La educación en la fe

Hay que empezar por decir que cuando la pareja contrajo matrimonio religioso se comprometieron los dos a educar a los hijos en la fe. Evangelizar y educar están íntimamente relacionados, pues la educación integral comprende también la dimensión religiosa.

Se está diciendo, creo que con acierto, que la crisis económica que estamos padeciendo es fundamentalmente una crisis en valores. Pero en muchas familias se ha dejado de educar cristianamente a los hijos. ¿Tiene ello alguna importancia?

Hay que empezar por decir que cuando la pareja contrajo matrimonio religioso se comprometieron los dos a educar a los hijos en la fe. Evangelizar y educar están íntimamente relacionados, pues la educación integral comprende también la dimensión religiosa. Son los padres, ayudados con frecuencia por los abuelos, quienes al enseñar a rezar, transmiten las primeras nociones de la fe e inician la formación religiosa. La fe se transmite fundamentalmente en los hogares y se fortalece a través de la oración y de la práctica cristiana. Unos padres creyentes que estimen, vivan y practiquen su fe deben intentar, por puro sentido común, que también sus hijos vivan y participen de lo que para ellos es un gran valor: su fe. El inicio de la vivencia cristiana es un encuentro de fe con la persona de Jesús (cf. Jn 1,35-39).

La mejor riqueza que unos padres verdaderamente creyentes desean transmitir a sus hijos es  la experiencia de Dios, el que sus hijos se sepan y sientan profundamente amados por Dios. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite  y la testimonia. Educar es educar en el amor, y un creyente no puede olvidar que “Dios es Amor” (1 Jn 4,8), y por tanto su creador e inventor, pero es a través de la educación en la fe y del amor que recibe de sus padres, el modo como el niño puede llegar a entender el amor de Dios hacia él.

Esta educación en la fe y en el amor forma parte de la función docente de la Iglesia. Se inicia con el bautismo, se realiza por las vivencias de fe de padres y familiares, la predicación, la enseñanza y la catequesis, y su objetivo es formar cristianos y santos. Todos estamos llamados a la santidad, que podemos alcanzar con la ayuda del Espíritu y que consiste en vivir en gracia.

La fe puede y debe transmitirse, pues su transmisión es el acto educativo por excelencia, siendo la idea de que la fe es un asunto estrictamente individual en el que nadie debe inmiscuirse una concepción totalmente equivocada que hace que el niño que no ha recibido educación religiosa se vea desprotegido e indefenso ante las influencias de signo contrario. Para los padres, educar en la fe no es sólo un deber, como lo es el procurar darles una instrucción adecuada, sino sobre todo expresión de su propia identidad de esposos y padres cristianos. La educación ha de ser explícitamente religiosa y  tiene que comenzar en la más tierna infancia, al igual que lo hacemos con  la educación humana e intelectual..

La frase de Jesús: “dejad que los niños vengan a Mí” (Mt 19,13-15; Mc 10,13-16; Lc 18,15-17) nos señala que no debemos dejar para tiempos posteriores el inicio de la educación religiosa, tanto más cuanto que el niño no puede conocer a Dios por sí solo, sin ayuda. La familia es el ámbito principal y primero del despertar religioso. Incluso si no entienden las palabras y conceptos, los niños sí captan actitudes y sentimientos. Un niño se hace religioso cuando vive en un clima religioso y, en concreto, en un ambiente de fe. Por ello es tan importante la oración y ejemplo de vida cristiana de sus padres.

El niño aprende de modo espontáneo y natural el sentido cristiano de la vida mediante el conocimiento de las verdades de fe y el trato habitual con Dios en la oración. Su formación ha de ser más vivencial y afectiva que programada e intelectual. Tan pronto como el niño sea capaz, hay que hablarle de Dios Padre, de la amistad con el Niño Jesús, de la necesidad de vivir y crecer en edad, sabiduría y gracia (Lc 1,40 y 52), teniendo la educación religiosa la tarea de iluminar con los valores evangélicos el desarrollo de la personalidad de los educandos, dándoles razones para vivir y motivos para la esperanza.

En esta tarea contamos con la ayuda de Dios, porque la fe es un don gratuito suyo, pero como Dios quiere actuar en el mundo a través nuestro, hemos de emplear para ello los medios a nuestro alcance. Entre estos medios destacan, por la ayuda que pueden prestar, las escuelas de padres, en las que se transmite una visión cristiana del matrimonio y de la familia que ilumina de forma concreta el modo de ejercer la paternidad, dado que el paso de ser cónyuges a padres tiene sus dificultades y hay que saber ser ambas cosas a la vez. Tampoco hay que olvidar la importancia de los buenos libros y los medios audiovisuales, pero también nos vemos ayudados por el sentido religioso del niño, a quien le gustan mucho las historias y la historia de Jesús, siendo las escenas del evangelio para él un motivo de interés.

 

Pedro Trevijano, sacerdote

 

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2 comentarios

Lo que más evidencia cuánto hemos dejado de creer en nuestra capacidad de amar es el que eso ha conducido a dejar de creer en Dios.

Hablar de amor hoy suena ridículo a la mayoría, algunos hasta sienten verguenza ajena cuando otro en público se atreve a habar en esos términos, pero bien, si Dios es amor y si es amor lo que cambiará el mundo, era de esperarse.

A mi, ningún hecho científico podrá hacerme cambiar de parecer en cuanto a que he visto vidas de familias enteras transformadas por el amor.
29/06/10 2:26 PM
jesus raymundo c.
Estoy buscando justo este tipo de temas: "La educacion de la fe de los estudiantes con discapacidad intelectual", que no es facil conseguir, sin embargo aquí una luz que me dice desde donde se debe partir y a donde debe conducir. Se inicia con el amor, pero cómo hacer para despertar su fe en dios sobre todo pensando en niños discapacitados es el problema de docencia en educacion especial.Gracias por su voluntad de aclarame.
13/02/11 6:17 PM

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