Perú, en la encrucijada por la vida y la familia
El próximo domingo, 5 de junio, los peruanos acudirán a las urnas para elegir al poder ejecutivo que gobernará el país andino durante los próximos cinco años. No soy un apasionado de la política peruana, que, como la de todos los países, tiene protagonistas de gran nivel humano e intelectual, junto a representantes de lo peor de la ciudadanía. Me he animado, por tanto, a escribir esta reflexión por dos razones:
- Porque pienso que el escenario político peruano supone un caso interesantísimo en cuanto a la guerra que se está librando en el mundo contemporáneo, en los dos campos de batalla que son la familia y la defensa de la vida.
- Porque creo que, en la medida de mis posibilidades, debo dar alguna palabra de orientación sobre la actitud de los católicos en este escenario concreto, así como alertar de los errores cometidos, así como de los aciertos, para aprender de unos y de otros.
Dirijo estas líneas no sólo a los lectores peruanos, sino a cualquiera que esté preocupado por el avance de las ideologías antivida y antifamilia en el mundo, y la reacción de los católicos al respecto. Esto me obliga a extenderme en una explicación que, posiblemente, ya sea conocida para algunos. Si uno está al tanto de todo, puede pasar directamente al último punto, donde presento mi orientación sobre el voto católico en estas elecciones. Con todo, si uno tiene tiempo, quizá pueda aprovechar la lectura del resto del escrito.
Para empezar, un poco de historia
La historia reciente del Perú está marcada por la situación del país durante la década de los 90. Entre otras cosas, dos factores marcaron el desarrollo de las cosas tal como se dieron: la profunda crisis económica que llevó a la hiperinflación, el desabastecimiento y la fractura social y la actividad terrorista de los grupos de ideología marxista Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. En ese contexto llegó al poder Alberto Fujimori, cuyo gobierno, con una política económica de corte liberal y la acción decisiva de las fuerzas armadas y grupos de inteligencia, hizo frente a ambos problemas. Sin embargo, las actuaciones de corte autoritario, los casos de corrupción y abuso de autoridad, las acusaciones de violaciones de derechos humanos y la intención de perpetuarse en el gobierno, llevaron a su huida del país, posterior extradición desde Japón, juicio y encarcelamiento.
Un caso que hay que señalar de forma particular, por la importancia que tendrá en el desarrollo de nuestro planteamiento, es el de las esterilizaciones forzadas. El caso es bastante oscuro, por la falta de información y los intereses implicados, pero consistiría en la aplicación de un paquete de medidas de control poblacional avaladas por la ONU y el gobierno USA, semejantes a las realizadas hasta el presente en países en vías de desarrollo. Estas medidas comprendían, entre otras, la ligadura de trompas, método recientemente permitido por el gobierno Fujimori, con la oposición frontal de la Iglesia Católica. Las principales organizaciones feministas apoyaron este paquete de medidas y colaboraron en la implantación de los métodos de control poblacional, recibiendo numerosas ayudas económicas por ello. La labor de denuncia de la Iglesia Católica y, en mucha menor medida y una vez se les hubo acabado la jugosa subvención, de algunas ONGs feministas, sacaron a la luz las prácticas del gobierno en las regiones más pobres del país, que consistieron en la esterilización sistemática de mujeres, mediante engaños o condicionando ayudas sociales. En algunos casos se dieron esterilizaciones forzadas y realizadas en malas condiciones médicas, provocándose muerte de mujeres. Las cifras reales de personas afectadas varían mucho en función de quién narre la historia.
En cuanto a la situación de la legislación del aborto, la peruana se consideraba una de las más protectoras del derecho a la vida. La constitución política del Perú considera al concebido “sujeto de derecho en todo cuanto le favorece”, y estaba despenalizado el supuesto llamado de “aborto terapéutico”, en cuanto se considerara necesario para salvar la vida de la madre o evitar daños permanentes en su salud. Cualquier persona con un mínimo de formación en estos temas sabe que no existe como tal el “aborto terapéutico”, dado que el aborto nunca es una terapia que pretenda curar una enfermedad. Hasta donde puedo comprender, este supuesto se interpretaba de manera general como una defensa legal para que los médicos, en su interés profesional de atender siempre las dos vidas en juego ante un embarazo con complicaciones, pudieran actuar con “libertad” y sin la presión de poder ser acusados de un delito de aborto, penado con cárcel, en el caso de la muerte del niño en gestación. De hecho, venía siendo continuo el reclamo, por parte de las ONGs proabortistas peruanas, de un “protocolo” que desarrollara ese supuesto despenalizado, con el interés obvio de usarlo como puerta hacia una ley de aborto libre. En general el aborto, en cuanto acción cuyo objeto es causar la muerte del niño por nacer, se consideraba ilegal de manera general.
Las elecciones de 2011
El sistema electoral peruano establece una segunda vuelta al no obtenerse la mayoría simple de los votos en la primera vuelta, cosa que viene sucediendo habitualmente. En las elecciones de 2011 pasaron a la segunda vuelta los candidatos Ollanta Humala y Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori.
Es imposible, por motivos de brevedad, describir con precisión las ideologías y programas de gobierno de ambos partidos, pero baste decir que el programa electoral de Humala contemplaba literalmente la “despenalización del aborto”, además de la aprobación del “protocolo de atención de aborto terapéutico” antes mencionado. Además, asumía gran parte de los postulados de la ideología de género y prometía el desarrollo de muchas políticas exigidas por los grupos feministas y homosexualistas. Ni que decir tiene que su candidatura venía apoyada por las ONGs abortistas, los colectivos promotores de la ideología de género y la práctica totalidad de colectivos laicistas. El programa político de Fujimori, en cambio, no incluía en absoluto referencia al aborto y ni siquiera utilizaba el término “género”.
Así las cosas, parecía claro que la opción para los católicos y aquellos que fueran partidarios del derecho a la vida y la defensa de la familia era apoyar la candidatura de Fujimori, ya que, de acuerdo con la Declaración sobre el aborto de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1974, aprobada por Pablo VI, “un cristiano no puede ni participar en una campaña de opinión en favor de semejante ley [que permita el aborto], ni darle su voto, ni colaborar en su aplicación”.
Los hechos, sin embargo, sucedieron de manera totalmente sorprendente. Los días previos a los comicios, las encuestas concedían un pequeño margen a la candidata Fujimori. Pero el 2 de junio, a tres días de las elecciones, el periódico La República (afín a la izquierda política), publicaba una entrevista a Mons. Cabrejos, obispo de Trujillo y Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana. En esta entrevista, el prelado “arremetió contra el cardenal arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani Thorne. Le acusó de apoyar abiertamente a Keiko Fujimori y lo desautorizó, argumentando que la única representación oficial de la Iglesia es la Conferencia Episcopal Peruana”. Además, puso como criterio definitivo para no apoyar la candidatura de Fujimori el tema, antes mencionado, de las esterilizaciones forzadas.
Es imposible cuantificar la influencia del pronunciamiento de Mons. Cabrejos en el resultado final de las elecciones, pero el resultado final fue que Humala ganó por un margen estrechísimo (2,72%). Como estaba previsto, el gobierno Humala aprobó el protocolo de aborto terapéutico, que, en su supuesto número 11 de aplicación abre la puerta a la justificación de cualquier tipo de aborto, como ha sucedido en España durante muchos años, con trágicos resultados. Además, las ONGs proabortistas y homosexualistas han ido acumulando influencia y poder sin precedentes, con el consiguiente avance de sus agendas.
La irresponsable acción de Mons. Cabrejos viene enmarcada en la triste historia de la lucha por el poder que vienen desarrollando algunos obispos peruanos. No es nuestro cometido explicar este tema, pero sí se deben señalar las trágicas consecuencias de la división en la Iglesia en cuanto a la defensa de la vida de los inocentes y la familia.
El auge del movimiento provida
En esta situación tan difícil sobresale positivamente el crecimiento impresionante del movimiento provida y profamilia en Perú. Sería imposible enumerar las asociaciones de diversa índole que han surgido y resurgido en estos últimos años. Algunos grupos que puedo destacar son el Population Research Institute (www.lapop.org), CEPROFARENA (www.ceprofarena.blogspot.com), Perú defiende la vida (www.perudefiendelavida.com), Parejas Reales (www.facebook.com/LasParejasReales), entre otros. Todos estos grupos y muchos más convergen anualmente en la Marcha por la Vida (www.marchaporlavidalima.org) que, en su edición del 2016, reunió a más de 750.000 personas en Lima y a muchas más en todo el Perú.
Como consecuencia de la increíble actividad del movimiento provida, se firmó el “Compromiso por el Perú” que seguía el esquema de los “principios no negociables” propuestos por Benedicto XVI. El primer punto del compromiso afirmaba que: “resulta fundamental que la sociedad y el Estado reconozcan y defiendan el valor y la inviolabilidad de toda vida humana, desde su concepción hasta su extinción natural, así como el derecho de toda persona a una vida digna”. El compromiso fue firmado por representantes de diversos partidos políticos (por supuesto no estaba ni el partido de gobierno ni los partidos de izquierda radical), la Iglesia Católica y diversas comunidades religiosas.
Otro hito del movimiento provida fue la paralización de los diversos proyectos de legalización del aborto en caso de violación que se han presentado durante la legislatura (creo que ha habido hasta tres intentos). Estos intentos fueron desestimados a pesar del apoyo explícito del Presidente de la República y de su esposa en los medios de comunicación.
La primera vuelta de las elecciones de 2016
Quisiera presentar una última consecuencia de la labor infatigable de las asociaciones provida y profamilia, que a mí me parece asombrosa en el contexto internacional, y es el protagonismo que ha asumido la defensa de la vida y el rechazo de la desnaturalización de la familia en el proceso electoral que está todavía en marcha cuando escribo estas líneas. Era de esperar que, tras no haber sufrido Humala, en las elecciones anteriores, castigo electoral por su posición abiertamente contraria al derecho a la vida y a la familia natural, estos temas pasaran a un segundo lugar o fueran ignorados en los debates previos. Sin embargo, esto no sucedió así.
Podemos destacar varios hitos en el proceso. En primer lugar, el 31 de marzo de 2016 se firmó el “Compromiso por la Vida y la Familia”, durante el reencuentro de voluntarios de la Marcha por la Vida. Varios representantes de diversos partidos políticos se comprometieron a “defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural, el matrimonio entre un hombre y una mujer, y el derecho a la educación en valores”. En realidad, algunos de los políticos que firmaron el compromiso lo hicieron mintiendo descaradamente. Así lo hizo, por ejemplo, Mercedes Araoz, de Peruanos por el Kambio (sic) que se ha manifestado posteriormente a favor de la “unión civil” de homosexuales, antesala del matrimonio homosexual.
Algunos obispos intervinieron en el asunto, cumpliendo con su deber de orientar a los fieles. Así el arzobispo de Arequipa, Mons. del Río, recordó la obligación de los católicos de oponerse con su voto a los programas políticos que promuevan el aborto y el matrimonio homosexual. Como, lamentablemente, era de esperar, el episcopado peruano volvió a partirse en dos. Rápidamente se pusieron al lado de su hermano, que como se puede comprender fue ferozmente atacado por las fuerzas laicistas del Perú, el Cardenal Cipriani, Arzobispo de Lima, y Mons. Eguren, Arzobispo de Piura. En un sentido totalmente contrario se pronunció la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana, censurando a los antedichos prelados. No indicaré, por caridad, los nombres de los obispos que componen ese Consejo Permanente. Por último, intervino Mons. Bambarén, obispo emérito de Chimbote y habitual en cualquier polémica, diciendo que la actuación de Mons. del Río fue “lamentable, no debería haber hecho eso”.
Las encuestas fluctuaron durante toda la campaña electoral, especialmente cuando dos de los candidatos fueron sancionados y retirados de la misma por los organismos que regulan el proceso. Al final los tres partidos políticos que encabezaban la intención de voto eran “Fuerza Popular”, liderado por Keiko Fujimori; “Peruanos por el Kambio”, encabezado por Pedro Pablo Kuczynski; y “Frente Amplio”, que tenía como candidata a Verónica Mendoza. Simplificando enormemente el corte político de los tres partidos, podríamos decir que el primero es de estilo conservador populista, el segundo democracia liberal y el tercero comunista radical. Las posiciones en las cuestiones de Familia y Vida eran, consecuentemente, una postura bastante respetuosa de la vida y la familia en el caso de FP; una presencia intensa de la ideología de género con propuesta de leyes de discriminación positiva y unión civil, así como promoción de la “salud sexual y reproductiva” (eufemismo que, como todos saben, significa anticoncepción y aborto), en el caso de PPK; y un programa de feminismo radical, laicismo, promoción de la homosexualidad hasta el punto de la aprobación del matrimonio homosexual y legalización del aborto en el caso de FA. Hay que señalar que el candidato de PPK se ha manifestado en varias ocasiones a favor del aborto en caso de violación, aunque esto no aparece en su programa.
En los días previos a las elecciones se produjo otra maniobra que posiblemente influyó de manera decisiva en el resultado de la primera vuelta. Fue responsabilidad de algunas de las iniciativas provida más importantes, pero que, en mi opinión, supuso un error de bulto. La maniobra consistió en el apoyo total, previo maquillaje, al candidato Kuczynski en la primera vuelta, con el objeto de que sobrepasara a la comunista Mendoza, alejando así el peligro del programa de gobierno más radical contra la vida y la familia. La reflexión corrió a cargo del Population Research Institute, mientras que el maquillaje se difundió fundamentalmente a través de la página Parejas Reales. Consistió en un vídeo en el que el candidato de PPK se comprometía a defender la vida y la familia (en sentido genérico, sin más especificación), a la vez que parecía desautorizar a uno de sus principales colaboradores, Carlos Bruce, que es uno de los activistas homosexuales más influyentes del Perú.
El error, a mi juicio, estuvo en aplicar la doctrina del mal menor en una situación en la que no parecía justo que fuese aplicada. Me explico: al haber en Perú sistema de doble vuelta, no se da el caso de que se tenga que elegir un candidato para evitar que gobierne otro; esto sucede fundamentalmente en la segunda vuelta. Lo normal hubiera sido apoyar el voto por el mejor, que pudiera alentar el surgimiento de proyectos políticos claramente provida y profamilia, aunque minoritarios por el momento. Además, siendo ambos, PPK y FA, contrarios a los principios no negociables, parecía más clara la posibilidad de una victoria de FP en segunda vuelta contra la candidata más radical que contra el más moderado, lo que es posible que provoque que se desarrolle en Perú la misma política antivida y antifamilia que en otros muchos países, solo que aun ritmo algo más lento. Por último, apoyar explícitamente a un candidato, sin que éste se comprometa de manera clara a defender los principios no negociables, lleva a la impresión de concederle un “voto cautivo” que lo apoyaría en cualquier circunstancia, sin necesidad de mayor claridad.
Como era de esperar, la primera vuelta concluyó con una victoria clara de Fujimori y un segundo puesto, con una mayoría de votos muy ajustada sobre el tercero, de Kuczynski.
La situación actual
De cara a las elecciones del próximo domingo, 5 de junio, nos encontramos, por tanto, con una candidata que, sin un enorme entusiasmo, todo hay que decirlo, defiende los principios no negociables, que sería Keiko Fujimori; y otro candidato que lleva un programa de gobierno trufado de ideología de género y eufemismos antivida, y que mantiene una posición personal favorable al aborto en caso de violación, que sería Pedro Pablo Kuczynski. Por toda la situación que hemos presentado desde un inicio, es de esperar, como está sucediendo, que mientras Fujimori mantiene los apoyos que tiene desde el principio, más los de algunas fuerzas muy minoritarias, su adversario político sume muchos de las otras fuerzas, particularmente los más radicales. Después del apoyo de algunos grupos provida y la tibia actitud de la Conferencia Episcopal, el candidato de PPK no sólo no ha rectificado ningún aspecto preocupante de su programa de gobierno, sino que ha tendido a radicalizarlo, dando mucho protagonismo a sus colaboradores más prohomosexualistas y proponiendo una posible ministra de salud conocida por haber introducido la píldora abortiva del día siguiente en el Perú.
En el caso de Keiko Fujimori ha sucedido al revés. Invitada por la Coordinadora Cívica Cristiana, agrupación de congregaciones evangélicas y pentecostales, la candidata de FP firmó un compromiso público de rechazar la unión civil homosexual y el aborto. Con este compromiso buscó retractarse de un discurso dado en la universidad de Harvard el año anterior en la que dejó entrever, de manera poco afortunada, su apoyo al “aborto terapéutico” y a la “unión civil patrimonial”. Es, prácticamente, el movimiento contrario al efectuado por PPK que, en su intento de simpatizar con el electorado más radical, declinó su presencia en el acto, al que fue también invitado.
Se iba echando de menos la intervención del acostumbrado sector del episcopado peruano en contra de Fujimori, pero no se hizo esperar demasiado. Como respuesta a unas declaraciones de la candidata sobre una postura personal a favor de la pena de muerte para algunos delitos muy graves, el Consejo Permanente de la CEP emitió un comunicado en contra de la pena capital. Por supuesto, no hubo ninguna alusión sobre el programa prohomosexualista del otro candidato, ni sobre su postura personal a favor del aborto por violación. El Cardenal Cipriani no tardó en contestar, tachando el comunicado de “sesgado y parcial”, por lo que la CEP tuvo que realizar otro comunicado tratando de disimular su intención. Curiosamente, Mons. Cabrejos, el mismo que dio un “empujoncito” al proabortista Humala, ha insistido en la necesidad de mantener la neutralidad. Esto, que podría ser bueno, considerando su tendencia a apoyar al candidato incorrecto, resulta poco apropiado, cuando lo oportuno sería recordar la enseñanza de la Iglesia de la inmoralidad que es para un católico votar a políticos que promuevan el aborto y el matrimonio homosexual.
En el momento actual los dos candidatos están en una situación muy parecida a la de las elecciones del 2011, mientras la sociedad se polariza cada vez más y se crispa el ambiente. Los colectivos más radicales apoyan totalmente a PPK, junto con la práctica totalidad de los medios de comunicación, muchos de ellos firmes defensores de una agenda progresista y laicista. Y esta división se da también entre los católicos, que, ante la falta de orientación clara, se mueven entre las dos opciones de voto con diferentes argumentos, algunos de ellos lanzados intencionalmente por las partes contendientes, no todos ajustados a la realidad.
Un intento de orientación
Unos días antes de las elecciones, es imposible predecir qué es lo que sucederá, pero quiero, a modo de conclusión, presentar dos reflexiones sobre la necesidad de adoptar una actitud clara en esta encrucijada por parte de los católicos. La primera está fundada en la doctrina de la Iglesia y, aunque puede suponer un error de aplicación por mi parte, considero que no es muy discutible. La segunda viene a reforzar la primera con un argumento de razón que parte de mi forma de entender el devenir de la democracia en estas cuestiones capitales.
- En primer lugar, es evidente que, de acuerdo con los principios no negociables, establecidos por Benedicto XVI, un cristiano no puede apoyar en estas elecciones el programa electoral de PPK, porque atenta contra la familia de manera directa y explícita y contra la vida de forma implícita. La pregunta es, ¿entonces se debe votar por la opción contraria? Aquí el asunto es más delicado, aunque creo que la respuesta es clara. Hay que considerar que en el Perú no cabe legalmente la abstención, pues se castiga con multa. En esta situación, como ha señalado el arzobispo de Arequipa, no parece adecuado votar en blanco o nulo, pues en el fondo eso supondría apoyar al candidato ganador, que puede ser contrario a los principios no negociables. Con estos dos presupuestos, cualquiera puede hacer las cuentas.
Los contraargumentos que se suelen presentar no me parecen válidos. Por un lado, se dice que al tener la mayoría en el congreso Fujimori, sería bueno para la democracia que el ejecutivo estuviera en manos de otro partido. Me parece un argumento inválido si para conseguir esa diferencia de líneas políticas se permite que el gobierno esté guiado por políticas antivida y antifamilia, muchas de las cuales pueden ser implementadas sin pasar por trámite parlamentario. Por otro lado, se cuestiona la moralidad de la candidata Fujimori por su relación con su padre. Este tema es mucho más complicado, pero creo que tampoco es válido porque pone un prejuicio (por muy fundado que alguien pueda pensar que esté) por encima de la seguridad de que Kuczynski ha prometido una política antivida y antifamilia. Por último, está el tema, ya mencionado, de las esterilizaciones forzadas. En este tema creo que hay que estar mucho más tranquilos respecto de la posición de Fujimori, ya que la práctica totalidad de los grupos que promovieron y organizaron todo aquello apoyan hoy a PPK, por lo que parece muy difícil que el asunto se volviera a repetir.
Con esto no decimos que haya que votar automáticamente a Keiko Fujimori, sino que la labor de los partidarios del otro candidato debería ser la de insistir constantemente en la necesidad de corregir su deriva antivida y antifamilia de manera decisiva y creíble. Y condicionar el voto a tal corrección de manera que, si se da, quede claro la respuesta ciudadana a la misma. Sin embargo, mucho me temo que ningún seguidor de PPK ha hecho tal petición, por lo que es difícil que sea atendida.
- En segundo lugar, está el tema de lo que supone un voto católico firme a favor de la vida y la familia en el desarrollo de la democracia peruana. Yo creo que el Perú se encuentra, en este tema, en una encrucijada o, si uno quiere, en un punto de no retorno. Si la posición decidida en contra de los principios no negociables de Kuczynski no le resta votos y la posición clara a favor de los mismos de Fujimori no se los hace ganar, es muy difícil que los políticos se tomen en serio los valores provida y profamilia en las elecciones sucesivas. El cálculo político en democracia se mueve en función de los votos que hagan ganar y perder los distintos posicionamientos. Hubiera resultado lógico que, después del triunfo del abortista Humala en el 2011, gracias en parte al apoyo de un sector del episcopado peruano, los temas provida y profamilia hubieran desaparecido de los programas políticos. Ha sido fundamentalmente la labor titánica de los movimientos sociales la que, como hemos explicado, ha hecho resurgir estos temas hasta hacerlos protagonistas. Por eso esta oportunidad de sellar este resurgimiento con un apoyo decisivo no puede ser desaprovechada. Una vez que la ideología de género se instale de forma definitiva en el gobierno del Perú, se irá creando la que en otros países se puede caracterizar de “tiranía de género” y que, como ha advertido el Cardenal Sarah, “va a destruir la familia, el matrimonio y la humanidad”. Como complemento a mi reflexión sugiero la lectura del boletín del 8 de abril del Population Research Institute que, después de sacar la pata de donde la metieron, presenta un análisis bastante certero de lo que hemos expuesto.
Sólo me queda recordar lo que para nosotros es evidente, y cada vez más, que:
“Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes. ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos.” (Ef 6, 12-18)
Francisco José Delgado Martín, presbítero.