Juan Pablo II lo dijo y escribió muchas veces. Por ejemplo, en la “Gran oración por Italia” , en 1994:
“Como nación, Italia tiene muchísimo para ofrecer a toda Europa. [...] A Italia, conforme a su historia, le está confiada en modo especial la tarea de defender para toda Europa el patrimonio religioso y cultural introducido en Roma por los apóstoles Pedro y Pablo” .
También Benedicto XVI, en el discurso a la IV Asamblea Eclesial Nacional de la Iglesia italiana, congregada en Verona, el 19 de octubre de 2006:
“Italia constituye un terreno muy favorable para el testimonio cristiano, pues la Iglesia aquí es una realidad muy viva, que conserva una presencia capilar en medio de la gente de todas las edades y condiciones. Las tradiciones cristianas con frecuencia están arraigadas y siguen produciendo frutos. [...] La Iglesia y los católicos italianos están llamados a aprovechar esta gran oportunidad. [...] Si sabemos hacerlo, la Iglesia en Italia prestará un gran servicio no sólo a esta nación, sino también a Europa y al mundo”.
Uno de los datos que probaría la capacidad y la vitalidad del catolicismo en Italia es la asistencia frecuente a la Misa dominical. Desde hace más de treinta años, todos los datos recogidos registran muy altos niveles de asistencia frecuente a la Misa, en comparación con otros países de Europa occidental: casi el 30% de la población dice que va todos los domingos, otro 20% entre una y tres veces al mes y otro 30% en Navidad, en Pascua y en las grandes festividades.
Para comparar, basta pensar que en Francia los que dicen que concurren a Misa todos los domingos son menos del 5% de la población.
Pero estos datos registran precisamente la asistencia frecuente “declarada” a la Misa, es decir, la que se recoge de las respuestas a las indagaciones. Mucho menos se sabe sobre la frecuencia “real”, resultado que se obtiene contando a los que van efectivamente a la iglesia.
Dos indagaciones
En Italia, sólo dos veces y sólo en dos diócesis se ha contabilizado la presencia efectiva en Misa de un día domingo. Una primera vez en un domingo de noviembre del año 2005, en el territorio del patriarcado de Venecia. Una segunda vez en un domingo de noviembre de 2009, en la diócesis de Piazza Armerina, en Sicilia.
De la indagación veneciana, dirigida y analizada por el sociólogo Alessandro Castegnaro y por el demógrafo Gianpiero Dalla Zuanna, dio cuenta en su momento www.chiesa:
La Italia que va a misa de verdad: una investigación reveladora (8.2.2007)
Los datos de la indagacion de Piazza Armerina han sido difundidos hace poco, en un libro escrito por los editores responsables del Centro Studi sulle Nuove Religioni [Centro de Estudios sobre las Nuevas Religiones], CESNUR, los profesores Massimo Introvigne e PierLuigi Zoccatelli:
M. Introvigne, P. Zoccatelli, “La messa è finita? Pratica cattolica e minoranze religiose nella Sicilia Centrale”, Salvatore Sciascia Editore, Caltanissetta-Roma, 2010.
De ambas indagaciones surge que los practicantes efectivos son menos que los declarados.
El caso polaco
Polonia es el único país en Europa y en el mundo en el que se dispone de datos amplios, en el tiempo y en el espacio, sobre la asistencia frecuente a Misa. Allí, la Conferencia Episcopal organiza anualmente, desde 1980, un “domingo de las estadísticas” , en el que un ejército de voluntarios cuenta, a lo largo del país, la presencia efectiva de fieles en la Misa y la cantidad de comuniones.
También en Polonia se registra una diferencia. Examinando los datos de los últimos doce años, mientras la frecuencia declarada a la Misa dominical se ha estabilizado en el 56-58%, la presencia efectiva el día domingo en el que se hizo el recuento es del 44-47%.
En consecuencia, analizando los datos que poseen, los obispos polacos distinguen varias tipologías de católicos: los “dominicantes”, como los llaman en latín, es decir, los practicantes efectivos registrados en el recuento; los “practicantes declarados”, es decir, los que se definen como tales en las investigaciones de campo; los “practicantes irregulares”, que dicen que van a Misa una vez al mes, y por último los simplemente bautizados que a pesar que no practican siguen llamándose católicos.
Esta clasificación muestra al catolicismo polaco como compuesto de círculos concéntricos: en el exterior una más vasta “comunidad bautismal”, y en el interior una más restringida “comunidad eucarística”.
En el libro, el profesor Introvigne hace notar que también la Conferencia Episcopal Italiana ha adoptado esta última distinción, en un documento programático del año 2001: “Comunicar el Evangelio en un mundo que cambia”.
El caso siciliano
La diócesis de Piazza Armerina, en Sicilia, cuenta con cerca de 220 mil habitantes, de los cuales el 3,5% es no católico, prevalentemente pentecostales y testigos de Jehová. Entre el sábado a la tarde y el domingo a la tarde del 21-22 de noviembre de 2009, cerca de 200 voluntarios contabilizaron la presencia y las comuniones en las 320 Misas celebradas en todas las diócesis, incluidas las Misas de los neocatecumenales y las comuniones llevadas a los enfermos.
Así se ha comprobado que mientras en las investigaciones de campo los católicos que dicen que van a Misa todos los domingos son el 30%, los efectivamente vistos en las iglesias han sido el 18,5%.
Pero esto no significa –advierte el profesor Introvigne– que entre los primeros haya practicantes “falsos” opuestos a los practicantes “verdaderos” . Hay que leer ambas cifras en un contexto más vasto, que incluye a los que declaran una práctica religiosa al menos mensual, el 51,4%, a los que se declaran de todos modos católicos, el 92,2%, y a los que se declaran más genéricamente religiosos, el 96,7%.
De hecho, ese 30% que dice que va a Misa todos los domingos aunque no todos van siempre, “indica una intención y una aspiración a participar en la Misa que es de absoluta importancia para todo discurso sobre la identidad y la identificación de los católicos”. En una forma distinta pero real, también ese 51,4% de practicantes ocasionales se siente y es católico. Y lo es también el círculo más amplio de la “comunidad bautismal”.
Naturalmente, los “dominicantes” practican la religión en una forma más intensa. El 70% de los que han asistido a Misa en la diócesis de Piazza Armerina en el día del recuento también han comulgado (mientras que en Polonia comulga sólo un tercio de los presentes a la Misa, signo no de menor fervor sino más bien de una pastoral diferente). Además, una gran mayoría de ellos dicen que se confiesan al menos una vez al mes.
Son una minoría entonces de todos modos consistente en el interior de esos círculos concéntricos que definen la relación con la religión católica y confirman el carácter excepcional de Italia en el panorama secularizado de Europa occidental.
La incógnita surge respecto a la permanencia en el tiempo de esta excepcionalidad. Porque, en el interín, de otra investigación de mayor alcance sobre la Italia religiosa emergen serias dudas sobre esa permanencia.
El desmoronamiento de los más jóvenes
La investigación es la que dirigió el profesor Paolo Segatti, de la Universidad de Milán, para la revista “Il Regno” , que la publicó en el número del 15 de mayo de 2010.
La investigación ha confirmado la fuerte impronta católica de gran parte de la población italiana, tanto en lo que se refiere a la Misa y a los sacramentos, al creer y al rezar, a la auto-identificación católica y a la confianza en la Iglesia.
Respecto a la Misa, el 28% de los entrevistados ha dicho que iba todos los domingos, un poco más abajo del 30% promedio de las últimas tres décadas.
Pero la investigación ha sacado a la luz una fractura dramática entre los nacidos después de 1981 y las generaciones anteriores. “Parece que observáramos realmente otro mundo”, escribe el profesor Segatti. “Los más jóvenes son entre los italianos los más ajenos a una experiencia religiosa. Van menos a la iglesia, creen menos en Dios, rezan menos, tienen menos confianza en la Iglesia, se definen menos como católicos y consideran que ser italiano no equivale a ser católico”.
El derrumbe es tan neto como para hacer desaparecer también las diferencias en la práctica religiosa entre los hombres y las mujeres –éstas últimas mucho más practicantes–, típica de las anteriores generaciones. Entre los más jóvenes también las mujeres van muy poco a la iglesia, en forma parecida a los varones.
Comenta Segatti:
“Ya se entrevé la futura condición de minoría del catolicismo en Italia. Es imaginable que cuando los hijos de la generación más joven sean padres, darán una ulterior contribución a la secularización”.
Emergencia educativa
De cuanto se ha dicho, se puede entender por qué los obispos italianos y el mismo Papa Benedicto XVI han identificado en la “emergencia educativa” un problema clave para la Iglesia italiana de hoy en día. En efecto, la educación abarca también la transmisión de la fe católica de una generación a la otra.
Un clamoroso signo revelador de esta “emergencia” está dado justamente por el documentado derrumbe de la práctica y del “sentido” religioso entre los más jóvenes.
Esto se produce a pesar de que que el 94% de las familias italianas inscriben a sus hijos en la hora de religión y, en las escuelas de grado superior, deciden aprovecharla el 84% de los estudiantes.
En esos niveles de edad, son porcentajes excepcionalmente altos. Pero evidentemente, vistos los resultados, tanto en la enseñanza religiosa en las escuelas como en la enseñanza del catecismo en las parroquias, esos porcentajes no están a la altura del desafío, en una Iglesia como la italiana, llamada a ser modelo para las otras Iglesias de la Europa secularizada.