(Efe) “El régimen de terror del nacionalsocialismo se fundaba sobre un mito racista, del que formaba parte el rechazo de Dios (...) El “omnipotente” Adolf Hitler era un ídolo pagano, que quería ponerse como sustituto del Dios bíblico, Creador y Padre de todos los hombres. Cuando no se respeta a este Dios único, se pierde también el respeto por la dignidad del hombre”, afirmó.
El papa Ratzinger, que en numerosas ocasiones condenó el holocausto y visitó el campo de exterminio nazi de Auschwitz y Birkenau, en Polonia, subrayó que las horribles imágenes de los campos de concentración al final de la guerra “mostraron de lo que puede ser capaz el hombre que rechaza a Dios y el rostro que puede asumir un pueblo en el rechazo de ese Dios”.
El Obispo de Roma destacó el “respeto recíproco” entre las dos religiones, la católica y la protestante, y subrayó que el encuentro se celebraba en el Reichstag, “un lugar central de la memoria, de una espantosa memoria”, en referencia a la época del nazismo.
“Desde aquí se programó y organizó la Shoah (el Holocausto), la eliminación de los ciudadanos judíos en Europa”, agregó el papa alemán, quien subrayó que antes del “terror nazi” medio millón de judíos vivían en Alemania y eran un componente estable de la sociedad. Y añadió que, sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial Alemania fue considerada como el “País de la Shoah”, en el que, en realidad, ya no se podía vivir.
La comunidad judía
Benedicto XVI recordó también la noche del pogromo (de los “cristales rotos”), del 9 al 10 de noviembre de 1938 y dijo que solamente unos pocos percibieron en su totalidad la dimensión de aquel acto de “desprecio humano”. Entre esos destacó al deán de la Catedral de Berlín, Bernhard Lichtenberg, que desde el púlpito gritó: “Fuera, el Templo está en llamas; también éste es casa de Dios”.
Benedicto XVI destacó que desde hace años la comunidad judía ha renacido y resaltó el diálogo de la Iglesia Católica con el judaísmo, señalando que se siente muy cercana al pueblo hebreo y que con la Declaración “Nostra Aetate” del Concilio Vaticano II, el camino de ese dialogo es “irreversible”. La declaración conciliar “Nostra Aetate” condena el antisemitismo y reconoce las raíces judías del cristianismo.
Benedicto XVI visitó en 2005, durante la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, la sinagoga de esa ciudad, la segunda vez en la historia que un papa entraba en un templo judío tras la histórica visita de Juan Pablo II a la sinagoga de Roma en 1986. La visita fue considerada asimismo histórica, ya que por primera vez era un pontífice alemán el que pisaba una sinagoga de Alemania, el país donde el régimen nazi ejecutó el Holocausto, el asesinato de millones de judíos.