La mayor parte de mi vida la he dedicado a la enseñanza. Por ello quiero dedicar este artículo a algunas consideraciones sobre los estudios para los adolescentes
Supongo que, más de una vez, os habréis preguntado, que para qué estudiar. La respuesta es muy simple. Todos somos personas, pero nuestra personalidad tenemos que hacerla, construirla día a día integrando en nosotros una serie de valores positivos. Y para ello necesitamos pensar y desarrollar nuestro sentido crítico, teniendo algo en la cabeza, porque la inteligencia es la capacidad de relacionar y quien tiene la cabeza vacía no puede hacerlo. Además tenemos que formaros para vuestro futuro, que es lo que os va a permitir ganaros la vida, pero hemos de enfocar el futuro trabajo no sólo como lo que nos va a producir dinero, sino como lo que nos permite servir a los demás.
Estudiar es tu derecho y tu deber, pero desgraciadamente, aunque sea un derecho, hay amplias zonas del mundo en que es un privilegio. Recuerdo que hace unos meses hubo un diálogo entre un chaval del Tercer Mundo y los de una escuela de mi tierra. El del Tercer Mundo, para quien el estudio era la única posibilidad de salir de la miseria, y con muchos de sus compañeros que no podían estudiar, se asombraba al ver las pocas ganas con que los chicos españoles van a la escuela.
Te podrás preguntar para qué sirven las asignaturas que estás estudiando. Voy a contestarte con una contrapregunta: ¿te has fijado que, en todo el mundo civilizado, los alumnos estudian prácticamente las mismas asignaturas? Me parece que queda claro que son los conocimientos básicos que necesitamos para andar por la vida.
Procura no perder el tiempo en los estudios. Si estás delante del libro, estudia. Estudiando es uno de los pocos sitios donde el ser humano ha logrado estar en dos sitios a la vez. Pero no te lo recomiendo. No es nada conveniente estar delante del libro y en la luna.
Las dos grandes líneas de asignaturas son las ciencias y las letras. Aunque he sido toda mi vida más bien de letras, reconozco que en enseñanza secundaria las Matemáticas es la reina de las asignaturas. Pero para andar por el mundo necesitas saber idiomas, especialmente el inglés, e informática. En cuanto a las de letras aprender a expresarnos, a hablar y escribir correctamente, son algo elemental. Recuerdo que en una ocasión un conocido mío necesitó una secretaria. Se le presentaron treinta. El primer ejercicio de eliminación consistió en un dictado. Todas las que tuvieron faltas, eliminadas. Las demás asignaturas de letras, las clásicas y la Historia, nos enseñan a conocer nuestras raíces y la propia cultura, y además nos dejan un poso que es el que permite que salgas airoso de muchos compromisos. En cuanto a la asignatura de Religión, no sólo nos enseña cuál es el sentido de la vida, sino que además permea toda la cultura, como se nota por ejemplo visitando nuestro principal Museo, el del Prado Hay una cosa que se llama cultura, y que aquí entiendo, aunque no sea su único sentido, como ese algo que a uno le queda después de olvidar lo que aprendió. Una vez, haciendo turismo por La Mancha, vi un cartel que decía: a Granátula, diez kilómetros. Si me hubieses preguntado donde nació Espartero, ni idea. Pero al ver el cartel, lo recordamos y nos fuimos a ver el pueblo natal de Espartero, ese general del siglo XIX, tan ligado con la historia de mi ciudad, Logroño.
Pero hay otra cuestión. Siempre he pensado que en clase hay tres grupos de alumnos: los buenos, los regulares y los malos. Para el grupo central, con frecuencia el más numeroso, es de una enorme importancia cuál de los otros dos grupos se lleva el gato al agua. Si ganan los buenos, tiran de los regulares y se producen aprobados casi masivos. Pero si ganan los malos, la clase y las notas se convierten en un desastre y el número de suspensos crece vertiginosamente. Sospecho que eres de los buenos alumnos, porque si no difícilmente estarías leyendo esto. Tú lo normal es que apruebes, pero apelo a tu responsabilidad para favorecer y no dañar a tus compañeros.
De todas formas ante las notas, te sugiero que hagas tu examen de conciencia sobre si has estudiado o no, inmediatamente antes de los exámenes, porque aunque en general suele salir lo merecido, la suerte puede influir en un sentido u otro. A todos no se os puede pedir lo mismo. Personalmente he reñido a una alumna con todo sobresalientes menos dos notables, porque se trataba de una superdotada, mientras he felicitado a alumnos con tres suspensos, porque habían hecho lo que podían e incluso, algo más. Pero cuando las notas eran malas, procuraba cogerme al alumno y decirle: «tienes derecho a cuarenta y ocho horas de cabreo, pero luego a estudiar». Por supuesto no cometas el disparate de ocultar tus malas notas, porque aparte de pasarlo mal más tiempo, a veces las cosas se enredan, como le pasó a una alumna mía, que terminó en intento de suicidio, afortunadamente fallido.
Y ya que hablamos de notas, una anécdota de un sobrinillo mío. Eran sus primeras notas y por colores, siendo el rojo lo peor. Él llegó a casa, con unas notas, muy, muy coloradas. Su padre inició la típica bronca: «No te da vergüenza, venir a casa con estas notas…». El niño se le encara y le dice: «A mí que me dices, eso díselo a la profesora, que es la que las ha puesto». El padre tuvo que irse a toda prisa a la habitación vecina a reírse a sus anchas.
Pedro Trevijano, sacerdote