La Diócesis de Granada ha denunciado públicamente este lunes la intolerancia religiosa de dos docentes de Zújar que han obligado a su compañera y profesora de Religión a retirar dos símbolos religiosos que ésta tenía en su espacio personal en el departamento que comparte con otros docentes.
Más concretamente, según ha informado la Diócesis, se trata de dos profesores del instituto Al-Zujayr de Zújar los que han obligado a retirar los citados símbolos porque, según ellos, se sentían ofendidos por la visión de estos símbolos.
No hace falta deciros que estoy de acuerdo con esos profesores ofendidos. Es más, a mí me ofende que los sacerdotes vayan con su sotana por la calle. ¿Es que se creen los curas que la calle es suya? ¿Se creen que pueden ir por la vía pública como el que va por el pasillo de su casa? Si quieren ir vestidos con sus hábitos, que lo hagan en el salón de su casa donde no molestan a nadie.
¿Pero qué hace todavía el Valle de los Caídos en pié? ¿Pero qué hacen tantos sagrados corazones en las puertas de las casas? Eso es inconstitucional. Y además antimoderno. ¿Qué hacen las cruces en los cementerios? ¿Pero qué pinta una cruz en un cementerio? El cementerio es de todos. Qué dejen en paz a los muertos con sus cruces. ¿Y por qué tiene que salir tanto el Papa en la tele? ¡Que nos deje en paz, que no salga tanto!
Y después está Flanders, siempre restregándome su sonrisa, su felicidad, la unión con sus hijos, el cesped bien cortado de su jardín, siempre saludándome con alegría como echándome en cara toda mi vida.
Y después está el Padre Fortea con su blog de mil demonios. Que si este post de gatos, que si este post de lo que hice ayer, que si ocho post acerca de yo que sé, que si más post acerca de lo que soñé ayer, de lo que cené, de lo que no pensé. ¿Pero esto qué es?
Ya no puedo más, no puedo más. Y encima a mí, un ateo de toda la vida, me tiene que ocurrir que mi mujer se me hace supernumeraria del Opus Dei, y mi hijo trapense de la estricta observancia. Mi hijo que había sido seguidor de Carillo. Todo en el mismo año. Todo revelado en la misma cena de Navidad. El turrón casi se me sale por las orejas. Me tuve que sentar. Me entró como un hipo raro y se me fue el color de la cara.
P. José Antonio Fortea, sacerdote
Publicado originalmente en el Blog del padre Fortea