Aunque algunos piensan que la gran diferencias en la concepción de nuestra Sociedad está entre derechas e izquierdas, vista la evolución de los últimos años y que incluso la derecha conservadora ha adoptado posturas hasta hace poco bien izquierdistas como el relativismo y la ideología de género, creo que realmente la gran diferencia está entre creyentes y no creyentes Es cierto que ambos se consideran generalmente demócratas, y que ser demócrata supone respetar la Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948, que ambos dicen aceptar, pero las diferencias con frecuencia son demasiado grandes y ambos acusan al otro de no ser demócratas.
Es cierto que, afortunadamente, esto no siempre sucede. Así hace pocos días asistí a un debate sobre Dios entre el Obispo de Vitoria y Maite Pagazaurtundua. Fue una discusión entre dos personas educadas y civilizadas y si alguno hubiese dicho que cualquiera de los dos no era un sincero demócrata, creo no hubiésemos pensado muy bien sobre la sanidad mental de quien expresaba esa opinión.
Deseo también decir que, tanto en Religión como en Política, a quien más temo es al extremista de mi partido, porque es el que puede dejarme en ridículo. Al fundamentalista creyente que te sostenga que la Biblia hay que interpretarla literalmente y que el mundo se hizo en seis días le temo mucho más que al sectario de la otra parte, por ejemplo quien te afirme que el ser varón o mujer es cuestión de lo que piense la persona afectada, y, por tanto, aunque dé a luz, si afirma que es varón, efectivamente es varón.
Y así, en muchas ocasiones, el diálogo entre creyentes y relativistas, es sencillamente imposible, El creyente piensa que lo propio de los humanos es la búsqueda de la Verdad, y que incluso en muchos campos hay verdades evidentes, y que en lo referente a la dignidad humana estamos en el camino correcto con la citada Declaración de la ONU, que es un criterio de verdad fruto del consenso y rigurosamente objetivo. El relativista, en cambio, afirma que no hay una Verdad y un Bien objetivos, y que quien afirma esto, hace imposible el diálogo sincero entre personas. Unamuno tuvo sobre ellos una frase genial: «En Francia no se puede pensar libremente, hay que ser librepensador». Personalmente, en mi época de Profesor de Religión en un Instituto Público, me he visto envuelto en polémicas con los defensores de las ideas relativistas, y muy especialmente con los sindicatos de clase. Así Comisiones Obreras intentó cargarse un viaje de fin de curso que hacíamos por Europa con cien chavales, ya que como el perro del hortelano ni hacían nada por ellos, ni dejaban hacer, especialmente si los que lo querían hacer eran sacerdotes. En cuanto a FETE-UGT su Secretario regional escribió algo en el periódico local «La Rioja» del 2 de Noviembre del 2002, sobre lo que todavía me estoy riendo. Reconocía el derecho a dar clase de Religión, pero se oponía a que se pagase. Ni el capitalista más extremista se atrevería a defender algo semejante.
Pero desgraciadamente no hemos mejorado, sino empeorado. La irrupción de Podemos ese Partido amigo de los etarras, de los regímenes de Venezuela e Irán no contribuye a mejorar las cosas. Todos los demás Partidos, incluido el PP, se han puesto a seguirles en cuestiones educativas. Las funestas leyes sobre ideología de género de las Comunidades Autónomas hacen, como está denunciando el Magisterio de la Iglesia, incluido el papal, que varios derechos humanos estén en peligro. La Ley de Madrid del 14 de Julio del 2016 pone en peligro en su articulado la libertad religiosa y de conciencia, el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias creencias y convicciones, los idearios que inspiran la libertad de enseñanza, la libertad de expresión, la libertad de cátedra, , la libertad de los científicos y profesionales en la búsqueda de la verdad, y a la libertad de las personas para orientar su vida o para pedir ayuda, incluso religiosa, en aquello que crean necesitar. Lo que se trata es de imponer «ideológicamente» un «pensamiento único» que anule la libertad y el coraje de buscar la verdad de la persona humana.
Y a quien se atreva a oponerse, caña, como le ha sucedido a Alicia Rubio, a «Hazte Oír» y a todos los que creen en el sentido común. Está claro que en nuestra España pseudodemocrática hay mucho miedo, y mucha gente se calla porque lo importante es no meterse en líos, aunque ello signifique dejar paso libre a los totalitarios que no respetan los derechos humanos. ¿Alguien se atreverá a decir que cuando Alicia Rubio dice: No les gusta la libertad de expresión y han recurrido al acoso y a la censura para amordazar a quien se atreve a criticarles»… miente? Recemos para que haya un suficiente número de valientes para que los totalitarios no se lleven el gato al agua y los muchos profesores perseguidos por sus ideas democráticas y sus valores cristianos logren organizarse, tal vez bajo el amparo de alguno de los grupos ya existentes, para poder hacer frente a los enemigos de las libertades.
Cuando ya tenía escrito este artículo he leído el de Hermann Tertsch publicado en ABC del 5 de Mayo en el que dice: «Alicia Rubio es sometida a una salvaje cacería para darle muerte civil porque ha escrito el libro «Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres». Es un libro contra loa tiranía del pensamiento emergente de los grupos de presión feministas, homosexualistas, LGTBI, animalistas o como se vengan en llamar. Financiados por dinero público se convierten en feroces grupos de interés y tienen ya una aterradora capacidad de int8imidación. Utilizan sin complejos ni pudor métodos de acoso nazis y comunistas del siglo XX».
Y continúa: «Lo que debe alarmar a todo español decente es el silencio ominoso de los partidos y del gobierno de Madrid que toleran esta salvaje agresión contra la libertad de expresión y de creación». Aquí ya no estoy tan de acuerdo con el magnífico artículo del señor Tertsch, porque pienso que no se trata de silencio ominoso y tolerancia con esta salvaje agresión, sino complicidad activa descarada, que les lleva a votar junto con Podemos en estas cuestiones.
Pedro Trevijano