En el periódico gratuito riojano «El Día» he leído la noticia que nuestra consejera podemita de Igualdad, Participación y Agenda 2030, Raquel Romero quiere que La Rioja tenga, como todas las demás Comunidades Autónomas, una Ley de Igualdad, es decir de Ideología de Género. Por supuesto que en una Sociedad democrática sana la superación de cualquier discriminación debe ser un objetivo prioritario de los poderes públicos «sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole», como dice el artículo 2 de la Declaración de Derechos humanos de la ONU. Pero hoy en día, como dice Alicia Rubio en su reciente libro «Feminismo sin complejos», lo que solicitaban las feministas de las dos primeras olas: derecho a la educación, derecho al voto y a igual trabajo igual salario son objetivos ya conseguidos, al menos en nuestros países occidentales.
Para la Consejera podemita, la futura Ley de Igualdad hará que en esta Comunidad pueda desarrollarse «el pleno ejercicio del derecho a la interrupción del embarazo». Por supuesto que el crimen y el delito se han practicado en todas las sociedades, pero toda sociedad sana en la que no se ha perdido el sentido común nunca lo ha considerado como un derecho o algo recomendable. La doctrina de la Iglesia al respecto es muy clara: el aborto es un crimen abominable (cf. Gaudium et Spes nº 51), porque en unión con la eutanasia atentan contra la vida y son en sí mismas prácticas infamantes, que degradan la civilización humana y deshonran a sus autores, como lo son también la prostitución, la trata de blancas o de jóvenes (cf, Gaudium et Spes nº 27). El hecho que el derecho a la vida (artículo 3 de la Declaración de Derechos Humanos) se vea así burlado nos recuerda que el homicidio de seres humanos, y el aborto y la eutanasia son eso, digan lo que digan las legislaciones civiles. no puede en realidad ser nunca un derecho.
Pero ¿qué es la Ideología de Género? Se trata de un pensamiento fundado en un relativismo individualista y egoísta, que desarticula la natural sociabilidad humana, rechazando la sexualidad natural y estable de la pareja humana, tachándola de represora. La ideología de género quiere establecer la sociedad del hedonismo, pues considera que los seres humanos pueden alcanzar la felicidad en la realización de sus propios deseos sexuales sin límite moral, legal e incluso corporal alguno, utilizando para ello la eugenesia, el control de natalidad incluido el aborto y la supresión de la diferencia sexual. Consiste en una sexualización total de la vida. No existen diferencias sexuales por naturaleza, sino sólo roles o papeles sociales opcionales en la conducta sexual del individuo. Como varias otras ideologías de nuestra época, la ideología de género, amamantada en el marxismo, también se basa en el odio. El problema de esta gente es que la palabra amor, que es lo que da sentido a la vida, para ellos es una palabra vacía de significado. Se trata por tanto de una ideología profundamente anticristiana y, como tal condenada por la Iglesia.
La Ideología de Género es no sólo anticristiana, sino también anticientífica. En esta ideología cada persona decide libremente si es hombre o mujer, por lo que lo importante es la identidad o el género sentido, que para colmo es un derecho humano fundamental. Lo siento mucho, porque me hace políticamente incorrecto, pero aprendí en los libros de Ciencias que si un individuo tiene los cromosomas XY, órganos genitales masculinos y de mayor le pueden operar de próstata, es varón, diga lo que diga él. Y si otra persona tiene los cromosomas XX, órganos genitales femeninos y le pueden operar de cáncer de matriz, es mujer, diga lo que diga. Y si se casan dos transexuales de distinto sexo, será el presunto varón el que puede quedarse embarazado. Por favor, idioteces no.
Está claro que la ideología de género no me gusta porque la considero, al igual que la Iglesia Católica, de la que soy sacerdote, criminal (aborto, eutanasia) y malvada (ausencia de normas morales), aunque creo que la mejor manera de combatirla es hacer ver a sus defensores que es una ideología estúpida y ridícula. Pero de esto hablaremos otro día.
Pedro Trevijano, sacerdote