(Post escrito con ocasión de un jesuita que afirma que no existe el demonio)
Ay, Masia, Masiá. Pero que travieso eres.
Perdona que te escriba sin signos de ortografia (*), pero es que estoy en Estados Unidos dando unas conferencias. Disculpa también que hasta hoy no haya tenido tiempo de sentarme en el ordenador a garabatear unas pobres líneas. Literalmente no he tenido tiempo.
Decías en tu escrito que los que creíamos en el exorcismo era o por ingenuidad supersticiosa, o por la busqueda de engañar, o por deseo de timar.
Yo, si esas son las opciones, me incluyo voluntariamente en la sección de ingenuidad supersticiosa.
Que conste que cuando he leído tu articulo, me ha gustado. Quiza nadie lo ha disfrutado más que yo. Y me ha gustado tanto, porque me encantan este tipo de temas setenteros hace tiempo ya extintos de los pasillos y aulas donde sí que se cuece la teología del futuro.
Este asunto, como tantos otros tan caros a tu generación, ya están superados. Por supuesto no en provincias y similares, pero en los otros lugares lo que ahora se discute no es si existe el demonio o si el hermano Pablo (Pablo VI de feliz memoria) debe demoler el Vaticano en un supremo acto de solidaridad proletaria. Eso ya paso. Esas golondrinas ya no volverán. Estamos en el siglo XXI, y ahora lo que se discute son las excelencias del Vetus Ordo, o si los cardenales deben llevar cola o no.
Si, tú y los tuyos nos disteis religión y catequesis a base de Juan Salvador Gaviota y El Principito, y en esa época era lo mas IN. Pero los jóvenes de hoy que van a misa, escuchan gregoriano, leen el Dentzinger en Internet y son más papistas que Roberto Belarmino. Por eso el tema que has sacado suena encantadoramente pre-Matrix. Nos retrotrae a la ingenuidad de la época ante-BladeRunner. Y eso es entrañable.
Claro que ten cuidado, hoy atacas al demonio, pero es que mañana te puede dar por atacar a las indulgencias, y pasado mañana puede darte contra la Bula de Santa Cruzada.
Estimado Masiá, no veas en mí a un fanatico, ni a un inquisidor. Yo en ti veo a un hermano, un hermano que piensa diferente de mí. Pero que conste que te quiero. Lo que pasa es que no voy a sacar la espada teológica para dilucidar un tema completamente demodé. Oye, ¿si voy a Japón me invitarás a un poco sushi? Me gusta mucho el sushi. Y ya sabes que el sushi de aquí se parece al de Japón, como tu teología a la de Roma. Y es que eso sí que no te lo voy a discutir, la ortodoxia del sushi esta en el país de sol naciente.
Me despido de ti deseándote lo mejor en espera de que algún dia demos un paseo amigable charlando de las cosas de debajo de la tierra y de las que hay sobre la tierra.
José Antonio Fortea, sacerdote
Publicado en el blog del Padre Fortea
(*) En esta versión para InfoCatólica hemos añadido los acentos.