La reciente entrada sobre Amoris Laetitia de Maureen Mullakey en su blog contiene una frase que va recargada de matices, no sólo porque puede llevar a error, y no sólo porque generaliza sino también porque el principio que subyace en ella, pero el correcto, reforzaría lo que dice Mullarkey de «una llamada a los creyentes a pelear con un papa que se propone anular al episcopado».
Escribe Mullarkey: «El talante absolutista de un papado monárquico, en el cual toda autoridad brota de la sede de Pedro, es algo que encanta a los católicos conservadores». Hummm.
Si por «católicos conservadores» Mullarkey quiere decir conservadores que son católicos o católicos que son conservadores, puede que tenga razón. No lo sé.
Pero si por «católicos conservadores» Mullarkey se refiere a los «católicos que mantienen, en materia de doctrina, posturas que son claramente las ortodoxas y que asumen las consecuencias prácticas que se siguen de esas posturas» (que creo que es a lo que Mullarkey se refiere), entonces su aserto de que a estos católicos les encanta un modelo de papado en el cual «toda autoridad brota de la sede de Pedro» es sumamente deficiente.
A los católicos conservadores, ciertamente, les es grato el Canon 331 que dispone, entre otras cosas, que «el obispo de Roma tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia». Les agrada que haya tal poder papal y agradecen que Jesús haya dado tal autoridad a San Pedro y a sus sucesores. Hasta aquí, bien.
Pero los «católicos conservadores» bien informados, saben además que, por el Canon 336, el Colegio Episcopal es también sujeto de la potestad suprema y plena sobre toda la Iglesia. En otras palabras, que hay dos fuentes de «potestad suprema y plena» en la Iglesia, el papa (quien puede actuar solo) y el colegio de obispos (es decir, el papa y los obispos en comunión con él que cooperan unos con otros de manera misteriosa y espléndida, y de modo distinguible de un papa actuando solo).
Esta segunda fuente de potestad suprema y plena en la Iglesia, Mullarkey la pasa por alto. Pero la manera de gobernar de Francisco está haciendo que tanto prelados como académicos empiecen a reconsiderarla, después de décadas de quietud post-conciliar. Merece esta segunda fuente de potestad un estudio concienzudo que no puede hacerse en la entrada de un blog.
En suma, los «católicos conservadores» son, con respecto al gobierno de la Iglesia, ambas cosas: pro monarquía y pro colegio episcopal. Tener presente lo segundo de su eclesiología (que es la misma que la de la Iglesia), en lugar de fijarse sólo en lo primero, podría ayudar a Mullarkey a poner de manifiesto cómo Francisco está poniendo a mucha gente a pensar en muchas cosas.
Edward Peters
Traducido por Antonio Pérez Igualador, del equipo de traductores de InfoCatólica
Publicado originalmente en The Catholic World Report