdón y de fraternidad", ha instado a los cristianos a imitar "la fortaleza de los mártires, la solidez de su fe, la inmensidad de su amor y la grandeza de su esperanza".
El superior general de la Congregación de los Misioneros Oblatos, Louis Lougen, ha agradecido la celebración de la beatificación en el año jubilar oblato, en el que se conmemora la muerte de su fundador, San Eugenio de Mazenod, así como el de los doscientos años de su ordenación sacerdotal.
A la ceremonia han asistido el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; el Nuncio del Papa en España, Renzo Fratini, así como arzobispos y obispos de las diócesis de origen de los mártires.