El Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros es una de esas figuras de la historia de España que puede sonar antigua o desfasada a muchos «modernos» de hoy en día. Al igual que figuras como los Reyes Católicos o Felipe II, por ejemplo permanece olvidada o despreciada para la mayoría de los españoles, a pesar de que oficialmente sean recordados en algunas conmemoraciones oficiales que sólo interesan a una minoría de eruditos.
Y sin embargo se trata de una figura crucial de nuestra historia, de hecho su nombre va ligado al de los Reyes Católicos que pusieron su confianza en él como uno de sus consejeros más cercanos. El Cardenal Cisneros fue confesor de Isabel la Católica, regente de Castilla en dos ocasiones y máximo protagonista, junto con la reina, de las reformas religiosas que purificaron a la Iglesia en España y la prepararon para las grandes empresas de España en el siglo XVI.
Nacido en Torrelaguna, cerca de Madrid en 1436. Estudió en la prestigiosa Universidad de Salamanca, vivió en Roma y abrazó el estado religioso ingresando en la Orden Franciscana en 1484. Lo hizo en los Observantes, la rama más estricta de la Orden. Pronto destacó por su virtud, su absoluta rectitud y su rigor. El Cardenal Mendoza, el «Primer Ministro» de los Reyes Católicos, que era señor de Torrelaguna, se convirtió en su protector cuando le conoció y ello le ayudaría a llegar muy alto en la Corte a su debido tiempo.
Cisneros reformó a fondo la Orden Franciscana en España que estaba muy relajada y ello ya atrajo sobre el directamente la atención de la reina Isabel, que le «fichó» como confesor en 1490. Y ello, pese a a que Cisneros se resistió al máximo a aceptar por su sincera humildad que le llamaba a una vida retirada. El Cardenal Mendoza tuvo casi que ordenarle que aceptara y recordarle que desagradaría profundamente a Dios si se negaba.
Es de notar como Isabel buscaba confesores con fama de de rectos, de santos. Isabel pronto quedó tan satisfecha con el que sería su máximo consejero religioso. La influencia del Cardenal Cisneros fue ya considerable en el decreto de expulsión de los judíos en 1492.
A partir de ese momento, Cisneros por orden de la reina se encargó de reformar y devolver a la pureza a todas las órdenes religiosas en España que estaban muy relajadas. El resurgir de estas ordenes catapultó el catolicismo en España y fue crucial para que posteriormente el protestantismo fracasara en nuestra patria. Aquí la auténtica «reforma» de la Iglesia ya la habían hecho los Reyes Católicos y Cisneros.
Cisneros fue un hombre sobrio, austero, delgado. Casi podría ser un arquetipo físico de esos monjes estrictos que las malintencionadas películas actuales de ambientación medieval suelen denigrar como «fanáticos». El hipócrita mundo actual le consideraría un «intolerante». Fue partidario de una política de mano dura con los musulmanes de Granada para se convirtieran. Y más tarde encabezó la expedición militar contra los moros, que conquistó Oran, en Argelia, en 1509.
Estaba plenamente identificado con la política de Isabel y Fernando de unidad religiosa en España, como la necesaria base de toda la paz social. Como ellos, estaba convencido de que Dios juzgará muy duramente a los gobernantes y lo hará en relación con el número de almas de sus súbditos que consigan la salvación, (Pensemos en que terrible sorpresa se llevarán muchos gobernantes actuales cuando comparezcan ante el Señor). Pero Cisneros y sus Reyes si lo sabían muy bien. De ahí su celo religioso.
Cisneros fue un hombre profusamente culto. Amparó la fundación de la famosa Universidad de Alcalá de Henares. Promovió la publicación de la famosa «Biblia Políglota» y fue un decidido protector de la recién inventada imprenta que revolucionó la publicación de libros. Impulsó la evangelización de las nuevas posesiones americanas de España, en la línea de Isabel, sin olvidar la protección a los indios.
Su mayor momento de influencia llegó al ser nombrado Regente en el delicado período entre 1506 y 1507 tras la muerte de Felipe el Hermoso, marido de la princesa Juana la Loca, hija de Isabel la Católica. Cisneros sujetó con energía las ambiciones de muchos nobles ambiciosos y entregó de nuevo Castilla a Fernando el Católico en 1507.
Y a la muerte de este, en 1516 volvió a ser Regente hasta la llegada desde Flandes de Carlos V, nieto de los Reyes Católicos. Fue un momento muy delicado en el que Castilla y Aragón pudieron haberse separado y haberse frustrado la unión de los Reinos de España, la gran obra de los Reyes Católicos. Cisneros muy probablemente salvó en ese momento la unidad de España.
Fue una extraordinaria figura de la historia de España y del mundo de su época. Murió en 1517 justo antes de la llegada a España de Carlos V, para quien había salvado el trono. Un gran personaje el Cardenal Cisneros, digno de respeto para la posteridad.
Javier Navascués