No tengo nada en contra de las fiestas… Es más, le doy gracias a Dios porque hayamos podido celebrar las fiestas patronales palentinas, recién concluidas, en buena armonía, alegría y paz. Es obvio que el equilibrio personal y las buenas relaciones sociales, necesitan del disfrute justo de la faceta lúdica de la vida, y que no todo van a ser debates sobre problemas acuciantes y temas trascendentes…
Sin embargo, hecha esta matización, me permito recordar cómo el Imperio Romano sometía a sus súbditos, con la conocida estrategia del “pan y circo”, de forma que la táctica de contentar a los ciudadanos romanos con un calendario en el que los días festivos igualaban a los laborables, resultaba ser más eficaz para evitar las sublevaciones, que las mismas medidas represivas de las legiones del César.
Los espectáculos llenos de violencia en el circo, la promiscuidad sexual en las termas romanas, los interminables banquetes en los que se usaba del “vomitorium” para poder seguir comiendo y bebiendo después de haber “desalojado”, resultaron ser el camino más sencillo y eficaz para conseguir que la ciudadanía perdiese toda capacidad crítica y se “abandonase” a la clase dirigente, renunciando a ejercer su derecho-deber de presencia en la vida pública.
Dos milenios después, las cosas no han cambiado tanto… Algunos han llegado a afirmar que uno de los motivos de la caída de las dictaduras comunistas del otro lado del Telón de Acero, fue precisamente su falta de inversión en la estrategia “pan y circo”. El capitalismo occidental, por su parte, se ha caracterizado precisamente por lo contrario: el ocio desenfrenado del fin de semana se ha convertido en el icono de la juventud; el consumo de alcohol y de drogas se confunde con la diversión; la música se ofrece como un “mundo alternativo”, capaz de aislar a sus adictos de la vida real…
Recuerdo haber escuchado a quien fuera Cardenal de París, Monseñor Lustiger (converso del judaísmo), la siguiente expresión: “Una buena parte de la población acampa fuera de la ciudad”. En efecto, hoy es perfectamente posible que un ciudadano viva aislado de la “urbe” o de la “polis”, inmerso en la “burbuja” de su cadena musical -en la que ni tan siquiera escucha las noticias-, visionando una y otra vez partidos de fútbol o películas, enganchado a los “realitys” de la telebasura, y totalmente ajeno a los grandes retos y debates de la sociedad.
Mientras tanto… ¡mientras que nosotros estamos de fiesta!, pasan inadvertidas infinidad de noticias que nos deberían abrir los ojos a la estrategia de la que estamos siendo objeto… Noticias muy graves, no pocas veces, que no llegan a ocupar ni el más mínimo espacio en las páginas de los periódicos, y, menos aún, en los espacios televisivos… La estrategia del “pan y circo” tiene una gran capacidad de adormecernos, hasta el punto de sumirnos en la ignorancia y en la insensibilidad.
Señalo un ejemplo que me ha impulsado a escribir estas líneas: El pasado 27 de agosto, la ONU dio a conocer oficialmente la “Guía de Educación Sexual para el Empoderamiento de los Jóvenes”, que tiene el subtítulo de “Directrices Internacionales para la Educación Sexual”. El documento está elaborado por la UNESCO, con el asesoramiento, entre otros organismos, de la UNICEF, la OMS y el Fondo para la Población de las Naciones Unidas (FNUAP-UNFPA).
En cuanto a los contenidos del documento, existen aspectos perfectamente asumibles desde una ética natural, e incluso desde una antropología cristiana; pero, desgraciadamente, se entremezclan en él indicaciones sobre la iniciación a la masturbación a partir de los cinco años, así como, la mentalización en “los roles de género y en los estereotipos de género”, es decir, se introduce desde la más tierna infancia en la enseñanza la ideología de género abogada por el homosexualismo y el pansexualismo. Para los jóvenes, a partir de quince años, se propugna explícitamente la promoción del “derecho al acceso al aborto seguro”.
El mero título de “Directrices Internacionales para la Educación Sexual”, nos hace caer en la cuenta de que mientras que en occidente –¡el “nuevo Imperio Romano”!- vivimos en una permanente fiesta, está en marcha todo un plan estratégico, perfectamente diseñado, para cambiar los valores de nuestra civilización. Como alguien afirmaba con una gráfica expresión: “¡Están cambiando el agua de la pecera sin que se enteren los peces!”
Por ello, aún a riesgo de ser percibido por algunos como un aguafiestas, me atrevo a insistir: ¡Fiestas, sí; “pan y circo”, no! Y es que… la auténtica fiesta no es una evasión de la realidad, sino todo lo contrario, es la capacidad de mirar la existencia con esperanza. Lo difícil no es organizar una fiesta, sino encontrar quien sea capaz de vivirla con verdadera alegría.
+José Ignacio Munilla, obispo de Palencia