Hace unos años, me contó un médico urólogo que, a comienzos de la Seguridad Social, tuvo que operar a un paciente para quitarle una piedra de un riñón. Aunque en la radiografía se veía claramente la piedra, tras varias horas de intervención, tuvo que llamar a la familia para comunicarles que no había logrado encontrar la piedra. El familiar le respondió. “Es que la echó ayer”. El médico no pudo por menos de preguntarle que por qué no se lo habían comunicado, respondiendo a ello el familiar: “es que si se lo decimos, a lo mejor no le opera”.
Acabo de llegar de Argentina y allí he tenido que dar varias charlas sobre nuestra Ley de aborto. Entre el material que he utilizado, una de las cosas que más me han impactado son las declaraciones de dos muy altos cargos de los ministerios de Igualdad y Sanidad oponiéndose a que la Consejería valenciana incluya fotos de fetos en los sobres a entregar a las madres gestantes. Copio literalmente: “Si meten esas fotos en los sobres estarán coaccionando la voluntad de las mujeres, empujándolas a no abortar. Y eso es torpedear el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. O sea, un incumplimiento de la ley”, dice Isabel Martínez, secretaria general de Políticas de Igualdad. “Vamos a vigilar el cumplimiento de la ley en todos sus extremos y esas imágenes están fuera de la ley. Si Valencia sigue adelante, lo impugnaremos”, remata José Martínez Olmos, secretario general de Sanidad. Isabel Martínez. “Unas fotos de fetos no son información objetiva, son pura coacción. La ley persigue que la información sea neutral y limpia para evitar que la mujer se sienta presionada. Si unas fotos así no son una presión, ¿qué son?”. Las cosas no quedan ahí, sino que ambos llegan a pedir a las mujeres valencianas que denuncien la circunstancia si se llega a producir.
Después de leer esto, es indiscutible que para los defensores de la ley del aborto éste es ya un derecho a promover, hasta el punto que hay que empujar a las mujeres a realizarlo, porque es su derecho y es una cosa buena. Los que por motivos profesionales, como yo, nos encontramos con frecuencia con los indiscutibles destrozos psicológicos y morales que ocasiona en las mujeres, y también en los hombres, uno de los actos más antinaturales que existen, y el más opuesto al instinto maternal que toda mujer lleva en sí, el asesinato del propio hijo, sabemos los inmensos sufrimientos que ocasiona el llamado síndrome postaborto, que tantas mujeres padecen. Me da la impresión, puestos a pensar bien, que estamos ante unos individuos que ni siquiera saben que existe este síndrome. Hoy mismo, en el último telediario que he visto, Zapatero afirma y se queda tan ancho. “Nadie tiene derecho a quitar la vida a nadie”.
Las afirmaciones de estos gobernantes y políticos me han llevado al siguiente interrogante: ¿Quién es más indocumentado, el señor que se dejó operar en una operación absolutamente innecesaria y sus familiares, o los políticos citados? Desde luego lo que no me cabe la menor duda es quienes son los más dañinos: ciertamente no quienes permitieron una operación innecesaria, sino quienes tratan de eliminar a los seres más débiles e indefensos que hay, los niños en el seno de su madre, y de paso consiguen así también arruinar la vida de sus madres, porque el dilema de éstas no es ser madre de un hijo o no serlo, sino ser madres de un hijo vivo o de un hijo muerto.
P. Pedro Trevijano, sacerdote