Bajo el título de «¿Dios o la Materia?» la editorial Áltera acaba de publicar el debate que Martín López Corredoira y el autor de estas líneas hemos sostenido, a lo largo de varios meses, en torno a la cuestión de la existencia de Dios en el marco que nos proporciona la actual imagen científica del mundo.
¿En qué consiste la aportación concreta de este libro? Para entenderla, quizá sea conveniente hacer una breve referencia al contexto de la actual discusión filosófico-científica en torno a Dios:
De un tiempo a esta parte, se empieza a percibir en nuestro país ?de modo creciente? el eco de dicha discusión, que nos llega del ámbito cultural angloamericano. Por un curioso efecto de sesgo editorial, que merecería algún comentario, en España resulta mucho más perceptible la voz atea (los Dawkins, Dennett, Hitchens y compañía...). Pero también empiezan ya a encontrar traductor los autores teístas más destacados: científicos-filósofos creyentes de la talla de Ian Barbour, Michael Heller, Arthur Peacocke, John Polkinghorne, y un largo etc., que hasta hace nada resultaban inaccesibles y desconocidos al público hispanohablante.
El vivísimo debate angloamericano sobre Dios y la ciencia ha descolocado a buena parte de nuestros intelectuales locales. La perplejidad de los mismos puede resumirse con la siguiente cita de Fernando Savater (un autor que en gran medida representa el prototipo de pensador descreído característico de toda una generación de filosofía universitaria española):
«Quienes nos iniciamos en la filosofía hace más de treinta años, a finales de los sesenta, difícilmente hubiéramos podido creer que el debate reflexivo sobre la cuestión religiosa habría de conservar su vigencia hasta el día de hoy [...] Lo teníamos ya por una cuestión resuelta».
Gran sorpresa. ¿Y qué hacer entonces, ante el incómodo resurgir de un tema como éste? La postura más fácil y más estéril, desde luego, es la de esquivar el asunto con una sonrisa irónica. Y así, refiriéndose a la parte atea de la controversia (y de rebote a la contraparte teísta), el propio Savater la despachará con un par de frases de una ligereza asombrosa:
«[...] los autores anglosajones [...] incluso dedican numerosas páginas a demoler las pruebas tradicionales de la existencia de Dios (que no han mejorado desde Tomás de Aquino), empeño que a estas alturas del siglo XXI, y con Hume, Kant y Freud a nuestras espaldas, resulta casi conmovedor de puro antiguo, como bordar fundas para almohadas o algo así. Al parecer dan por descontado que aportando razones lograrán librar a los ilusos de convicciones que, ay, ninguno de ellos ha adquirido por vía racional».
Muy divertido, señor Savater. Muy divertido, pero muy lejos de la verdad. Pues el hecho es que si los ateos anglosajones se sienten interpelados a refutar de nuevo ?a mi modo de ver sin éxito? la existencia de Dios, ello se debe a que los argumentos en los que se apoya la afirmación racional de dicha existencia se han ido perfeccionando cada vez más, y parecen hoy en día mucho más verosímiles que en ningún momento desde el inicio de la crítica ilustrada a los mismos. De manera que, si algo resulta conmovedoramente ingenuo ahora, es la referencia a Hume o a Kant para atajar las reflexiones teístas.
Y es que, por muy escandaloso que esto pueda sonar para la quinta filosófica del «mayo del 68» y sus herederos, la afirmación de la existencia de Dios es racional, y puede llegarse a ella por argumentos derivados de la actual imagen científica del mundo.
A mi juicio, la principal aportación de un libro como «¿Dios o la Materia?» es la de mostrar precisamente eso: Que las típicas objeciones ateas del tipo de «¿por qué ha de tener el universo una causa?» o «¿cuál es entonces la causa de Dios?» etc., etc., pueden responderse con naturalidad, y no plantean ningún quebradero de cabeza al pensamiento teísta.
«¿Dios o la Materia?» es, por tanto, una obra pensada para el lector que no esté dispuesto a conformarse con los tópicos perezosos sobre Dios, la razón y la ciencia. Es un libro escrito para exponer los principales argumentos que alimentan la discusión actual sobre Dios en el ámbito anglosajón. Y para exponerlos, además, de la forma más honrada posible: Como un diálogo entre dos representantes de las cosmovisiones enfrentadas.
Y no hará falta siquiera recordar lo que está en juego aquí: Se trata, en el fondo, de la cuestión de si hay alguna esperanza para el hombre, más allá de la destrucción total. Lo que nos va en este debate, es la vida. Ni más ni menos.
Por eso, bien merece la pena que nos sacudamos la inercia estéril de la «cuestión resuelta», y prestemos atención a las nuevas ideas que se están aportando sobre el tema de Dios. Pues no hay asunto de más importancia que éste.
Francisco José Soler Gil