El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, de nuevo se convierte en objetivo de las críticas recalcitrantes del cinismo de periodistas, que se dicen católicos, pero muestran su odio más obstinado contra los pastores de la Iglesia que son fieles al magisterio y al Papa.
Una vez más, la web de “Cuentolandia Digital”, amparándose en una libertad farisáica, es decir, preñada de hipocresía y mentira, ataca a Mons. Munilla porque pide respeto y obediencia hacia su ministerio pastoral. Ese trasnochado progresismo eclesial del que se jactan dichos periodistas, no esconde otra cosa sino amargura y frustración porque, habiendo sido sacerdote alguno de ellos, y renegados de su condición de hijos de la Iglesia otros, se ceban contra la bondad de un obispo que, desde que tomó posesión de la diócesis de San Sebastián, no ha hecho otra cosa que aunar junto a sí el deseo de todo un pueblo vasco por recuperar la confianza en un pastor que les lleve a una fe valiente en Jesucristo, libres de condicionamientos políticos y bagatelas de un populismo nacionalista rancio y gastado, contrarios a una verdadera esperanza y alegría critianas.
Lo que hay en el fondo de ese falso periodismo es la deslealtad y la cobardía. Deslealtad, que es signo de falta de obediencia, amparándose en una falsa concepción de la democracia, que argumenta sólo lo que más conviene a unos intereses partidistas contra lo más genuíno del Evangelio: la fidelidad a la verdad. Cobardía, porque, conociendo de sobra la rectitud de intención del nuevo obispo, que sólo busca el mayor bien para el pueblo fiel a él encomendado, prefieren esconder sus cabezas bajo la basura del oprobio y la degradación profesional.
No nos sorprenda que la obediencia sea un valor a la baja. Para esos periodistas, buscadores de carroña para ser exhibida en una supuesta evidencia informativa, sólo les mueve su propia muerte a la fe en el Evangelio, y el sensacionalismo que ya Caifás, en tiempos de Nuestro Señor, hizo gala ante Pilato, como condición para reconciliarse con lo políticamente correcto, es decir, pactar con los enemigos de Dios. La verdadera obediencia, en cambio, sólo puede entenderse cuando buscamos, verdaderamente, la voluntad de Dios, y no nuestro encabritado capricho, para así exhibirnos con máscaras de mansedumbre y luz, que son las que el diablo, en definitiva, sabe mostrar como las mejores de sus prendas. “Non serviam!” (“¡no serviré!”), fue el grito de Satanás ante la admiración de su propia soberbia, y ese ejemplo sigue siendo aún en nuestros días modelo para aquellos que, empeñados en destruir a la Iglesia, presumen de hipócrita lealtad a intereses bastardos. No se trata de exagerados profetismos desnortados, sino de corroborar con los hechos, que el magisterio del Papa es considerado por estos botarates del periodismo como una opinión devaluada, enemiga de sus ideales mercantilistas, con los que sólo buscan pingües beneficios a base de murmuraciones, difamaciones y maledicencias contra nuestros pastores legítimos.
Lo más lamentable, sin embargo, es que algunos obispos colaboren en esta web de “Cuentolandia” con sus propios artículos, porque piensan que es una manera de hacer un bondadoso apostolado. No confundamos los bienintencionados gestos con el chantaje de que no quieran hablar mal de uno a cambio de pastorales en formato “blog”, que favorecen la publicidad de permanentes mentiras e insultos en formato digital. Sobre todo, si se trata de informar de cuestiones en las que está en juego verdades sagradas de la persona, como son la fama y la dignidad, puestas en ejercicio por Mons. Munilla, por ejemplo, para un auténtico servicio a la Iglesia.
Eryel
Publicado en “Gárgolas y arbotantes”, blog de Espiritualidad Digital