Junto con la divulgación de la inmoralidad disfrazada de arte y la propaganda masiva del homosexualismo so capa de respeto a la diversidad, aparece de nuevo el adoctrinamiento de la ideología de género, también con aires de libertad y de orientación sexual. San Pablo ya advertía: «Fuisteis llamado a la libertad. Pero no hagáis de la libertad un pretexto para servir a la carne» (Gal 5,13).
La familia está siendo objeto de ataques que buscan su destrucción. La crisis social, política y familiar por la que pasamos es, sobre todo, moral y esa propaganda en nada la hace disminuir, sino que, por el contrario, la incrementa, al romper todas las barreras éticas que deberían regular el comportamiento humano. Los buenos se ven acorralados. La familia pierde sus derechos sobre la educación de los hijos, que se convierten en blanco fácil de la propaganda destructora de la moral. Y los medios de comunicación, a través de novelas y entrevistas sistemáticas, van divulgando esa mentalidad de modo bien orquestado.
¡Es necesario decir basta! Es necesario que las fuerzas morales de toda la humanidad se levanten y clamen que no están conformes con todo eso. Es hora de gritar con San Luis María Grignion de Montfort: «¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! [...] ¡Socorro, que asesinan a nuestro hermano! ¡Socorro, que degüellan a nuestros hijos!».
La Iglesia levanta su voz para rechazar todo esto: su doctrina ya condena con claridad esos errores. Es necesario que los católicos sean lógicos y coherentes con lo que la Iglesia les enseña.
Es hora, ante todo, de que actúen los laicos. No os quedéis preguntando: ¿qué va a decir o hacer la Iglesia al respecto? Vosotros también sois la Iglesia. La pregunta debe ser: ¿qué estamos haciendo contra todo eso? No os quedéis esperando a los pastores. Las ovejas tienen derecho a defenderse de los lobos que las atacan. Hablad, protestad, escribid, advertid a vuestros hijos y a vuestros amigos. ¡Clamad en las redes sociales! ¡Padres de familia, reaccionad! Es necesario que el mundo escuche la voz de los buenos y sepa que todavía existen familias normales, personas de bien y valientes que no están de acuerdo con la imposición de esas ideologías.
Monseñor Próspero Guéranger (autor de El año litúrgico) cuenta que un laico, Eusebio, se levantó en medio de la multitud contra la impiedad del hereje Nestorio, salvando así la fe de Bizancio, y comenta:
«En el tesoro de la Revelación hay puntos esenciales, que todo cristiano debe conocer y proteger atentamente en virtud de su mismo ser de cristiano. Esto es cierto ya se trate de creencia o de conducta, de moral o de dogma. Traiciones como la de Nestorio son raras en la Iglesia; no así el silencio de ciertos pastores que, por una u otra causa, no se atreven a hablar cuando la religión está en peligro. Los verdaderos fieles son hombres que, en esas circunstancias, toman de su bautismo la inspiración para su conducta; no los cobardes que, con la excusa engañosa de obedecer a los poderes establecidos, esperan, para poner en fuga al enemigo o para oponerse a sus maquinaciones, a recibir una orden que no es necesaria y que no hay que darles».
Dom Fernando Arêas Rifan, obispo de la Administración Apostólica Personal San Juan María Vianney
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