Con motivo del debate sobre el aborto, muchos españoles nos hemos sentido asombrados al ver y escuchar las tonterías que una ministro del gobierno de España ha dicho: la ministra de Igualdad, con su afirmación que el feto de trece semanas es un ser vivo, pero no un ser humano, se ha echado encima a buena parte de la comunidad científica y a toda persona con sentido común. Cuando hace ya muchos años estaba de alumno en el Seminario recuerdo que un profesor ironizaba contra aquéllos que le daban gracias a Dios por ser personas y no ratas. Nos decía: “es que si yo fuera una rata, no sería yo, sino un ser distinto, una rata, no un ser humano”. Pues ése es el error en que ha caído doña Bibiana: si con la concepción empieza un ser vivo, pero no un ser humano, es alguien esencialmente distinto de quien será después, cuando ya es un ser humano. Porque en buena lógica no se trata del mismo individuo, sino de alguien totalmente distinto, ya que el mismo ser puede ser humano o no serlo, pero no las dos cosas. Hoy la biología nos da suficiente fundamento para pensar que un embrión humano es ya un verdadero ser humano desde el momento de la fecundación, con una programación genética individual e indeleble, dentro de un proceso vital estrictamente humano y personal, perfectamente distinto de cualquier otro, aunque sea profundamente dependiente, como, por otra parte, lo seguimos siendo parcialmente durante toda la vida. El sentido común hace que a ninguna madre se le ocurra decir a su hijo: “cuando llevaba en mí un organismo del cual después viniste tú”, sino seguro que le dice “cuando estaba embarazada de ti”..
Y sin embargo peor todavía es lo que ha dicho don José Luis Rodríguez Zapatero, porque éste, más que decir tonterías, miente descaradamente afirmando que la ley se hace para que ninguna mujer vaya a la cárcel por abortar, cosa que no ha sucedido desde la democracia y seguramente desde bastante antes, o que el aborto es un derecho y que los padres no deben tratar de impedir que su hija adolescente aborte, con lo que nos demuestra, como ya lo hizo en la legislatura pasada con el tema del terrorismo, que en realidad el problema de nuestro jefe de gobierno es que no distingue el bien del mal, aunque el mal se dirija prioritariamente nada menos que a suprimir el derecho a la vida.
El problema de nuestro país es que, como sucede con los equipos de fútbol, uno es de su equipo, pase lo que pase. Voto al PSOE o voto al PP porque es mi partido y se acabó. Ya pueden decir o hacer toda clase de barbaridades e incluso, estar corruptos hasta la médula, que yo seguiré votándoles. Esto explica que haya católicos, incluso sacerdotes, como los grupos de Cristianos para el Socialismo, que si tienen que escoger no creo se decidan por la postura católica, y ojalá me equivoque, pues ciertamente son muy rápidos y ágiles a la hora de criticar a los Obispos, pero que tragan con todo lo que diga el Partido, aunque sea el aborto, la eutanasia y lo que haga falta, llegando a lo más a un discreto silencio. ¡Cuántas veces me he acordado de una conversación que tuve en 1975 con unos curas ingleses! Les pregunté por quién votaban; los tres, después de decirme que habían votado alguna vez a los dos partidos principales, me dijeron: “los programas son muy parecidos y aunque el primer ministro, Wilson, nos gusta más que la candidata Thatcher, el equipo dirigente conservador nos gusta más que el laborista y por ello esta vez votaremos conservador”. ¿Llegaremos alguna vez en España a pensar así?
Esta realidad me lleva a hacerme esta pregunta; con la cantidad de tonterías, mentiras y barbaridades que dicen nuestros gobernantes y otros muchos miembros de la clase política, ¿por qué les salimos al paso tan pocas veces? Pienso que hay dos motivos para ello: un exceso de buenismo que nos impide criticar lo que no hay por donde se pueda agarrar y el otro, como dicen los argentinos, la práctica del “no te metás”, no vayamos a tener problemas. ¿Se pueden reducir los dos motivos al de cobardía?
Y sin embargo los católicos, si queremos seguir a Jesús, tenemos que ser conscientes de la frase del evangelio: “La verdad os hará libres”(Jn 8,32), frase que, por cierto, intentó arreglar a su modo Zapatero cuando nos dijo aquello de “la libertad os hará verdaderos”, y también hemos de ser conscientes de que el don más grande que Dios nos ha dado, es el de la inteligencia, y ésta la tenemos para que seamos capaces de pensar.
Creo que lo dicho se puede resumir en pocas palabras: tengamos ideas claras y rectas y procuremos vivir de acuerdo con ellas. Sólo así contribuiremos a mejorar el mundo.
Pedro Trevijano, sacerdote