Continuación del artículo "Sínodo de la Amazonia: los curas casados, ¿son realmente una solución? (I)"
Por otra parte es común escuchar la expresión «nuevos caminos» para la evangelización como un sinónimo de promover las ordenaciones de los «Viri probati». Estoy absolutamente de acuerdo con que hay que buscar «nuevos caminos» para la evangelización. Tal vez no concordemos dónde radica la novedad.
Pienso que uno de los problemas pastorales en varias partes de América Latina, y en particular de la Amazonía, es la insistencia en los «viejos caminos». Existe un gran conservadurismo en varias iglesias y estructuras eclesiales. Y no me refiero solo a tradicionalistas preconciliares, sino a líneas pastorales, mentalidades que se han quedado ancladas en el 68 y la década de los 70-80.
Para algunos la única Asamblea continental de los obispos latinoamericanos fue Medellín, desconociendo la riqueza y reflexión de Puebla, Santo Domingo, Aparecida, particularmente en lo que se refiere al tema de diálogo con la cultura, evangelización, misionariedad. Yo identifico 3 tipos de Alzheimer pastorales que repercuten en la esterilidad evangelizadora amazónica.
«Antropologismo» cultural
En 1971, el grupo de 12 antropólogos, realizó la conocida «Declaración de Barbados», la cual afirmaba que la Buena Nueva de Jesús era una pésima noticia para los pueblos indígenas. Ciertamente que de esta provocación, surgió en varias partes un fecundo diálogo entre antropólogos y misioneros, que ha servido de mutuo enriquecimiento. Pero en otros lugares se cayó en una auto-censura, perdiendo la «alegría de evangelizar» (Evangelii Gaudium 1-13). Recuerdo casos de religiosas que decidieron no anunciar Jesucristo, ni dar catequesis, «por respeto a la cultura indígena». Se limitarían al testimonio y al servicio.
Luego de veinte años, llegando los grupos evangélicos a las comunidades indígenas, preguntan al sacerdote de la misión si no sería bueno también hablar de Jesús. La respuesta del sacerdote: «Era tiempo, hermanitas de decir algo de Jesús».
Por veces, la insistencia sobre el testimonio es tal que se pretende que este supla el anuncio. Sobre esto, Pablo VI, en el documento fundamental sobre la evangelización, Evangelii Nuntiandi (22) nos dice: Sin embargo, esto sigue siendo insuficiente [el testimonio], pues el más hermoso testimonio se revelará a la larga impotente si no es esclarecido, justificado –lo que Pedro llamaba dar «razón de vuestra esperanza»–, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús. La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios.
Moralismo social
De más de un lugar he sentido expresiones similares de los agentes pastorales: «Cuando la gente precisa de servicios vienen a nosotros (Iglesia Católica), pero cuando buscan un sentido para sus vidas van a otros (evangélicos, etc.)». Es evidente y muy constatable, que la iglesia queriendo ser «una Iglesia Samaritana» se ha olvidado de ser una «iglesia Magdalena», una iglesia prestadora de servicios que no anuncia el gozo de la Resurrección del Señor.
El compromiso social de la Iglesia, en la evangélica opción por los más pobres, ha sido y es una enorme riqueza, concretizada con múltiples iniciativas en favor de la salud, la educación, la defensa de los derechos humanos, la defensa de las Tierras Indígenas, organización social de las comunidades, las cooperativas de producción, salvaguarda del ambiente…
Este compromiso con la dignidad de la persona, sin duda que ha estado y continúa a ser un aspecto constitutivo del proceso evangelizador, que expresa la dimensión diaconal de la Iglesia. Tal compromiso ha sido no solo una riqueza para la Iglesia Latinoamericana, sino para la Iglesia Universal.
El problema es cuando este tipo actividades ha absorbido el resto de la vida y dinamismos de la Iglesia, dejando en la sombra, silenciado, o dado por supuestas las demás dimensiones: kerigmática, catequética, litúrgica, koinonia. Estamos en una tensión no resuelta de Marta y María.
Hasta la predicación, por veces en no pocos contextos, se ha centrado excesivamente en temáticas sociales, de compromiso, de transformación y liberación social; en las problemáticas de injusticia mundial, en los pecados estructurales, etc… elementos que forman parte del mensaje evangelizador, pero que han sido recados que a la gente simple poco o nada le decían y o le dicen al respecto del mal sueño que han tenido, de la enfermedad de su hijo, de su particular problema familiar, etc. Una predicación fuertemente marcada de «moralismo social» con temáticas y dinámicas por veces fuertemente cargadas de ideología y reduccionismos sociológicos no ha sido capaz de tocar las fibras del corazón popular.
Gracias a Dios, que si no es la intelectual programación pastoral que piensa en la «espiritualidad encarnada en la cultura de los simples» es la misma Virgen que cuida de sus hijos, y toca el corazón popular, no a partir de grandes reflexiones, sino a partir de la simple piedad popular: rica, simple, directa, llena de afecto, muy sentida por los «pequeños». Basta tener presente la grande devoción Amazónica de la Virgen de Nazaret, donde en octubre, en Belém de Pará, cerca de dos millones de peregrinos acompañan la procesión del «Cirio de Nazaret» (imagen de la Virgen de Nazaret, véase imagen).
La enorme hemorragia de católicos, en la Iglesia Latinoamericana, hacia la constelación de iglesias evangélicas y neo-pentecostales, responde, sin duda, a varios factores, por lo que no se puede ser simplista, pero ciertamente que la falta de una pastoral mucho «más religiosa» y «menos sociologizada» ha influenciado muchísimo a una emigración a las iglesias evangélicas y nuevos movimientos religiosos, donde en la Palabra, en una acogida fraterna y calurosa, en una presencia constante, en un fuerte sentido de pertenencia, encuentran un «sentido» y una compañía para sus vidas.
A mi modo de ver, este es uno de los pecados teológicos pastorales, de durísima conversión, difícilmente se reconocen ciertos desequilibrios, radicalizaciones que han esterilizado nuestra pastoral, provocando una «deforestación espiritual». Existe una especie una impenetrable actitud defensiva en bunkers ideológicos. Se continúa en forma persistente en la misma línea.
Visitando una diócesis, donde en los inicio de los años 80, el 95% de la población era católica hoy son el 20%. Recuerdo el comentario de uno de los misioneros europeos que sistemáticamente han «des-evangelizado» la región: «No favorecemos la superstición sino la dignidad humana»… Pienso que está todo dicho.
La iglesia en algunos lugares se ha transformado en una grande manager de servicios (sanitarios, educativos, promocionales, de advocacy…), pero poco en madre de la fe. Visitando una comunidad, de mi congregación que trabaja con indígenas, luego de haber trabajo por años en la educación, la legalización de las tierras, defensa de los ríos contra las empresas mineras, revalorización de los elementos culturales tradicionales, algunos jefes de las comunidades indígenas no les permiten entrar en su territorio, pues ahora son evangélicos. Se ha hecho tanto, pero han faltado procesos para compartir la riqueza y bellez
Secularismo
Un tercer Alzheimer es el secularismo. Ciertamente que es un desafío global. América Latina es más susceptible de influencias debido a su colocación geográfica más al Occidente de Europa. También la cultura urbano-secularizada influencia más allá de los límites de la ciudad. Estos desafíos son en cierta manera normales a toda la vida de la iglesia y en todas las latitudes.
Pero el principal problema no consiste en las presiones culturales del ambiente dominante, sino cuando una iglesia se seculariza, cuando sus agentes pastorales interiorizan dinámicas de una mentalidad secularizada: la ausencia o una muy tímida, casi pidiendo perdón, manifestación de la fe.
Las consecuencias de tales opciones o influencias pastorales, sin duda que se reflejan en la esterilidad vocacional o en la falta de perseverancia en el camino emprendido, por carencia de motivaciones profundas. Nadie deja todo para ser un animador social, nadie entrega su existencia a una «opinión»; nadie ofrece el absoluto de su vida a un relativo, sino solo al Absoluto de Dios. Cuando esta dimensión teológica, religiosa no es evidente, patente y viva en la misión, nunca existirán opciones de radicalidad evangélica, que es un indicador de que la evangelización tocó el alma de una comunidad cristiana.
Una comunidad cristiana que no genera vocaciones sacerdotales y religiosas, es una comunidad portadora de alguna enfermedad espiritual. Podremos ordenar los viri probati, las honeste mulieribus, los pueribus bonum, pero los problemas de fondo permanecerán: una evangelización sin Evangelio, un cristianismo sin Cristo, una espiritualidad sin Espíritu Santo.
Lógicamente que una visión horizontal de la cultura dominante, donde Dios está ausente, o reducido a algunos conceptos simbólicos, culturales o morales, es imposible que llegue a apreciar el fecundo valor espiritual y pastoral del celibato sacerdotal como un don precioso de Dios y de total y sublime disposición de amor y servicio a la Iglesia y a la humanidad. Solo podrán existir vocaciones sacerdotales auténticas cuando se establece una relación auténtica, exigente, libre y personal con la persona de Jesucristo. Tal vez sea muy simplista, pero a mi modo de ver el «nuevo camino» para la evangelización de Amazonía es la novedad de Cristo camino.
Algunas propuestas de nuevos caminos
Ofrezco ocho pistas de crecimiento para «nuevos caminos» de evangelización. Que en sí no tienen nada de nuevo. Son los de siempre, pero deseando que sean realmente trillados con nuevo fervor.
1.- Una Evangelización integral
El primero de todos y el más importante es una evangelización integral. Así como hablamos de la ecología integral, debemos tener presente la evangelización integral. Que en forma armónica y equilibrada estén presentes todos los aspectos pastorales de la misión, donde todo tiene que ver con todo: El kerigma (el anuncio gozoso de Jesucristo), la catequesis (no como un adoctrinamiento, sino como un paciente proceso catecumenal que entrelaza el evangelio con la vida y la cultura amazónica); la diaconía (mil servicios, expresión de una creativa y comprometida caridad que nace de la fe); la koinonia (creación de comunidades fraternas alrededor de la fe y de la Palabra), la liturgia (una comunidad que celebra con gozo su fe). Sin procesos de evangelización integrales no sólo no habrá vocaciones, sino que no habrá cristianos, o al menos católicos.
2.- Un rico catecumenado
La experiencia en algunas partes del mundo y en la Amazonía, ha mostrado la eficacia del catecumenado, como lugar de encarnación de la fe en la riqueza del propio patrimonio cultural. De otra forma apenas sacramentalizamos y no evangelizamos, la fe se transforma en un barniz superficial en la vida del creyente, que no convierte, no penetra, no transforma la propia existencia. Un proceso paciente, comunitario y acompañado de la fe es un camino de renovación auténtica. Es un camino lento, no rumoroso, pero fecundo y a largo plazo.
3.- Una iglesia creativamente ministerial
Una iglesia creativa en la creación y protagonismo de ministerios en las comunidades: Ministerios radicados en el compromiso bautismal, para hombres, mujeres, jóvenes, para diversas circunstancias y áreas pastorales. Una comunidad rica y fecunda en estos ministerios ordenados o laicales: diaconado permanente, lectores, anunciadores, ministros de las celebraciones, narradores de historias, comentadores de la Palabra, exorcistas, ministros de la esperanza (funerales), catequistas, animadores juveniles, misioneros/as, servidores de los pobres, etc. Solamente cuando se vive en este dinamismo pastoral y eclesial es que es posible pensar en ulteriores pasos ministeriales, como en el estudio de una eventual ordenación sacerdotal a alguno de sus ministros.
4.- Participación política organizada
Participación organizada política del laicado católico en las políticas regionales y nacionales particularmente en lo referente a los Territorios Indígenas y protección del ambiente.
5.- Pequeñas comunidades cristianas
La propuesta pastoral de las Pequeñas Comunidades Cristianas, grupos o movimientos que en clima de fraternal al redor de la Palabra de Dios ofrecen el calor y afecto de la fraternidad cristiana, que libera del anonimato de las periferias urbanas y conserva, en muchos, las dinámicas y riquezas de las comunidades rurales de origen. Son comunidades de acompañamiento, de crecimiento en la fe a la luz de la Palabra, y misioneras por su gozo de evangelizar.
6.- Una pastoral familiar
Una pastoral familiar presente, que sepa acompañar, reunir, formar en la fe, pues del seno de la familia es que brotan los más eficaces procesos de evangelización.
7.- Una pastoral juvenil
Una pastoral juvenil rica de propuestas adaptadas a los diversos contextos (rural, urbano, adolescentes, jóvenes, estudiantes, trabajadores, universitarios, indígenas, afros, caboclos, blancos…), pero fuertemente centrada en la vida del grupo (asociacionismo juvenil), en el voluntariado y en itinerarios graduales de formación de la fe. Solo podrá haber una rica pastoral vocacional cuando exista una pujante y sólida pastoral juvenil.
8. Una decidida apuesta por las vocaciones locales
Una decidida apuesta por las vocaciones locales: creyendo, confiando, acompañando, formando, destinando para los jóvenes candidatos los mejores recursos eclesiales que se poseen: medios económicos, el mejor personal. Son sin duda ellos los más aptos para encontrar los mejores caminos, los más auténticos para dar a la Iglesia un rostro amazónico.
P. Martín Lasarte
Publicado originalmente en Asia News