Huir del sufrimiento es una realidad inherente a la naturaleza de todo ser viviente. Todos los animales, todas las plantas, todos los hombres y mujeres buscan escapar del sufrimiento, alejarse de él, protegerse, resguardarse, asegurar la vida, etc, y todo ello con poco éxito, mejor dicho con ningún éxito, pues el sufrimiento es connatural a la vida, y antes o después ineludible, e inaplazable.
En estos últimos tiempos estamos asistiendo a una huida desesperada de este compañero de viaje que es el sufrimiento:
En primer lugar la sociedad te impone que no toleres el sufrimiento en ningún sentido, y tal es así que a los niños de fines del siglo XX y más aun a principios del XXI se les educa en la permisividad y el consentimiento, en el pasarlo bien y el disfrute, es decir en el menor o nulo sufrimiento si es posible. Para constatarlo solo tenemos que ver como cualquier reprimenda paternal está mal vista, y ver como castigan a un niño nos resulta difícil de contemplar, es más, –vaya padres o maestros- dicen los que ven cualquier tipo de reprimenda, y así cualquier acto de violencia está penado hasta por ley, y anuncian los teléfonos para que los niños denuncien a sus padres, porque no se debe hacer sufrir nada a un niño.
En el tema femenino la huída es aun más grotesca. Para empezar podemos ver como los anticonceptivos no son sino el resultado del miedo al sufrimiento que puede producir un posible embarazo, el divorcio es la consumación sencilla y legal de la huida del sufrimiento que se produce como consecuencia de una relación matrimonial, finalmente el aborto no es más que otra huida de ese futuro, y posible sufrimiento que es el nacimiento de un niño, etc., etc.
Para el hombre la huida del sufrimiento tiene también su intríngulis. Hoy ya no se casan los hombres, y si lo hace con separación de bienes, y todo preparadito; ¿Por qué? Por miedo al sufrimiento que conlleva el matrimonio y preparando la huida del sufrimiento; El aumento de la homosexualidad también es en cierto sentido una huída del sufrimiento que comporta la relación con el otro sexo, quizá por ser desconocido, quizá por excesivo recubrimiento maternal que ha hecho de ese amor algo inigualable, y en otros casos por lo inhóspito y difícil de la relación con el nuevo y masculinizado sexo femenino, etc. El uso de la pornografía, la prostitución, etc., por parte masculina es también un modo de huir del sufrimiento dándose placer, etc.
También los ancianos están siendo inducidos y adoctrinados para no dar sufrimientos a sus familias, y hoy muchos de ellos prefieren la muerte al sufrimiento que les produce el que los tengan que cuidar sus familias o hijos. Y finalmente acuciados y faltos de ayuda para enfrentarse con la vejez, el sufrimiento y la muerte, y tras el agobiante adoctrinamiento para la eutanasia, se vislumbra la última de las huidas posibles del sufrimiento, la legalización de la eutanasia.
No juzgo a nadie por ello, no soy mejor que nadie, y entiendo y sé que todos los que actúan así no pueden hacer otra cosa, pero no puedo, ni debo callar lo que yo he recibido gratis.
Yo he tenido la gracia de haber sido muy corregido de niño, y estoy muy agradecido a maestros, profesores y a mis padres, que me han ayudado para darme una cierta capacidad de sufrimiento; Pero eso solo, no me valdría para enfrentarme a esta sociedad hedonista. Así mismo he contemplado como han vivido valientemente muchos de los que me rodean. sin renegar ni arrugarse, cargando con graves sufrimientos como el cáncer, la muerte propia, o la de familiares e hijos, y otras difíciles pruebas de sufrimientos y muertes, que me han enseñado el camino, pero esto tampoco sería suficiente para la hacer frente a la realidad que a todos nos arrastra hacia la huida del sufrimiento.
Sólo el haber conocido a Jesucristo, descubrir su entrada voluntaria en el sufrimiento por mí, descubrir cómo me ha amado cuando yo he sido un traidor, un necio, y un cobarde, etc, y sobre todo, cómo ha muerto por mí, cómo ha entrado en la muerte por mí, me permite hoy en medio de mis debilidades descubrir que el secreto de la existencia humana no es otro que entrar en la muerte, ser capaz de cargar con los sufrimientos de cada día, poder cómo la Virgen María estar en pie, frente a sus hijo traicionado, apaleado, sangrante y muerto.
Por eso yo hoy quiero invitarles a todos ustedes a celebrar la Pascua cristiana, a entrar con Cristo en el sufrimiento, y en la muerte, mirando como Él no se ha sublevado ante el sufrimiento, la injusticia y la muerte, y contemplar cómo no se ha vengado de nadie, cómo al contrario ha perdonado a los que lo insultaban, golpeaban y mataban, y de este modo aprender a vivir en medio de los sufrimientos de otro modo, y así, durante estas fiestas de Pascua desear morir con Cristo, para de este modo resucitar con Él, y aceptar por su gracia todos los sufrimiento de nuestra historia, por muy dolorosos y terribles que sean, porque detrás de cada uno de ellos está el secreto de nuestra felicidad, aun cuando muchas veces no los entendamos.
Feliz Pascua.
Andrés Marín de Pedro