Me decía Bruno que por qué no escribía sobre el ayuno eucarístico en la Iglesia Ortodoxa. Creo que antes de hablar del ayuno podríamos ver que el Misterio al que precede dicho ayuno: La Eucaristía.
Los cristianos ortodoxos actualmente celebran la Eucaristía según tres ritos:
- La Liturgia de San Juan Crisóstomo, celebrada en la mayoría de los días del año.
- La Liturgia de San Basilio que se celebra diez veces al año: El día 1 de enero, que es el día en que se celebra la fiesta del Santo, los domingos de la Gran Cuaresma, el Grande y Santo Sábado, la Víspera de la fiesta de Teophanía y Navidad.
- La Liturgia de Santiago, Hermano del Señor, y primer Obispo de la Ciudad Santa, que se celebra actualmente sólo en Jerusalén y algunos otros lugares el día 23 de octubre, fiesta del Santo.
Existe otra liturgia llamada de los Dones Presantificados o de San Gregorio, Papa de Roma. Se celebra los miércoles y viernes de la Gran Cuaresma y el lunes, martes y miércoles de la Gran Semana. Lo que hace especial esta Liturgia es que no hay rito consecratorio, sino que se da en comunión a los fieles los Santos Dones consagrados en la la Liturgia del Domingo anterior.
Tanto la Lirurgia de San Juan Crisóstomo como la de San Basilio el Grande se dividen en tres partes:
- Oficio de la Preparación o de la Prothesis
- Liturgia de la Palabra o de los Catecúmenos.
- Liturgia Eucarística o de los fieles.
La primera parte de la Liturgia, el Oficio de la Preparación, es celebrado privadamente por el sacerdote y el diácono en la mesa de la Prothesis, con las cortinas del Santuario derradas. El oficio comienza con la entrada en el santuario de los sacerdotes y el rito de la vestición. Después en la mesa se prepara el pan y el vino para la Liturgia de manera solemne. Al finalizar este rito se da comienzo, normalmente, el Ofico de de la resurrección llamado Maitines u Orthos.
Después del oficio matutino de la Resurrección da comienzo la Divina Liturgia.
La Sinaxis o Liturgia de los Catecúmenos está compuesta por himnos o antífonas, letanías, y las lecturas bíblicas que se toman siempre del Nuevo Testamento (Apóstol y Evangelio) Las lecturas del Antiguo testamento se hacen en el oficio de Vísperas. La Liturgia Eucarística está formada por la Confesión de Fe y el beso de la paz, la Plegaria Eucarística, la santa comunión y la despedida de los fieles.
Ambas partes incluyen una procesión, la Pequeña Entrada en la Synaxis y la Gran Entrada en la Eucaristía. En la pequeña entrada, mientras se cantan las Bienaventuranzas, se lleva en procesión el libro de los Santos Evangelios; en la Gran Entrada, mientras se canta el Himno de los Querubines, se lleva el pan y vino que se han preparado en la Próthesis, desde la mesa en que han estado hasta el altar o santa mesa. Ambas partes tienen un momento cumbre: La lectura del Evangelio en la Synaxis y la Epíclesis del Espíritu Santo en la Eucaristía.
La creencia de la Iglesia Ortodoxa acerca de la Eucaristía viene expresada con claridad en el transcurso de la Plegaria Eucarística. El sacerdote recita la primera parte en voz baja hasta las palabras pronunciadas por el Señor en el Cenáculo: “Tomad y comed, esto es mi Cuerpo… Tomad y bebed, esto es mi Sangre” que son dichas en voz alta para que las escuchen los fieles. En voz baja de nuevo recita la Anammesis:
Conmemorando la Cruz, la Tumba, la Resurrección al tercer día, la Ascensión a Cielo, la Entronización a la derecha y la segunda y gloriosa Venida.
Continúa en voz alta diciendo mientras eleva el pan y el vino:
Lo Tuyo, de lo Tuyo te ofrecemos, en todos y para todos.
Con las cortinas del santuario cerradas, mientras asciende el fragante incienso y los servidores del altar están postrados se dice en voz baja la Epíclesis:
Envía tu Espíritu Santo sobre nosotros y sobre estos dones que hemos preparado; y haz que este pan sea el Precioso Cuerpo de tu Cristo, y lo que hay en este cáliz, la Sangre Preciosa de tu Cristo, transformándolos por tu Espíritu Santo. Amén, Amén, Amén.
Acto seguido el sacerdote y el diácono se postran en tierra ante los Santos dones recién consagrados.
Se hace evidente que el concepto del momento de la consagración se interpreta de modo distinto que en la Iglesia Católica. Según la teología ortodoxa no queda completa la consagración hasta el fin de la Epíclesis. No es que creamos que las Palabras de la Institución sean sobrantes y carentes de importancia. Al contrario, creemos que la Plegaria Eucarística entera constituye una entidad íntegra e indivisa, todo un movimiento ascendente y epiclético y que por tanto las tres partes de la plegaria, Acción de Gracias, Anammesis y Epíclesis, forman cada una una parte única, una parte íntegra del acto único de la consagración. Lo cual supone que si queremos aislar algún “momento de la consagración” no puede serlo antes del Amén final de la Epíclesis.
Las palabras que componen la Epíclesis ponen en claro y sobradamente, la creencia de la Iglesia Ortodoxa de que tras la consagración el pan y el vino se convierten plena y verdaderamente en el Precioso Cuerpo y la Sangre Preciosa de Cristo: nos son meros símbolos, sino realidad. Si bien se cree y afirma la realidad del Cambio, nunca hemos intentado explicar el cómo. En la Plegaria Eucarística se emplea el verbo matabalo, término que se puede traducir por convertir, transformar. Cierto que en el siglo XVIII no sólo los escritores individuales, sino los concilios como el de Jerusalén de 1672, se sirvieron del término transustanciación, metousiosis, más los Padres de Jerusalén añadieron que esta terminología no constituye la explicación de cómo se produce el cambio ya que es un misterio y siempre permanecerá incomprensible. San Juan Damasceno, en su libro Sobre la fe Ortodoxa en su capítulo IV nos dice:
Si preguntas cómo ocurre, basta con saber que mediante el Espíritu Santo… más que esto no sabemos, que la palabra de Dios es cierta, activa y omnipotente, pero su manera de actuar es insondable.
En todas las Iglesias Ortodoxas, el Bendito Sacramento es reservado en el artophorio, pequeño sagrario que está encima de la santa mesa y que contiene la reserva que es consagrada el Jueves Santo. No se celebran oficios de veneración pública del Sacramento reservado en el Santo de los Santos. Se reserva únicamente para el viático de los enfermos que se encuentran a punto de morir. Los Santos Dones son consumidos por el diácono al terminar la Liturgia.
La Iglesia Ortodoxa cree que la Eucaristía es Sacrificio tremendo e incruento. En la Eucaristía el sacrificio que se ofrece es Cristo mismo. Nuestras ofrendas de pan y vino son asumidas en el Sacrificio de Cristo y transformadas así en su Cuerpo y en su Sangre. Cristo es no solamente el sacrificio ofrendado, sino que Él es también quien celebra el acto ofrecido, en el sentido más profundo y verídico. Es Víctima y Sacerdote a la vez, Ofrenda y Oferente. Según la oración dirigida por el celebrante a Cristo justo antes de la Gran Entrada:
Tú eres el que ofreces y el que es ofrecido
Según el Concilio de Constantinopla celebrado en 1156, la Eucaristía es ofrecida a la Trinidad, y según dice San Nicolás Cabasilas en su Comentario a la Divina Liturgia:
El sacrificio no es mera expresión figurativa ni símbolo, sino verdadero sacrificio; no es el pan lo que se sacrifica, sino el mismo Cuerpo de Cristo; el Cordero de Dios fue sacrificado una vez nada más y para siempre… El sacrificio eucarístico consiste no en la verdadera y cruenta inmolación del Cordero, sino en la transformación del pan en el Cordero sacrificado.
La Eucaristía no es ni mera conmemoración ni representación imaginaria del sacrificio de Cristo, sino el propio sacrificio, auténtico; sin embargo, no es un nuevo sacrificio, ni la repetición del sacrificio del Calvario, puesto que el Cordero fue sacrificado una vez nada más y para siempre. Los episodios ocurridos en el sacrificio de Cristo: la Encarnación, el Cenáculo, la Crucifixión, la Resurrección y la Ascensión, no se repiten en la Eucaristía, sino que se hacen presentes. Como dice P. Evdokimov en su libro La Ortodoxia:
Durante la Liturgia, mediante su poder divino, somos arrebatados al punto donde la eternidad se intrínseca con el tiempo, punto en el que nos convertimos en participantes contemporáneos de los acontecimientos que conmemoramos. Todos los Cenáculos de la Iglesia no son más que un solo Cenáculo, único y eterno, el de Cristo en la Sala del piso alto. El mismo acto divino ocurre en un momento histórico específico, y a la misma vez siempre es el mismo acto que se ofrece en el sacramento.
Espero que sirvan estas palabras para comprender lo que supone la Divina Liturgia y el Divino Sacramento para los ortodoxos. Si Dios quiere, la semana que viene y en este contexto explicaré como se preparan los cristianos ortodoxos para participar en este tremendo y divino Misterio.
Nicolás Vera Illan, sacerdote ortodoxo