La noticia es de las más comentadas estos días: un profesor de La Línea de la Concepción (Cádiz) está siendo investigado por mencionar el jamón en una clase ante un alumno musulmán. Al parecer, el profesor -que lleva más de veinte años de docencia sin que haya ninguna otra queja sobre él en estos años- daba una clase sobre los climas de la tierra. Y cuando hablaba de los climas fríos, mencionó que en la localidad granadina de Trévelez, gracias a sus bajas temperaturas, se producen unos jamones exquisitos.
Cualquiera pensaría que el profesor propuso un ejemplo inocente. Pero el caso es que uno de sus alumnos es musulmán y se molestó por la mención del cerdo, animal prohibido para ellos. Desde entonces el profesor está pasando por un verdadero calvario: la familia lo denunció en la comisaría y en la Delegación provincial de educación por xenofobia e incluso ha recibido la visita de la policía.
Este asunto seguramente no pasará a la historia más que como una estrafalaria anécdota y no parece que vaya a tener consecuencias, pues hasta las autoridades regionales han manifestado su apoyo al profesor. Pero pienso que merece unas reflexiones porque indica una tendencia.
En efecto, parece que se ha instalado la opinión de que son reprobables los ataques a los sentimientos religiosos de todos los creyentes, salvo los cristianos. Es como si los cristianos no tuvieran derecho a tener sentimientos religiosos. Todos somos testigos de que los insultos y la intolerancia a la religión católica -estos sí reales, no como la alusión a los jamones de Trévelez- son constantes y habituales. El arte se usa como excusa para agredir los sentimientos de los cristianos, se critica la predicación de sacerdotes y obispos desde instancias públicas, se expulsan los símbolos religiosos de los colegios porque un alumno -solo uno- es agnóstico, se injuria a lo que los cristianos consideran lo más sagrado, y tantos otros ejemplos.
Son tantos los casos que el Observatorio sobre la Intolerancia y la Discriminación contra los Cristianos, una institución independiente con sede en Viena, se preocupa por la cristianofobia o cristofobia generalizada en Europa. Este organismo registra 234 casos de intolerancia en Europa en los cinco últimos años, entre ellos actos de vandalismo y odio, ataques a iglesias y símbolos religiosos, manifestaciones de odio y ofensas contra personas incluyendo la violencia física más dura: en Fulda (Alemania) dieron una paliza a un sacerdote de 78 años dejándolo por muerto; en Turín unos encapuchados golpearon a cuatro monjes en su monasterio; los monjes fueron hospitalizados. Los casos más duros son los tres ataques en Turquía en los que se asesinó a cinco cristianos. Algunos casos afectan a miles de personas, como los 55.000 españoles que objetan a la Educación para la Ciudadanía. También se ha recurrido al fuego: hubo un intento de incendiar el interior de una iglesia en Viena en febrero de 2010, una parroquia greco-melquita fue incendiada en Bélgica en diciembre de 2008, y lo mismo ocurrió con una capilla y un colegio católico en Montpellier (Francia) en junio de 2006.
Surge una reflexión de lo que se intuye como un agravio comparativo. ¿Por qué las autoridades se esmeran en combatir cualquier ofensa a los sentimientos de los musulmanes o de otras religiones y pasan por alto las ofensas a los sentimientos de los cristianos?
Es significativa la reacción ante las profanaciones de cementerios. En Francia fueron profanadas 37 tumbas musulmanas el pasado septiembre, lo que provocó una investigación de las autoridades sobre las profanaciones a lugares sagrados. La conclusión fue que de los 291 lugares de culto profanados en Francia entre el 1 de enero y el 30 de septiembre de 2010, 231 (el 79%) eran cristianos, 34 musulmanes y 26 judíos. Además fueron profanados 194 cementerios en aquel país, de los que 179 (el 92%) eran cristianos, 9 judíos y 6 musulmanes. Por lo tanto de los 485 incidentes registrados, 410 (el 85%) afectaron a centros cristianos, 40 a centros musulmanes y 35 a centros judíos.
¿Cuál es la reacción de las autoridades? El ministro francés del Interior Brice Hortefeux al enviar su informe a Bruselas manifestó su “voluntad indefectible de luchar contra estos actos de racismo [profanaciones antimusulmanas,se entiende] y antisemitismo [profanaciones antijudías] particularmente odiosos”. El 85% restante parece que no tienen derecho a tener sentimientos. Mons. Michel Dubost, obispo de Evry, se ha manifestado contra “el silencio ensordecedor de los poderes públicos, los políticos, la prensa y la opinión pública” ante los ataques a lugares sagrados cristianos, comparado con la prontitud de su reacción ante la profanación de una mezquita o una sinagoga.
Los ataques a los sentimientos religiosos siempre son reprobables y las autoridades deben combatir la intolerancia religiosa en todos los casos sin discriminar a los cristianos por ello. Hacer distinción entre cristianos y otros creyentes en esto -como en los demás campos de la vida social- es odioso. Ojalá que las autoridades intervengan con prontitud la próxima vez que algún cómico intente representar una obra blasfema.
P. Pedro María Reyes Vizcaíno, editor de iuscanonicum.org