He escuchado, como argumento, que es necesaria la ordenación de sacerdotes entre los laicos de las comunidades lejanas, pues el ministro difícilmente puede llegar. A mi modo de ver, la impostación del problema en estos términos, peca de un enorme clericalismo. Dónde no está el «padrecito» o la «madrecita» no hay vida eclesial. El problema de fondo es mucho más profundo. Se ha creado una Iglesia con poco o ningún protagonismo y sentido de pertenencia de los laicos, una iglesia que si no está el «sacerdote» no funciona. Esa es una aberración eclesiológica y pastoral. Nuestra fe, el ser cristiano está radicado en el Bautismo, no en la ordenación sacerdotal.
Por veces tengo la impresión que se pretende clericalizar el laicado. Es preciso, ante todo, una iglesia de bautizados protagonistas, discípulos y misioneros. En diversas partes de nuestra América, se tiene la impresión de que se ha sacramentalizado pero no evangelizado, de que se ha mezclado agua y aceite, pero no agua y vino. Una visión «funcional» del ministerio, que no revitalice toda la comunidad cristiana como protagonista de la evangelización, teniendo laicos ordenados no resolverá la cuestión, el problema del compromiso bautismal cristiano será el mismo.
Es bueno alargar el horizonte y ver la vida y la experiencia de la Iglesia: La Iglesia de Corea nace por la evangelización de los laicos. El laico Yi Seung-hun, bautizado en la China, difunde la Iglesia católica en el país, él mismo bautizando. Por 51 años (1784-1835) desde su fundación la iglesia de Corea fue evangelizada por laicos, con la presencia apenas ocasional de algún sacerdote. Esta comunidad católica floreció y se expandió enormemente, pese a las terribles persecuciones, gracias al protagonismo de los bautizados.
La Iglesia del Japón, fundada por S. Francisco Xavier (1549), crece vertiginosamente y también vienen las persecuciones por 3 siglos, siendo expulsados los misioneros y es martirizado el último sacerdote en 1644. Solo luego de más de 200 años volverán los sacerdotes (misioneros franceses) y encontrarán todavía una iglesia viva formada por los kakure kirishitan (cristianos ocultos). En las comunidades cristianas había diversos ministerios: un responsable, catequistas, bautizadores, anunciadores. En interesante el consejo que guardaron los cristianos hasta la llegada de los nuevos sacerdotes en siglo XIX: La Iglesia retornará al Japón, y ustedes lo sabrán por estos tres signos: «los sacerdotes serán célibes, habrá una estatua de María, y ellos obedecerán al Papa-sama en Roma».
Paso a algo más personal, a mi experiencia misionera de 25 años en África (Angola). Acabada la guerra civil en 2002, tuve la posibilidad de visitar comunidades cristianas, que desde hace 30 años no tenían la eucaristía, ni veían un sacerdote, pero eran firmes en la fe y eran comunidades dinámicas, guiadas por el «catequista», fundamental ministerio en África, e por otros ministros: evangelizadores, animadores de la oración, pastoral con las mujeres, servicio a los más pobres. Una iglesia viva, laical con ausencia de sacerdotes.
En América Latina, no faltan hermosos ejemplos, como entre los Quetchi del centro del Guatemala (Verapaz), donde pese la ausencia de sacerdotes en algunas comunidades, los ministros laicos tienen comunidades vivas, ricas de ministerios, liturgias, procesos de catequesis, misiones, donde los grupos evangélicos poco han podido penetrar. Pese a la escasez de sacerdotes para todas las comunidades, es una Iglesia local rica en vocaciones sacerdotales indígenas y en donde hasta han sido fundadas congregaciones religiosas femeninas y masculinas de origen totalmente indígena.
Por qué faltan vocaciones en la Amazonia
La falta de vocaciones al sacerdocio y religiosas en el Amazonía ¿es un desafío pastoral o más bien es la consecuencia de opciones teológico-pastorales que no dieron los resultados esperados o parciales? Según mi opinión, la propuesta de los «viri probati» como una solución a la evangelización, es una propuesta ilusoria, casi mágica, que no toca el real problema de fondo.
Dice el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium, 107:
«En muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Frecuentemente esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no entusiasma ni suscita atractivo. Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas. Aun en parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad viva ora insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración».
El Santo Padre da en la clave del problema. No es la falta de vocaciones, sino la pobre propuesta, la falta de fervor apostólico, la falta de fraternidad y de oración; la falta de procesos serios y profundos de evangelización.
Propongo una comparación con otros dos «biomas» ricos de vida biológica, espiritual y eclesial: El bioma del río Brahmaputra y el bioma de la cuenca del Congo.
En el Nordeste de la India, la evangelización avanza con decisión a partir del 1923, con una pequeña comunidad católica que no llegaba a los 1000 cristianos. Según datos del 2018, esta región consta hoy con 1,647.765 católicos, con 3756 religiosas y 1621 sacerdotes (siendo la mitad pertenecientes de las minorías étnicas locales, y los demás misioneros de otras partes de India). Hay 15 diócesis enraizadas en las minorías étnicas de cerca de 220 lenguas locales (Naga, Khasi, Wancho, Nocte, Jaintia, Apatani, Goro, Ahom, War, Bodo...) Estos pueblos similarmente de los amazónicos se mantuvieron por siglos aislados del hinduismo, islamismo y budismo, refugiados entre las montañas y florestas del Himalaya, viviendo sus prácticas ancestrales. En 90 años se dio un cambio impresionante. La proporción entre fieles católicos y sacerdote es de 1 a 1000, lo que es excelente. Muchos de los cristianos de estas minorías «tribales» han ocupado lugares significativos en la política local y nacional de la India.
El otro bioma es el río Congo, con los países circundantes: más de 500 pueblos y lenguas. El cristianismo ha vivido varias dificultades, las mismas de otros contextos, pero sumando el desafío de ser visto como la religión del colonialismo durante el período de la descolonización (década de los sesenta y setenta). Pese a todo, el florecimiento de las iglesias africanas es patente y esperanzador. En ese bioma las vocaciones sacerdotes han crecido un 32% en los últimos 10 años, y la tendencia es de continuar.
Podríamos traer más ejemplos del Vietnam, Indonesia (el país más musulmán del mundo), Timor Este, Oceanía, etc., ciertamente que no de nuestra secularizada Europa. En todas las regiones geográficas existen desafíos y dificultades en las comunidades cristianas; pero se ve que donde existe un trabajo serio, auténtico y continuo de evangelización, las vocaciones al sacerdocio no faltan.
La inevitable pregunta es ¿cómo es posible que pueblos con tantas riquezas y similitudes antropológico-culturales, con los pueblos amazónicos: en sus ritos, mitos, profundo sentido comunitario, comunión con el cosmos, profunda abertura religiosa… Han florecido las comunidades cristianas y las vocaciones sacerdotales y en cambio en algunas partes de la Amazonía, luego de 200, 400 años hay una esterilidad eclesial y vocacional? Hay diócesis, congregaciones, que estando presentes hace más de un siglo no tienen una vocación indígena local. ¿Es que hay un gene de más o de menos, o el problema es otro? ¿Las divergencias culturales son tan diversas?
Una posible respuesta, es que los pueblos amazónicos, culturalmente, no son afines a las exigencias del celibato. Tal cuestión, que ha sido levantada, hasta tal vez con buena voluntad, pero que está preñada de fuertes preconceptos de tipo cultural, si es que no entramos en lo racial… Exactamente el mismo problema era colocado en la India, en Oceanía y en África. La encíclica Maximum Illud, que durante el sínodo se celebrará su centenario, con un mes misionero extraordinario, responde a este problema. Incentiva, suscita la promoción de vocaciones indígenas, en iglesias que habían sido o que eran muy dependientes de las colonias europeas. Allí se aprecia, a modo de ejemplo, la magnífica obra misionera de los Espiritanos, de los Padres Blancos, que apostaron con decisión por las vocaciones locales, creando florecientes seminarios en toda África.
Ciertamente, que dedicarse a trabajar por las vocaciones es exigente, implica inversión de medios, del mejor personal. Por veces la vida misionera ha escapado a este precioso servicio que realmente es el que ayudará a crear una Iglesia de rostro amazónico. Por veces es mucho más gratificante un vida de «héroe itinerante» en las forestas, que una dedicación amorosa, paciente, respetuosa, en el acompañamiento y la formación de las vocaciones locales.
P. Martín Lasarte
Publicado originalmente en Asia News