En Mateo 5,27-28 leemos: “Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”. En el Catecismo de la Iglesia Católica leemos: “Cristo condena incluso el deseo del adulterio (cf Mt 5, 27-28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio (cf Mt 5, 32; 19, 6; Mc 10, 11; 1 Co 6, 9-10). Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría (cf Os 2, 7; Jr 5, 7; 13, 27)” (nº 2380) y “El adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres” (nº 2381).
Pero el problema actual es mucho más grave. La gente teníia ideas claras sobre el Bien y el Mal, sobre lo que podía hacerse y lo que no podía hacerse, aunque se hiciera. En la actualidad, sin embargo, con el triunfo de la ideología de género y la mentalidad que le acompaña, fruto del relativismo y del marxismo, se ha llegado a subvertir completamente los valores y a defender el Mal como Bien. Se acusa a los Obispos como Cañizares, Reig, y afortunadamente hay que añadir cada vez más nombres, tanto en España como en el extranjero, de homófobos, de incitar al odio y a la violencia, incluso de anticristianos, cuando lo único que hacen es enseñar la doctrina de la Iglesia y en especial de los tres últimos Papas.
Pero hoy quiero centrarme en otro asunto. Hace unos días comentaba con un amigo mío, el caso de varios matrimonios conocidos nuestros. En elos aparentemente todo iba muy bien: gente educada, con muy buenos sueldos, unos hijos estupendos y de pronto, con gran sorpresa de todos, el matrimonio se deshace. ¿Porqué?
Para mí la solución está en 1 Juan 4,16: “Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en el amor y Dios en él”. Desde hace mucho tiempo he pensado que una de las osas que más me sorprende del Nuevo Testamento y por eso no me resulta difícil creer que su autor principal es Dios, es que son textos de hace dos mil años y sin embargo muchos de ellos son de tan rabiosa actualidad que sirven para resolver los problemas de hoy.
Dios es amor. En efecto Dios es no sólo amor, sino su creador e inventor. Lo mismo que si yo tengo sed, me acerco a un sitio donde pueda refrescarme y beber, eso mismo tengo que hacer con el amor. Si yo quiero amar a otra persona, a mi cónyuge por ejemplo, está claro que, para que le quiera de verdad y no me desvíe, cuanto más cerca esté de Dios, me resultarámás fácil amar. Y creo que éste es el problema de tantos y tantos matrimonios: no se han olvidado de Dios y Dios no tiene cabida en su relación amorosa. Este enfriamento en sus relaciones con Dios tiene como consecuencia una disminución, que llega incluso a la total desaparición, de la gracia de Dios. Sobre la importancia de este abandono de Dios, nos advierte Jesucristo en la Última Cena: “sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5).
Poco tiempo antes de jubilarme de profesor de Religión en el Instituto, yo tenía costumbre de empezar mis clases con una oración. Aquel día fue el Padre nuestro y noté que mis alumnos no me seguían. Les pregunté si les daba vergüenza rezar en la clase de Religión. Uno de mis alumnos me contestó: “Es que no nos lo sabemos”. Les pregunté. “¿Es que en vuestra casa no se reza?” Salvo una chica que me dijo que sí, todos los demás me respondieron negativamente. Y entonces comprendí el porqué del hundimiento de tantos valores. Y es que creo firmemente que “familia que reza unida, permanece unida”
Pedro Trevijano