Constantemente escuchamos que Dios no castiga, que el castigo es –a lo sumo- algo del Antiguo Testamento, que el Dios del Nuevo Testamento es solo bondad y misericordia… Pero ¿es esto verdad?
En realidad, si cancelamos la categoría «castigo», tenemos que eliminar muchas páginas de la Biblia, también del Nuevo Testamento.
Ciertamente Dios no es castigador en el sentido de que fuera un viejo colérico y resentido que, enojado por el pecado de los hombres, decide vengarse y descargar su furia contra ellos para satisfacer su enojo…
También es claro que un determinado mal no puede sin más ser interpretado como castigo de un pecado del que lo sufre. Esto quedó definitivamente aclarado por Jesús con ocasión de la pregunta que le hicieron por el ciego de nacimiento (Jn 9,1-3).
Indico solo dos citas, ambas del NT. Dice Cristo resucitado: «A los que amo los reprendo y corrijo» (Ap 3,19). Del otro texto, un poco largo, copio solo algunas frases: «Hijo mío, no tomes a la ligera la corrección del Señor […], pues el Señor corrige al que ama y azota a todo hijo que adopta […] Como a hijos os trata Dios, pues ¿qué hijo hay al que su padre no corrige? ¿… no vamos a someternos al Padre de los espíritus para que vivamos? [Nos corrige] para nuestro provecho, a fin de que participemos de su santidad…» (Hb 12,5-13).
Cuando amamos de verdad a una persona, la corregimos, porque queremos su verdadero bien y no que se haga daño a sí mismo, se confunda o se pierda…
Por tanto, Dios corrige y reprende. Sí, Dios es Amor (1Jn 4,8). Y, precisamente porque nos ama en serio, nos quiere hacer recapacitar, nos «cierra el camino» (Os 2,8) equivocado, para que le busquemos a Él y realicemos el bien. Nos quiere santos y felices con Él por toda la eternidad.
Así lo han entendido los hombres de la Biblia. Así los santos de todas las épocas. Así los creyentes de siempre, que lo eran más que nosotros, tan «ilustrados»…
Aceptemos la corrección de Dios. Viene de su amor. Nace de su corazón. Aunque de momento duela, trae y conlleva abundancia de bendición. Acepta la corrección de Dios. Cree de veras. Conviértete. Deja espacio a Dios en tu vida. Cuestiónate muchas cosas que no iban bien y deben cambiar.
Porque te ama, te reprende y te corrige. Acepta la corrección de Dios.
Julio Alonso Ampuero