El cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez afirmó el pasado sábado en la conferencia “Familia y Vocación” que el “tigueraje y el narco” se han ido adueñado del país, y me temo que sus planteamientos no son del todo precisos. Los tigueres, pelafustanes y hasta narcos que se han adueñado de la nación son los dirigentes y miembros de los partidos políticos que se llevan en sus bolsillos al país.
Si hay alguien que al hablar transmite autoridad, sus planteamientos son tomados en consideración, y los políticos no se atreven a irrespetar o al menos la gran mayoría, lo es el monseñor López Rodríguez.
Sin embargo, da pesar que sus palabras caigan al vacío, que eche perlas a los puercos, pues al dirigirse a los tigueres y a los narcos, estos les da un comino lo que diga él diga, porque no respetan la vida de sus familias ni mucho las de su prójimo.
En cambio, si el cardenal López Rodríguez encañona directo a los sectores políticos, a los principales dirigentes, para que estos prestasen atención al llamado de emergencia de la iglesia que expresa la desesperación de la población, y convoca a esos dirigentes y líderes a la “Cumbre de la Esperanza” para y por el bienestar del país, la mirada del dominicano dentro y fuera del territorio nacional estaría fija en la actitud de los políticos.
Si se redujera el tigueraje agrupado en facciones políticas, el narco chocaría de frente y no se les facilitaría promover los renglones de antivalores. Si el cardenal comienza miles o millones le seguirían, y todos unidos sin diferencia de credo, exigiríamos se expulsen de los partidos políticos a las lacras, tigueres, pelafustanes, rateros, defraudadores del tesoro nacional, de los buenos modales y de los valores que tanta falta hace en la sociedad.
Son los tigueres políticos que controlan la comunicación para transmitir maldiciones, proferir palabras obscenas para distraer y confundir a la población en cuanto al narcotráfico. Tal vez, y de una buena vez y por toda, el narco vería con preocupación la reducción sustancial de padrinos si se le tira al tronco del árbol, a la raíz, hasta secarlo y convertirlo en leña.
Margarita Canahuate