Este año se cumplen 40 años de la visita de S. Juan Pablo II a España (1982-2022) Un acontecimiento histórico que ha pasado bastante inadvertido. De acuerdo con el pensamiento políticamente «correcto» y «bastante» transversal sería un Fascista y un homófobo. Pensamiento, éste, cuyos máximos exponentes políticos y mediáticos, autodenominan progresista, que viene a identificarse con izquierdista.
Juan Pablo II sufrió el nazismo y sobre todo, durante décadas --atentado incluido--, el comunismo, cuya fuente de inspiración última es el «non serviam». Desgraciadamente hoy vuelve a propagarse: Venezuela, Cuba, Nicaragua, Perú, Chile, Colombia, Argentina, ¿España…? etc., como sucedió hace décadas en los países del Este, dejando tras de sí, como siempre, una ingente devastación, no solo económica, sino también moral y espiritual, de la que luego es difícil recuperarse. ¿Quién lo diría? Cada uno de nosotros hemos de estar muy alerta para evitarlo, por el bien, al final, de todos, también de ellos. Y despertar del letargo, inconsciencia, superficialidad, y, sobre todo, --sobre todo--, «buenismo», ingenuo y pueril de los que más responsabilidad tienen, que acaba siendo «desastroso», al final, para todos. ¿Qué «papel» juega en todo esto la Iglesia? ¿Qué responsabilidad tiene…? Debería estremecernos solo pensarlo.
Ya en el año 2010, hace más de una década, concretamente el día 6 de noviembre, Benedicto XVI, respondiendo en el avión a la pregunta de un periodista antes de emprender su viaje a España, nos decía: «Pero también es verdad que en España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un laicismo fuerte y agresivo, como lo vimos precisamente en los años treinta, y esta disputa, más aún, este enfrentamiento entre fe y modernidad, ambos muy vivaces, se realiza hoy nuevamente en España: por eso, para el futuro de la fe y del encuentro --no desencuentro, sino encuentro-- entre fe y laicidad, tiene un foco central también la cultura española. En este sentido, he pensado en todos los grandes países de Occidente, pero sobre todo también en España».
Que nos consideren fascistas por decir esto no resulta agradable. Que me llamen nazi me molestaría más. Sería muchísimo más ofensivo que te califiquen de comunista. Sería lo peor: en torturas, hambre, miseria, muertos y, por supuesto, duración. Por ello propondría un cambio de «paradigma» descalificatorio para utilizar siempre:¡Comunista en lugar de fascista! Contra esta ideología comunista luchó Juan Pablo II. Su mensaje fue Anuncio y denuncia. Anuncio de la Cultura de la Vida y denuncia de la incultura de la muerte, más allá de «diplomacias» estériles, que no sirven para nada y que nos han traído hasta aquí: En España, en Hispanoamérica, etc.
Su identidad más profunda fue la de ser un hombre inmerso en Dios. Encarnaba una integridad admirable, frente a las rampantes ideologías «libertarias» que se imponen en el mundo entero, y que preconizan una Libertad sin Logos. Esta ideología, de matriz atea, pero con revestimientos distintos (indigenismo, multiculturalismo, anticapitalismo, anarquismo, ecologismo, anti-fascismo, etc.) ha sido y sigue siendo la causa última de los abusos, también en el seno de la Iglesia. Y son la causa de mucho sufrimiento. Aumentan las tasas de suicidio y los centros de salud mental no dan abasto. O la combatimos con radicalidad intelectual, moral y espiritual o de lo contrario acabarán con todos. Y mejor hacerlo hoy que mañana. S. Juan Pablo II luchó contra ella hasta el derramamiento de su sangre como manifiesta el atentado perpetrado contra él.
También defendió a ultranza el carácter único e imparangonable del cristianismo frente a un multiculturalismo igualitario que acabará resolviéndose, no por la fuerza del Logos, sino por la «razón» (sinrazón) de la fuerza. Y por supuesto, apostó y defendió un modelo de universidad cuyo único principio por el que debe regirse es, para todos, «el deber moral de buscar la verdad». Por todo esto: ¿Fascista y homófobo? o ¿Santo y mártir?
Su ejemplo y su testimonio son hoy más necesarios que nunca: para la sociedad y para la propia Iglesia. O recuperamos su legado, o de lo contrario la Iglesia será cada día más irrelevante; y como consecuencia la sociedad del mundo entero cada vez más enferma, convulsa, violenta, etc. ¡¡Dios quiera que seamos conscientes de ello!! Sobre todo los que tienen más responsabilidad, especialmente, en el seno de la Iglesia.
P. Juan Carlos Guirao Gomariz