Lamento decepcionaros pero tenía que decirlo: el sistema educativo funciona. Es prácticamente perfecto. Educar, no educa, pero es que no fue creado –ni es mantenido– para educar. El sistema educativo fue creado, en primer lugar, como parking de niños. Es un lugar dónde puedes dejar a tus hijos durante muchas horas al día y, así, dedicarte a tu vida de adulto. Meter a los niños en la escuela te permite pasar ocho horas diarias en un trabajo que no te gusta por un sueldo que, probablemente, tampoco te compense.
Empezamos (empiezan) por escolarizar a los niños de tres años y enseñarles cosas que aprenderían de todos modos. ¿Alguien cree de verdad que los niños no aprenderían los colores, los números o los conceptos de “grande”, “pequeño”, “cerca” y “lejos” si no fueran al cole? Los niños aprenden sin dificultad cualquier cosa que les interese o que les resulte útil en su vida diaria.
Los niños crecen y les obligamos (les obligan) a leer un libro por semana y resumirlo. Un libro que, quizás, es infumable. Un libro que, aunque sea espléndido, quizás ellos no habrían elegido. Con lo que sembramos la semilla del odio a la lectura. Siguen creciendo y seguimos (siguen) obligándoles a estudiar cosas que ni les interesan ni les servirán para nada más que para seguir estudiando, para pasar de un curso a otro y sacarse un título tras otro.
Los niños y los adolescentes no pueden trabajar (no es que no sean capaces, es que es ilegal que lo hagan) y tampoco pueden estar todo el día en la calle o en sus casas sin vigilancia mientras sus padres trabajan. Así que el sistema educativo es la solución perfecta al problema que nos hemos creado.
Con cada crisis económica, el Estado ha añadido más años a la enseñanza obligatoria. Esos cursos de más han tenido que llenarse de contenido, para lo que se ha ampliado el currículum con materias de todo tipo. La inercia de los años nos ha llevado a convencernos de que uno no estaba correctamente educado (académicamente hablando) si no sabía hacer un análisis morfosintáctico, despejar la X y “cantar” la lista de los reyes godos. Obviamente, ante una situación general de falta de trabajo, al Estado le interesa más tener estudiantes que tener parados. Nos han convencido de que una carrera universitaria es imprescindible para triunfar en la vida. Y, después de la carrera, mejor si complementas tu formación con un postgrado o un doctorado. Así que los jóvenes no entran en el mercado de trabajo (o en las listas del paro) hasta los treinta años de edad, más o menos.
El sistema funciona. Es un sistema perfecto que, además, mantenemos entre todos, nos guste o no, lo utilicemos o no. Es el parking de niños más barato del mundo, porque no pagas lo que cuesta. Todo sea por el bien común.
Publicado en www.juandemariana.org
Publicado en © Fundación Burke, 9 de julio de 2010