Por favor: césares y generales del Imperio Progre, dejad idiotizar a vuestras huestes.
Un artículo de Andrés Rojo en el semanario Alba me ha descubierto que Público continúa con su proceso de degradación mental de los progres. Después de regalar las obras de genocidas como Lenin y Trotski, derrotados por la realidad, ahora difunde a un farsante como Carl Sagan.
¿Por qué le llamo farsante? Porque él, que se las daba de científico puro e inmaculado, mintió a fin de difundir su teoría sobre el invierno nuclear. Así lo cuenta Jean-François Revel en su libro El conocimiento inútil, absolutamente imprescindible para cualquier guerrillero que luche contra el Imperio Progre:
... el informe del equipo de Sagan escapó curiosamente a tal formalidad [la evaluación por otros científicos]. Apareció sin obstáculos en la revista Parade, cuyo director, un tal Carl Sagan, no formuló ninguna objeción contra sí mismo. Pero negligencia mas inquietante aún -volvió a aparecer poco después (23 de diciembre de 1983) ligeramente retocado, y asimismo sin las evaluaciones usuales, en la prestigiosa revista Science. Luego, otro artículo de Carl Sagan sobre el mismo tema, «Nuclear War and Climatic Catastrophe», figuró unos días más tarde en el sumario de la más venerable de las revistas norteamericanas de ciencias políticas, Foreign Affaires (invierno de 1983-1984). A finales de octubre, para que coincidiera con la aparición del número especial de Parade, tuvo lugar en Washington un coloquio sobre el tema: «El mundo después de la guerra nuclear». Se compilaron muy pronto las actas de este coloquio en un volumen titulado The Cold and the Dark (Frío y tinieblas), lo que se llama tener el pudor de no recurrir a los títulos hipnotizantes y a los groseros procedimientos de aporreamiento de los nervios del publico que utiliza la prensa sensacionalista, por otra parte tan despreciada por los intelectuales «liberales».
Unos años después, la teoría fue refutada en otros informes, éstos sí elaborados con métodos científicos. Pero Sagan en ningún momento se retractó. Siguió pidiendo dinero para su negocio: contactar con civilizaciones extraterrestres. Creía sin pruebas en el invierno nueclear, en que hay vida en otros mundos y en el darwinismo. ¿Cómo llamaba Sagan a los que creían sin pruebas? ¿Fanáticos?, ¿supersticiosos?, ¿bobos?
Para nuestra izquierda, a la que las tribunas publicadas en El País les dan dolor de cabeza, aunque lleven ilustraciones y sumarios, Carl Sagan es el máximo nivel al que llegan, porque sale en televisión con colores. Alejandro Amenábar confesó que su conocimiento de la filósofa Hipatia se limitaba a la serie de televisión de Sagan. ¡Ni Wikipedia, vamos! Con esa documentación, más la conocida moralidad superior del progre ("YO me voy a cargar el cristianismo"), le salió un peñazo que ha hecho perder dinero a los productores.
Pedro Fernández Barbadillo