La comunión y las partículas adorables
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La comunión y las partículas adorables

¿Qué pasaría si una pequeña partícula se perdiese por nuestra negligencia? Sería una triste y preocupante profanación, digna del mayor de los desagravios y reparación: Jesús no se merece menos.

Nuestro Señor nos dijo: «Yo estaré con ustedes siempre hasta el fin», y cumplió, como no podía ser de otra manera, quedándose con nosotros en la Eucaristía. Por eso, en cada hostia consagrada está todo Él presente, silenciosamente hablándonos al corazón, y ofreciéndose como alimento para nuestras almas en cada comunión. Está presente en cada una de las infinitesimales partículas de cada hostia consagrada, todo Él.

Sabemos qué es lo que recibimos cuando comulgamos: a Jesús, lo más sagrado sobre la Tierra, el pan de los ángeles, y nada tiene mayor valor en este mundo que una diminuta partícula de cada hostia consagrada, nada. Por eso debemos mostrar ante Jesús en la Eucaristía el mayor de los respetos, reverencia y cuidado.

¿Qué pasaría si una pequeña partícula se perdiese por nuestra negligencia? Sería una triste y preocupante profanación, digna del mayor de los desagravios y reparación: Jesús no se merece menos. Por eso la Iglesia, en su sabiduría y bajo la asistencia del Espíritu Santo, fue profundizando en cuál fuera el mejor modo de recibir a Jesús en la comunión, para evitar el maltrato a su presencia Santísima, y ese modo es la comunión de rodillas y en la boca. Al decir de San Pablo VI, con la comunión en la boca: «se garantiza, con mayor eficacia, la distribución de la sagrada comunión con la reverencia, el decoro y la dignidad que convienen, para alejar todo peligro de profanación de las especies eucarísticas… y para tener, finalmente, con los mismos fragmentos del pan consagrado el cuidado diligente que la Iglesia ha recomendado siempre».

No quita esto que la administración de la comunión en la mano sea actualmente tolerada, es cierto. Pero ¿no se pone así inevitablemente en peligro de profanación, al menos involuntaria, la Eucaristía? ¿No pueden llegar a perderse miles de partículas cuando se administra la comunión en la mano? ¿Se revisan, por ejemplo, luego de la comunión, con la debida atención y cuidado, las manos de los fieles para que esto no suceda?

Pensemos en los máximos cuidados que el sacerdote tiene, no sólo al administrar la comunión sino también al purificar las patenas, el cáliz y en el repliegue del corporal, justamente para no permitir que se pierda ninguna partícula, especialmente aquellas que no se advierten ostensiblemente. ¿Se les exige a los fieles que comulgan en la mano los mismos cuidados? ¿Purifican sus manos luego de recibir a Jesús para que no quede ninguna partícula perdida, incluso las menos visibles? La Redemptionis Sacramentum, documento de la Iglesia, dice en su n° 92: «Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la comunión en la mano».

Por eso, cabe preguntarse sinceramente: ¿es la comunión en la mano un progreso en la fe? Es, ciertamente, una costumbre de la antigüedad cristiana, de determinados lugares, pero una costumbre, sin embargo, que fue rechazada en tiempos pasados, por el desarrollo legítimo de la piedad católica. Y es, actualmente, un indulto que dio San Pablo VI en su Instrucción «Memoriale Domini» debido a un abuso difícil de extirpar que aconteció en algunos lugares.

Ahora bien, no hay en dicha Instrucción, ni en ningún otro texto del Magisterio pontificio, hasta la fecha, argumentos que busquen alentar la comunión en la mano, sino sólo una tolerancia que luego se generalizaría a todo el mundo. Es decir que la intención de San Pablo VI y de la Iglesia misma no es la de promocionar la comunión en la mano y, por lo tanto, menos debe ser esa nuestra intención.

Pero en el fondo, todo esto va más allá de argumentos y reflexiones, porque el asunto es mucho más profundo. No hay que perderlo de vista: todo este asunto no se trata de nosotros, de los pontífices, obispos, sacerdotes, fieles, de lo que sea. Después de todo, todo este asunto, se trata de uno solo, que está por sobre todo lo demás y que merece el mayor de los honores: se trata de la Eucaristía, es decir, se trata del mismísimo Jesús.

 

5 comentarios

María Eugenia
Todos deberían comulgar con las debidas disposiciones del alma y solo en la boca y de rodillas.
13/11/25 12:49 AM
veritas liberabit
Con todo el respeto y adoración que me merece la presencia real de Cristo en la Sagrada Forma, me gustaría que alguien me explicara eso de las mínimas partículas.
¿Se quedará el Señor en esas mínimas partículas que tienen menos de 0,1 mm. y que algunas ni se aprecian a la vista? Me parece poco creible, y quisiera que alguien, con argumentos teológicos profundos y no meras conjeturas, me convenciera de que es así.
Y es que además, por más cuidado que se tenga, algunas de esas partículas que , sin llegar a ser microscópicas, se escapan al alcance la vista, siempre las habrá. ¿De verdad que el Señor se va a quedar ahí cuando ni tan siquiera existe la posibilidad de recibirle o adorarle? Creo que es una concepción demasiado mecanicista y mágica de la Sagrada Eucaristía , y al menos discutible teológicamente.
13/11/25 10:49 AM
Juan Mariner
La falta de fe en la Presencia real, tan clara en Emaus al "desaparecer" Cristo e integrarse en el Pan y Vino en Cuerpo y Sangre, hace que el respeto y consideración se pierdan en las culturas más desarrolladas. Siempre he creido, con todo respeto, que en las partículas que se malogran no esta el Cuerpo de Cristo, como ninguna pandemia vírica se transmite por el sacerdote a través. No al cierre de iglesias por plandemias COVID. Perdonen mi estulticia.
13/11/25 11:19 AM
Consuelo Beccar Varela
Padre gracias por su escrito pero falta aclarar que los fieles no tenemos las manos consagradas por tanto no podemos recibir a Jesús de esa forma nunca jamás como tampoco debería estar permitido la figura de ministros de la Comunión salvo obviamente casos de extrema necesidad como una guerra o persecución. Es muy triste que nos hayamos acostumbrado a ver la indigna forma en que tratan a Nuestro Señor. Dios quiera falte poco para que se restaure la Misa de siempre con todas sus enseñanzas acordes a la bimilenaria Tradición de la Santa Iglesia Católica sin modernismo. Lex credendi, lex orandi,, lex vivendi. Viva Cristo Rey! Viva María Corredentora!
13/11/25 12:51 PM
JSP
1. veritas liberabit, si usted pone en duda la Presencia Real de Cristo en una partícula, la pone en duda por partir la Hostia consagrada.
2. Esto es, no se rompe el Cuerpo de Cristo en partes cuando se parte el Pan eucarístico.
3. Esta es la fe de la Iglesia desde la Última Cena y así lo ha ha transmitido la Iglesia primitiva hasta el presente.
4. El argumento teológico de que la partícula eucarística contiene el "Cuerpo entero de Cristo" se basa en la doctrina de la Presencia Real y la transubstanciación, que sostiene que Cristo está plenamente Presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad bajo las especies del Pan y el Vino consagrados. Por tanto, al partir la Hostia, no se divide a Cristo; cada fragmento más pequeño sigue conteniendo a Cristo en su totalidad.
13/11/25 2:39 PM

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