Imagina que estás de turismo en un avión privado, paseando entre los continentes, con las gafas de la teología en el bolsillo y tomando helado mientras miras los países por la ventanilla. Cuando estás atravesando las selvas de Brasil, el piloto se emociona al ver que hay una comunidad de indígenas no contactados y aterriza la nave en un claro del bosque. Te bajas del avión junto con las cuatro personas que conforman la tripulación, se alejan unos 100 metros, comentan que el clima está agradable, hay pocos mosquitos, las ganas que tienen de conocer a esa buena gente, tal y cual.
De pronto, miras atrás y ves que entre ustedes y el avión está surgiendo de la tierra un batallón de unos 500 indios guerreros, armados con arcos de aluminio y espadas láser. El jefe indio se adelanta hacia ustedes, los mira desconfiado y con cuatro movimientos de esgrima mata a tus compañeros. Te quedas solo, caes de rodillas y suplicas que no te maten. Entonces el jefe habla:
– No nos gustan los invasores. Los llevamos a la olla para comerlos con patatas. Pero tú llevas unas gafas misteriosas en el bolsillo y percibo su energía. Si me convences de que tu vida vale la pena, te dejaremos vivir. Tienes 30 segundos para pensar.
¿Qué argumentos elegir? ¿El dinero que tengo? Lo gasté todo en este viaje. ¿Los likes que conseguí con mi último post de Instagram? Ahí soy menos popular que el yogurt natural… ¿Mi prestigio profesional? No creo que eso le importe mucho al indio…. ¡Caramba!, ¡me quedan 10 segundos! ¿Qué hago? ¡Ah!, ¡pero si tengo las gafas de la Teología! Me las pongo, justo a tiempo, y analizo la situación.
– Ya lo tengo, y ponga atención, cacique, pues si valora lo que tengo para decir, seguro que lo convenzo y me invita a comer. Aunque yo me quedo contento solo con las patatas, ya me entiende. Aquí voy: ¡Los seres humanos valemos mucho, más que todo el universo con sus galaxias y estrellas reunidas!
– Jaja –El cacique y su ejército se parten de risa– ¿Qué te parece esto, flecha envenenada? Una frase linda, no lo niego, pero dame argumentos. Y rápido, porque tenemos hambre...
Es verdad que somos más frágiles que la cáscara de huevo, sobre todo después de que Adán y Eva cometieron el pecado original. Pero veo 7 buenos argumentos para afirmar que los seres humanos valemos mucho.
En primer lugar, Dios nos creó. No como parte de una multitud de individuos iguales, sino como personas libres y originales. Eres único en la historia: es única tu cara, tu estornudo, tu caminar. Además, somos los favoritos de Dios en la Creación.
Segundo, Dios nos creó a su imagen y semejanza. Por tanto, estamos llenos de vida espiritual. ¿Por qué nos gustan tanto los superhéroes? Pues, porque nosotros también podemos serlo en la medida que vamos descubriendo nuestro propio superpoder: somos capaces de amar, y mucho.
Tercero, Dios nos sostiene en la existencia. Él está continuamente pensando en nosotros: nos conoce y nos contempla desde que somos niños pequeños, e incluso desde mucho antes, cuando sólo existíamos en sus planes. No hay segundo que pase sin que esté pensando en ti, con atención y afecto.
Cuarto, Dios nos ha dejado el universo en herencia. Así como mi padre me podría regalar las llaves de un coche –aprovecho de darle la idea–, Dios nos dio las llaves del mundo para que sea nuestro hogar.
Quinto, la segunda Persona de la Santísima Trinidad ha venido a la tierra para decirnos que Dios nos ama hasta el extremo. Jesucristo nació de María Santísima, nos salvó con su muerte en la Cruz, resucitó y se quedó en la Eucaristía para estar más cerca de ti. Valemos toda la sangre de Cristo[1].
Sexto, gracias al Bautismo, adquirimos la dignidad de hijos de Dios. ¿Cómo podemos pensar que valemos poco, si Dios es nuestro padre?
Por último, Cristo ha fundado la Iglesia para acompañarnos por medio de los sacramentos. Si todavía tienes dudas sobre cuánto vales, anda a ver a Jesús al Sagrario y pregúntaselo personalmente.
En conclusión, vales infinito. Debes estar tranquilo y feliz, porque Dios te creó a su imagen y semejanza, te quiere y sostiene en la existencia, te dio un hogar precioso y es tu Padre. Eres hijo de Dios y puedes tener una relación muy estrecha con Él gracias a los Sacramentos, a su Palabra y a tu oración. Valórate y quiérete, porque vales más que la Vía Láctea, y todos los lácteos, e incluso más que el dulce de leche.
¿Cómo termina la historia del turista en Brasil?
– Bueno, capi cacique, ¿qué le parecen mis argumentos?, ¿verdad que le convencen?
– No te hemos entendido mucho. Pero quizá desde la olla nos lo podrás explicar mejor.
Es que para descubrir lo mucho que valemos hay dos etapas: por una parte están los argumentos y por otra la reflexión personal y en silencio. Al indio le faltó la segunda parte.