(La Nueva España) Algunos, como el párroco colungués Gaspar Muñiz, van más allá y estiman que “hay que pedirles perdón“, porque se les ha insultado, y José María Díaz Bardales añade que “no puede tratárseles como a meros espectadores“.
Gaspar Muñiz (Oviedo, 1978) tiene grabado el día que tuvo que reparar los estragos que una religiosa había causado en una escolar, a la que aseguró “que sus padres irían al infierno porque estaban divorciados“. Y esta anécdota ilustra, según el párroco colungués, el trato que han recibido numerosos divorciados y homosexuales en la Iglesia. “No se han marchado, les hemos echado y lo primero que habría que hacer es pedirles perdón, porque les hemos hecho daño de una manera muy gratuita, les hemos insultado“, opinó. “Tenemos que pensar seriamente cómo integramos en la Iglesia estos casos, sin faltar al mensaje evangélico“, añadió.
Para Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro de Gijón, “más que la Iglesia, ha sido la sociedad en general la que les ha tratado de forma agresiva y despectiva“. “Se ha demonizado la actitud de la Iglesia“, opinó. Y es que, para Gómez, en la actualidad “se trata a los divorciados como a todo el mundo“. Los párrocos ya no llevan un estricto control sobre su feligresía. “Hay bastantes personas divorciadas que piensan que llevan una vida conforme al Evangelio y comulgan, aunque la doctrina sea dura con ellos“.
Para el sacerdote, “quizá la Iglesia debería repensar qué hacer con una sociedad como la occidental, con un número de divorcios muy grande“. Hay personas, añade, que no actúan de mala fe, sino influidas por el ambiente, “que trivializa las relaciones personales“. La “Carta Pastoral de los obispos alemanes del Alto Rhin sobre los divorciados vueltos a casar“, de 1993, trataba de abordar este espinoso asunto y encontrar un punto de acercamiento, aunque esta iniciativa fue frenada, se dice que por el actual Benedicto XVI.
Para el sacerdote, “debe prestarse atención a los divorciados, hay que tener una actitud agradable, pero el problema que tienen, que es el de que se reconozca el nuevo matrimonio que han contraído, ése no se va a arreglar. En plata, todo seguirá igual“.
José María Díaz Bardales, de la parroquia gijonesa de Fátima, dijo haberse alegrado con la noticia del Sínodo, aunque “hay que seguir profundizando en la pastoral de divorciados. Hay que revisar que se les trate como simples espectadores“. Para Bardales, “ya han sufrido bastante rechazo, son cristianos y hay que tenerlos incorporados“.
José Manuel Feito, párroco de Santo Domingo de Miranda, en Avilés, indicó que no sabe hasta qué punto “algunos divorciados son responsables de su situación“. Claro que también “está la moral tradicional, que pesa mucho“. Respecto al Sínodo, opinó que “todo lo que sea apertura y acercamiento debe ser bienvenido“. Y también defendió una “gran comprensión y apertura“ hacia los homosexuales.
El sacerdote avilesino Ángel Garralda también se mostró conforme con “tratar bien“ a divorciados y homosexuales, como prójimo que son. “Otra cosa es pretender obviar que hay una situación irregular, de pecado, y que no pueden administrárseles los sacramentos. La Iglesia siempre ha sostenido que el adulterio es pecado. La caridad también consiste en decir esa verdad“, indicó. Garralda añadió que “hay una gran presión social en un tiempo en el que la ley natural se pisotea y se crea un estado de conciencia falso“.