Seguramente por dinero.
Trataré de explicarme. Hace más de dos años el Comité central de los católicos alemanes y los obispos del país emprendieron una reflexión conjunta sobre el futuro de la Iglesia en Alemania. Este Camino sinodal ha acabado proponiendo abiertamente romper con el magisterio y la tradición de la Iglesia en la moral sexual y la ordenación de mujeres, aparte de apostar por el fin del celibato sacerdotal y otras ideas heterodoxas.
En los últimos meses, el Vaticano ha confirmado de diversas maneras lo que ya les había venido advirtiendo en los últimos años, a saber, que sus propuestas se salían del marco de la ortodoxia doctrinal mínima. A pesar de las advertencias, numerosos obispos han expresado que sus medidas se tienen que aprobar porque son necesarias para el buen desarrollo de la Iglesia, y no solo en Alemania sino en todo el mundo. Algunos de ellos han llegado a decir abiertamente que si no salían adelante abandonarían la Iglesia y habría un cisma.
Como el Papa no ha cedido a las presiones, en los últimos meses, los prelados alemanes han propuesto no cerrar el camino sinodal y crear una comisión que mantenga abiertos los debates y siga presionando a los pocos obispos alemanes que todavía se resisten a adoptar doctrinas heréticas. También así ganarían tiempo para buscar compañeros de viaje en otros países, de modo que parezca que sus propuestas son un reclamo universal. Sin embargo, el Vaticano les ha prohibido también crear cualquier tipo de organismo no previsto por el derecho canónico y más aún si socava la independencia de los obispos.
Como se ve, la tensión entre Roma y Alemania no deja de crecer y lo hará aún más en marzo, cuando tenga lugar la última fase de reuniones previstas en el Camino sinodal alemán. A lo largo de estos años, muchos se han preguntado por qué los obispos, sacerdotes y laicos que están a favor de las ideas heterodoxas no abandonan la Iglesia católica y se unen a algunas de las iglesias protestantes que existen en Alemania y aceptan ya esas tesis. Y la razón, como apuntábamos al comienzo del artículo, muy posiblemente sea el dinero.
Los laicos que trabajan para la Iglesia
Veamos algunas cifras. Los católicos y algunos protestantes alemanes pagan un 9% más de impuestos que el resto de ciudadanos, aunque en los últimos años el número de católicos que abandonan -y por tanto quedan exentos del pago de ese impuesto- la Iglesia oficialmente está siendo alarmante, nada menos que 350.000 el año pasado.
La Conferencia Episcopal Alemana obliga a todos los católicos que viven y cotizan en Alemania a pagar los impuestos previstos. De no hacerlo, no pueden recibir los sacramentos, aunque es cierto que la mayoría de párrocos no tiene en cuenta este asunto y administran los sacramentos con independencia de estar al día de los pagos correspondientes. En ocasiones se oye decir que algunos fieles han tenido problemas, pero sin duda alguna son la excepción, no la norma, y es fácil acudir a otra parroquia para poder practicar con libertad.
Actualmente la Iglesia en Alemania ingresa por impuestos unos 6.500 millones de euros, lo que la convierte en la más rica del mundo por número de fieles. Para hacerse una idea de lo que supone esa cifra, basta pensar que el presupuesto medio de una diócesis alemana es el doble que el de la diócesis de Madrid, teniendo un número de fieles muchísimo menor.
Con ese dinero se financian muchas obras sociales (hospitales y colegios), así como ayudas a la Iglesia en países más pobres. La estructura de trabajadores que posee es tan grande, que solo la supera la administración pública. Como ocurre en muchas iniciativas apostólicas de la Iglesia en Europa, muchos de sus trabajadores no practican el catolicismo y no les preocupa que esas instituciones pierdan su identidad cristiana poco a poco. Es más, muchos lo prefieren, pues así los colegios y hospitales de la Iglesia son mejor percibidos por la opinión pública y ganan aceptación social. Por eso, a nadie le extraña que esos mismos empleados no creyentes presionen sutil o abiertamente a los obispos de sus diócesis para ir descafeinando poco a poco el magisterio tradicional de la Iglesia.
Pero los laicos poco creyentes no son la única variable que explica lo que ocurre en Alemania actualmente.
La riqueza de la jerarquía
El sueldo de un párroco alemán oscila entre los 3.500 y 4.500€ mensuales, mientras que el de un obispo está entre los 10.000 y 15.000€. El sueldo de los sacerdotes es el equivalente al de un profesor de enseñanza media, lo cual ayuda a ponerlo en perspectiva, pero también podemos compararlo con los 1.000€ que cobra un cura en España, cuando el sueldo de un profesor de instituto llega a los 2.000€. En definitiva, los presbíteros alemanes cobran el triple y eso que también tienen cubiertos los gastos de residencia.
En conclusión, el poder adquisitivo de un sacerdote en Alemania es enorme. Por eso, no resulta extraña la anécdota que me contaba un sacerdote alemán cuando llegó a una reunión de párrocos y, al bajarse de su coche -un polo- en el parking, otro sacerdote le preguntaba cómo alimentaba a ese coche. «Usará leche, en vez de gasolina», le decía jocoso, mientras se bajaba él de su Jaguar.
Es solo una anécdota, pero ilustra la facilidad con la que puede mundanizarse el clero cuando tiene a su disposición grandes recursos económicos. Si tenemos esto en cuenta, podemos entender con facilidad lo mucho que cambiaría la vida de un sacerdote alemán, ¡y no digamos ya la de un obispo!, si abandona la Iglesia católica y al día siguiente pasa a ser un sacerdote secularizado, es decir, un ciudadano como cualquier otro. ¿De qué vivirá? Quizá los sacerdotes sean acogidos en otras iglesias protestantes, pero lo que no hay es espacio para acoger a todos los obispos católicos que no están en comunión con Roma.
Además, un obispo en ejercicio tiene prestigio social y un poder real sobre muchos asuntos. Desde un punto de vista humano, ser coherente con la amenaza de abandonar la Iglesia supone también perderlo todo.
En conclusión, el asunto económico es una especie de elefante gigante que está en medio de la sala y del cual nadie habla, pero no es aventurado suponer que importa mucho a los responsables del camino sinodal alemán.
Los cristianos fieles al magisterio
Los obispos alemanes han actuado a lo largo de estos años coaccionados por los laicos que dirigen las organizaciones católicas, que en muchos casos no son especialmente creyentes. Se entiende que logren presionar con eficacia a sus prelados, pues dedican parte del tiempo y los recursos de su trabajo profesional a esta tarea. Eso no exime de responsabilidad a los obispos que han cedido a sus prebendas, pero ayuda a entender la situación en la que están envueltos.
Sin embargo, la vida de los católicos normales en Alemania está alejada de las propuestas de sus obispos. Por esta razón, el Papa Francisco afirmó en una reciente entrevista que el camino sinodal era elitista. No son los fieles corrientes los que están detrás de las propuestas, sino un entramado burocrático que actúa como un lobby.
Para desmontarlo, la Iglesia debería dejar de recibir el dinero de los impuestos que cobra el estado, algo que difícilmente aceptarían los prelados alemanes. Se comprende que afectaría negativamente al volumen de ingresos que reciben los obispos y sacerdotes, pero lo peor sería la agitación que se produciría en las organizaciones católicas si vieran afectado su patrimonio. Basta pensar en lo que ocurre entre los funcionarios de un país europeo cuando ven en riesgo sus ingresos o la seguridad de sus trabajos.
A esto se suma, además, que al estado alemán no le compensa dejar de financiar a la Iglesia, pues si tuviera que pagar todos los servicios sociales que hace la Iglesia, le resultaría mucho más caro.
El futuro próximo
Así las cosas, no está nada claro que pueda llegarse a una solución fácil. Aparentemente algunos obispos, sacerdotes o fieles deberían estar a pocos pasos de abandonar la Iglesia pero, como hemos visto, no parece que tengan unos deseos reales de hacerlo teniendo en cuenta la incertidumbre económica a la que se enfrentan. Eso sí, lo que Roma les está recordando continuamente es que, por mucho que traten de negarlo, sus propuestas van contra el magisterio infalible y la tradición de la Iglesia.
Teniendo en cuenta todo lo explicado, se entiende bien que la estrategia de los obispos heterodoxos alemanes pase por mantener tensa la cuerda y esperar que sus planteamientos tengan eco en otros lugares. De hecho, algunas de sus ideas han sido defendidas por cardenales como McElroy o Hollerich, y es lógico que tengan la esperanza de que logren más apoyos en el sínodo de la sinodalidad que tendrá lugar en Roma en octubre de 2023 y 2024. Veremos en dónde acaba todo este asunto y qué consecuencias tiene para la Iglesia en Alemania
En varias ocasiones Bätzing ha explicado que los católicos alemanes desean seguir siéndolo. Ojalá que estas palabras sean sinceras y vayan acompañadas de rectificaciones en sus propuestas. De lo contrario acabarán siendo una iglesia protestante, como comentó Francisco el año pasado. De momento la Iglesia en Alemania está en un cisma doctrinal que puede acabar en una separación también de iure. Del Camino sinodal alemán depende el final de la película. De momento los obispos alemanes no han bajado la cabeza y mostrado ser dóciles a los avisos de Roma, por lo que parece poco creíble que estén dispuestos a cambiar si no se les da un ultimatum.
Javier García Herrería