El pasado 23 de mayo el periódico local La Rioja publicó un reportaje de dos páginas y media sobre el tema del aborto. Aunque la línea de fondo del reportaje era favorable al aborto, hay en él una serie de datos que me parecen de interés.
En la Rioja el año 2019 abortaron 339 mujeres, la cifra menor desde que se aprobó el aborto. A ello ha contribuido, y de manera no menor, la posibilidad de comprar sin receta, la píldora del día después, que es también abortiva, desde Octubre del 2009, por lo que el número de abortos reales es indudablemente superior a esa cifra. En cuanto a edades ha habido 2 menores de quince, 42 entre los quince y los diecinueve y 81 entre los veinte y los veinticuatro. En estas cifras lamentables buena parte de la culpa, pienso, la tiene la errónea educación afectivo-sexual que nuestros jóvenes reciben, fomentada por nuestras autoridades civiles, cuando se les indica que el fin de la sexualidad es el placer y no se respetan valores como el dominio de sí, la generosidad y la castidad, que en las épocas prematrimoniales conlleva la abstinencia de relaciones carnales y es el único medio con el que ciertamente no se produce el embarazo.
En este punto conviene recordar que todos los métodos anticonceptivos tienen fallos, es decir es posible el embarazo, y como les decía a mis alumnos de ambos sexos, cuanto antes empecéis a iros a la cama con otra persona, más parejas sexuales vais a tener, con el resultado que os va a ser más difícil fundar una familia, porque si habéis sido infieles antes del matrimonio, también lo seréis después, y aunque logréis casaros, vuestro matrimonio tiene muy serias posibilidades de irse a pique.
Volviendo a La Rioja, aquí todos los médicos son objetores, por lo que los Servicios Sociales gestionan a quienes desean abortar la citación en centros abortivos privados de Navarra, Aragón y País Vasco. Los costes son a cargo de la Seguridad Social. Personalmente no me hace ninguna gracia que mis impuestos sirvan para pagar el infame negocio y crimen del aborto (cf. GS nº 51). El reportaje nos habla de una mujer que por sus limitaciones, no podía acudir sola a una clínica privada de Aragón y entonces se le pagó el viaje a ella y a otra persona, así como los demás gastos, para que pudiese realizar el aborto. Por ello titulo este artículo Beneficencia criminal, porque además estoy convencido de que nadie le advirtió de las consecuencias desastrosas que tiene el aborto, lo que se llama síndrome postaborto.
Mi experiencia personal de muchos casos y lo que oigo y leo en los profesionales de la salud que hablan de estos temas es que el aborto no sólo es una práctica profundamente inmoral, sino también solución desastrosa, con gravísimos traumas psíquicos y morales, que van haciéndose mayores con el paso de los años, y que por supuesto no cura ninguna enfermedad, sino más bien las origina o agrava. La realidad es que ninguna enfermedad y menos una enfermedad psíquica puede curarse mediante un aborto, que, por el contrario, ocasiona graves daños, al ser un acto contra el instinto natural de ser madre.
Antes de hacer un aborto las mujeres debieran ser informadas de las secuelas y repercusiones del aborto, porque el aborto hiere en lo más profundo del ser, va en contra radicalmente del instinto materno, suele destrozar literalmente las vidas de quienes lo llevan a cabo, ya que matar a un hijo o a un ser humano inocente, no sólo significa la muerte de éste, sino que conlleva un sentimiento de culpa, por lo que con frecuencia quienes lo realizan sufren graves depresiones, impulsos suicidas, autorreproches, remordimientos, insomnio, pesadillas y trastornos de conducta como la promiscuidad o el alcoholismo, quedando con frecuencia marcadas para toda la vida, independientemente de ideologías o creencias, y se expresa con problemas graves de personalidad, inestabilidad emocional, agresividad contra el médico que les ha inducido y a quien no quieren volver a ver, o contra el marido o compañero con un número muy elevado de separaciones y divorcios en el primer año tras el aborto, pues se quejan, en la inmensa mayoría de los casos con razón, de no haber recibido información veraz y completa acerca de las consecuencias físicas, y sobre todo psicológicas, que ese aborto tendría para ellas el resto de sus vidas. Es obvio que casi toda mujer que aborta queda profundamente afectada por ello, aunque no quiera o no pueda reconocerlo.
Tener un bebé nunca, nunca, será tan duro a la larga como tomar la decisión de no tenerlo, no curando el tiempo el problema, sino por el contrario, agravándolo, pues a medida que pasan los años, el aborto se hace cada vez más presente. Por todo ello, hay que insistir en que el aborto no supone el final del problema, sino, por el contrario, el inicio de un nuevo, duradero y gravísimo problema. El camino de la recuperación pasa por pedir el perdón sacramental a Dios, con los pasos siguientes de perdonarse a sí misma y saber perdonar a quienes tan mal le han aconsejado, sin olvidar que hay organizaciones provida que proporcionan ayuda gratis y confidencialmente a las mujeres embarazadas. Por cierto, cuando iba a mandar este artículo me encuentro en la portada de ABC lo siguiente: «El PSOE pide cárcel para los provida que combatan el aborto. Propone cambiar el Código penal para castigar con hasta un año de prisión a quienes ‘hostiguen’ a las mujeres frente a clínicas abortistas». Esto sí que es el mundo al revés: proteger la infamia, y conste que no lo digo yo, aunque también, sino el Concilio Vaticano II.
Pedro Trevijano, sacerdote