Nos hemos enterado de que ha sido propuesta una reforma al código penal y al sanitario de manera de permitir el denominado “aborto terapéutico”.
El proyecto de ley –copio la información aparecida en La Segunda– plantea en su artículo 1º agregar los siguientes incisos finales al Artículo 345 del Código Penal: “no se considerará aborto cuando se produzca la muerte del feto como consecuencia de una intervención, tratamiento o administración de algún fármaco que sea indispensable para salvar la vida de la madre, lo que deberá ser certificado por un grupo de tres médicos”. El proyecto, además, incluye lo necesario para que ante una inviabilidad fetal, certificada por tres médicos, no sea punible la “interrupción del embarazo”.
¿A qué viene este cuento ahora? Antes que todo, y tal como recordó Patricio Walker, una ley de esta naturaleza es absolutamente innecesaria. Walker dijo que “no es necesario legalizar el aborto porque no hay ningún caso en Chile en que una madre que haya interrumpido el embarazo para salvar su vida esté siendo procesada, investigada o encarcelada”.
¿Cuál es el interés de Rossi y Matthei de perder el tiempo en preparar y discutir una ley que, más allá de la cuestión de fondo, es inútil? ¿Por qué hacerle perder el tiempo a los demás parlamentarios? Rossi y Matthei nos dejan en la estacada: no podemos sino pensar mal. En el mejor de los casos, la explicación sería que ambos necesitaban “prensa”, la cual, ellos lo sabían, la podían obtener fácilmente con este tema. La otra, menos generosa, sería que, sabiendo ambos que el proyecto de ley es innecesario y políticamente inviable, querían mandar una señal –como se dice ahora– para reinstalar el tema del aborto en Chile, sea como parte de una estrategia a largo plazo para legalizarlo, sea como una estrategia para molestar al gobierno al obligarlo a tomar posición ante temas que le incomodan. Si fuera esta segunda explicación, quizá no se trata de que ambos hayan estado pensando en las estrategias señaladas, sino uno solo de ellos. Un estratega y un tonto útil. La eterna combinación de la política moderna. Adivine usted quién sería quien.
Pero en fin…, éstas son solo elucubraciones de un espectador quizá demasiado suspicaz y demasiado escéptico respecto de las bondades de nuestros políticos. Vamos por eso al fondo del asunto. Tiene razón Matthei cuando dice que la muerte de un niño no nacido, producida por algún tratamiento terapéutico brindado a la madre, no es necesariamente un aborto provocado, es decir, un asesinato. En este caso podría ser aplicable el principio de la llamada “acción de doble efecto”. Para que él sea aplicable, la condición fundamental, hay otras también importantes, es que las medidas terapéuticas no provoquen directamente la muerte del niño –que de eso se trata y no de una eufemística “interrupción del embarazo”– ni como fin ni como medio para salvar a la madre. ¿Era necesaria una ley para esto? Nunca, a nadie y en ninguna circunstancia se le había ocurrido perseguir judicialmente a una madre por esto. Nadie, aparentemente, lo había considerado aborto. Pero Rossi y Matthei estimaron que a alguien se le podría ocurrir. Bien por ellos. Propongo para ellos el premio a “los previsores del año”.
Hasta aquí el error cometido podría limitarse a que la distinción entre aborto y muerte del niño por una acción de doble efecto se planteó –al menos si se considera el modo como lo recogió la prensa– en relación con una ley de aborto, llámesele engañosamente terapéutico o no, cuando ella es importante, precisamente, para clarificar y resaltar la dignidad de la vida y la maldad intrínseca e irremediable del aborto provocado.
Pero, lamentablemente, el proyecto de ley va más allá y propone directamente el asesinato de niños cuando estos, aun sin nacer, no son viables, es decir, cuando nacerán muertos. La pregunta que salta inmediatamente es ¿qué carajo tiene que ver la inviabilidad futura de una persona con el hecho de matarla ahora ya? Si de viabilidad se trata, ¿qué proponen estos dos legisladores para los enfermos “inviables”? Por ejemplo, hay niños nacidos también inviables. Adultos. Ancianos. ¿También los matamos ahora si alguien se siente violentado con el hecho de que aún vivan? Además, a fin de cuentas, ¿no somos todos inviables si usamos la palabra tal como la usan estos dos legisladores? Todos vamos a morir en el futuro, antes o después, por lo tanto ¿por qué no adelantarnos al hecho? Estoy consciente que hay razones más de fondo para resolver este asunto. Pero la inoportunidad y el desatino de este par de legisladores no invita a indagar ahora en ellas. Basta por eso con una pequeña dosis de sentido común.
Pero el desatino va más allá.
Cuando Matthei fundamenta el proyecto de ley ante la prensa dice: “hay mujeres que se sienten absolutamente violentadas en nuestra sociedad, ya que sabiendo que ese feto no tiene ninguna viabilidad de nacer vivo se les obliga a seguir adelante con el embarazo hasta el final”. ¡¡¡¿¿¿Perdón sra. Matthei???!!! No se si mi jurásica condición me impedirá agarrar todo el sentido de sus palabras, impidiéndome entrever en ellas algo cuerdo. Lo que yo hubiese pensado, así de buenas y primeras, es que lo importante no es considerar quien se siente violentado, sino quien es violentado. Probablemente, como persona de a pie, tiendo a pensar que el que padece la violencia es la persona que como probablemente va a morir en el futuro, es asesinada por otra ahora en el presente. No se me hubiese ocurrido pensar que la que padecía la violencia era la que según todas las apariencias era quien la estaba cometiendo.
Será que no entiendo… ¿o será simple demagogia?
José Luis Widow Lira
Publicado originalmente en Viva Chile.org