En una amplia y oportuna disertación, el cardenal Raymond Burke ha buscado explicar la esencia de la profunda crisis espiritual que enfrenta la Iglesia y el mundo, y ofrecer sugerencias pastorales y palabras de motivación para que los creyentes lidien con esta.
Al hablar en la reunión del «Church Teaches Forum» (Foro La Iglesia Enseña) el pasado 22 de julio en Louisville, Kentucky, el cardenal patrono de la Orden de Malta observó que dados los «tiempos turbulentos del mundo y de la Iglesia», la «sólida enseñanza» de la Iglesia «nunca había sido tan necesaria.»
El cardenal sostiene que el extenso ataque contra la vida de seres humanos inocentes e indefensos está llevando a una violencia sin precedentes en la vida familiar y en la sociedad.
También apuntó a otros flagelos: ideología de género, negación de la libertad religiosa y objeciones de conciencia, ateísmo materialista y relativismo. Todos han resultado en un «legítimo miedo a la confrontación global, lo que solo significa la destrucción y muerte de muchos», afirmó.
«Claramente, la presente situación mundial no continuará sin llevar a la completa aniquilación», añadió.
Aún así, «de una manera diabólica, la confusión y el error» que han emanado de los estragos de la secularización, especialmente en el Oeste, «han entrado también en la Iglesia», declaró.
El cardenal Burke, uno de los más prominentes expertos en Derecho Canónico, lamentó que la Iglesia se «está aproximando a una cultura», pero «no parece saber su propia identidad y misión», o sin tener «la claridad y el coraje de anunciar el Evangelio de la Vida y el Amor Divino a una cultura radicalmente secularizada.»
Como un ejemplo, citó las declaraciones del presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Cardenal Reinhard Marx, quien dijo que la legalización del «matrimonio entre personas del mismo sexo» en Alemania no es una preocupación de peso para la Iglesia, sino la intolerancia mostrada a aquellos que sienten este tipo de atracción. El cardenal Burke le recordó a su audiencia que la postura correcta es distinguir entre el amor por la persona y el odio que los católicos «siempre deben tener hacia los actos pecaminosos.»
También trajo a colación la vida de otro prelado alemán, el recién fallecido cardenal Joachim Meisner, quien sufrió el «incesante crecimiento de la confusión» sobre las enseñanzas de la Iglesia incluso estando dentro de ella, pero que aun así permaneció «sereno» y con la determinación de «continuar luchando por Cristo.»
El cardenal Burke notó que «por algún motivo, muchos pastores permanecen en silencio» sobre la presente crisis o «han abandonado la claridad» de las enseñanzas de la Iglesia, y por el contrario se han sumido en «la confusión y el error, los cuales son erróneamente consultados para abordar con eficacia el colapso total de la cultura cristiana.»
Posiblemente apocalíptico
El prelado recordó a un joven sacerdote que recientemente le preguntó por qué, dada la «posible naturaleza apocalíptica» del tiempo presente de la Iglesia y el mundo, y la necesidad de la enseñanza sobre fe y verdad, hay una «aparente carencia de claridad y coraje» en la jerarquía.
El cardenal Burke respondió que podía deberse al «materialismo y relativismo cultural» impregnados en la vida moderna, que «fomenta la confusión y la división en la Iglesia.» El cardenal también dijo sentirse incómodo cuando la prensa secular no ataca a la Iglesia como solía hacerlo, pues significa que la Iglesia está «fallando gravemente en dar claro y valiente testimonio al mundo y en llevarlo a su propia salvación.»
También advirtió sobre el gobierno «mundano» de la Iglesia, donde aquellos que enseñan lo que la Iglesia siempre ha enseñado son tildados de «fundamentalistas estrictos», entorpeciendo así el acercamiento pastoral deseado por el Papa Francisco. Observó también la «triste situación» de los miembros de la jerarquía que «públicamente se acusan uno al otro de agenda política y mundana, atacándose mutuamente como políticos que buscan promover una agenda política.»
Aunque no se refirió directamente a ellos, el cardenal ha recibido el embate de tales ataques, siendo el más reciente el de uno de los asesores cercanos al Papa Francisco.
Sonó también una alarma ante la falsa percepción del papado, que no debería ser tomado como «poder absoluto» y que el oficio de San Pedro «no tiene nada que ver con revolución» – como dicen algunos de los más ardientes seguidores de Francisco – lo cual es un término «primordialmente político» y mundano. Por el contrario, recordó a los presentes que la plenitud del poder del Papa y del ejercicio de su oficio es «precisamente para protegerlo del tipo de pensamiento mundano y relativista que lleva a la confusión y la división.
Recordó las palabras del Catecismo que establecen que la misión del Papa es salvaguardar la fe «en cada lapso y consolidar a sus hermanos en ella.» Afirmó que es «absurdo» pensar que el Papa Francisco puede enseñar algo distinto de sus predecesores. Hizo énfasis en que no todas las palabras del Papa Francisco son enseñanzas papales o Magisterio.
Extendiéndose en el tema, el cardenal subrayó cómo en la Edad Media la Iglesia hablaba de «dos cuerpos del Papa: el cuerpo del hombre y el cuerpo del Vicario de Cristo.» Cuando el Papa habla coloquialmente, como Francisco suele hacer, por ejemplo en el avión papal o en sus homilías matutinas, hace presente el «primer cuerpo» del hombre que es Papa. Hacer tal distinción, afirmó, no es «de ninguna manera irrespetuoso al oficio Petrino» ni tampoco lo convierte a uno en un enemigo del Papa Francisco. Por el contrario, defendió, sin hacer la distinción podríamos «fácilmente perder respeto» por el papado si creyéramos que tenemos que estar de acuerdo con todas sus opiniones personales. Tal punto de vista constituiría en una «idolatría del papado», declaró.
Hizo memoria a cómo los previos Papas han tenido gran cuidado con sus palabras. El Beato Papa Pablo VI, recalcó, «no permitía jamás la publicación de uno de sus sermones sin haber estudiado concienzudamente el texto impreso», y dijo alguna vez a un joven prelado: «soy el Vicario de Cristo en la tierra, y tengo la seria responsabilidad de asegurar que ninguna palabra mía pueda interpretarse de manera distinta a las enseñanzas de la Iglesia.»
Declaraciones papales
Cualquier declaración del Papa Francisco, dijo el cardenal Burke, debe entenderse «en el contexto de la constante enseñanza y práctica de la Iglesia» para que no cause confusión y división, que podrían provocar «gran daño» a las almas y a la evangelización. Citó las palabras de San Pablo (Gál. 1, 6-10) que si «alguien les predica un Evangelio distinto al que han recibido, declárenlo anatema.»
Citando las escandalosas palabras del superior general de los Jesuitas, quien dijo que no se puede saber lo que Cristo verdaderamente dijo porque sus palabras no fueron grabadas, el cardenal Burke notó una incorrecta y «ampliamente distribuida apostasía» en la Iglesia, contra la cual nuestra Señora de Fátima nos había advertido.
El triunfo del Inmaculado Corazón nos enseña la «correcta relación con Dios y con otros», afirmó, y recordó la parábola completa de la oveja perdida: que el pastor «no permite que permanezca extraviada, sino que la pone en sus hombros para traerla de vuelta al redil.»
El cardenal Burke cerró su discurso reflexionando sobre lo que se puede hacer en estos «tiempos particularmente difíciles» que «realísticamente parecen apocalípticos.»
Enfatizando que las enseñanzas de Cristo no cambian, proveyó diez maneras de lidiar con la crisis:
- Estudiar el Catecismo con más atención y estar preparado para defender las enseñanzas de la Iglesia.
- Tener presentes los «muchos signos edificantes» de la fidelidad de Cristo en los «muchos buenos y fielmente creyentes sacerdotes y obispos.
- Recurrir a la Bendita Virgen María, imitar la unión de su corazón con el de Jesús.
- Invocar frecuentemente, en el transcurso del día, la intercesión de San Miguel Arcángel, ya que hay «definitivamente una acción diabólica en la creciente extensión de la confusión, la división y el error dentro de la Iglesia.»
- Orar diariamente a San José para que proteja a la Iglesia de la «confusión y la división, que son siempre obra de Satanás.»
- Orar a los grandes y santos Papas que guiaron a la Iglesia en tiempos difíciles.
- Orar por los cardenales de la Iglesia para que alcancen «particular claridad y coraje.»
- Permanecer serenos, sabiendo que nuestra confianza está en Cristo, que las «puertas del infierno» no prevalecerán contra la Iglesia, y evitar la «desesperación mundana» que es expresada en formas «agresivas y poco caritativas.»
- Estar preparados para «aceptar ridiculización, incomprensión, persecución, exilio y hasta la muerte» por permanecer uno con Cristo en la Iglesia, siguiendo el ejemplo de San Atanasio y otros grandes santos.
- Salvaguardar con amor al Papa Francisco orando fervientemente por él y buscando la intercesión del mismo San Pedro en su favor.
El cardenal Burke advirtió que el cisma es una «forma mundana de pensar» que está «siempre por completo mal.»
Concluyó su discurso argumentando que aunque puede que nos encontremos al final de los tiempos «no debemos preocuparnos» por esto, sino «permanecer fieles, generosos y valientes» en el servicio a Cristo, sabiendo que su victoria ya ha sido escrita.
Con la ayuda de la Bendita Virgen, afirmó, «escribiremos con Cristo nuestros intervinientes capítulos con nuestra fidelidad, coraje y generosidad como Sus verdaderos colaboradores, como verdaderos soldados de Cristo.»
«Nos queda a nosotros ser los buenos y fieles sirvientes que esperan para abrir la puerta a su Señor y Su venida.»
Edward Pentin
Traducido por María Jesús Mesén Quirós, del equipo de traductores de InfoCatólica
Publicado originalmente en el NCRegister