En el evangelio de Lucas 16,8 leemos: «los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz». El campo de la propaganda lo manejan los hijos de este mundo infinitamente mejor que nosotros, y son capaces de hacernos creer auténticas aberraciones.
Por ejemplo, la pederastia. Mucha gente está convencida que es algo propio de sacerdotes y religiosos, cuando éstos en el conjunto de los casos son una muy pequeña minoría. Pero cuando hemos empezado a conocer cifras me he convencido de dos cosas: el problema es mucho más grave de lo que parecía, revela una sociedad muy enferma y los sacerdotes, pese al celibato o muy posiblemente gracias a él, no son ni con mucho los más numerosos en este delito, aunque un solo caso ya son demasiados casos. Un sacerdote incriminado de cada dos mil quinientos casos en Alemania revela que hay muchas profesiones en mucho peor situación y que, desde luego, la culpa no la tiene el celibato. Por ejemplo, en Estados Unidos, hay cien sacerdotes y cinco mil profesores de educación física y monitores deportivos condenados. Y sin embargo, a pesar que está claro que es mucho más fácil que un niño sea corrompido por un entrenador, ¿han leído ustedes algo contra éstos? Sospecho que debe ser algo políticamente incorrecto. Estas cifras son del 2010, el año de la dura Carta Pastoral de Benedicto XVI a los curas y religiosos irlandeses culpables de este delito y cuando ya eran varios años de tolerancia cero.
Otro ejemplo: la Inquisición. Es indudable que la Inquisición con nuestros criterios actuales no puede defenderse, pues no logramos entender que un Tribunal eclesiástico dicte sentencias de muerte, pero como en Historia hay un principio que dice que no se debe juzgar una época con los criterios de otra y como los Tribunales civiles también perseguían los diversos delitos, la pregunta que hay que hacerse es ¿cuál de las dos jurisdicciones fue más civilizada o, si se quiere, menos salvaje?, porque da la impresión que el monopolio de la barbarie lo tuvo la Inquisición. ¿Es eso verdad? Voy a comparar ambas jurisdicciones ante los casos de brujería.
Mi fuente son los libros «La Sorcellerie», de Jean Palou nº 756 de la colección Que sais-je? de Presses Universitaires de Francia, así como «El abogado de las brujas», de Gustav Hennigsen, historiador protestante danés, con dos ediciones en español en Alianza Editorial. La primera de 1983 y la segunda, subvencionada por el Ayuntamiento socialista de Logroño, del 2010.
Palou a España se la liquida con el siguiente párrafo: «España. País donde la brujería corresponde a la Inquisición, hay que señalar pocos procesos exceptuado el de Logroño, donde seis brujos fueron quemados en 1610»(p. 68). En este proceso hubo dos mil acusados y casi cinco mil sospechosos.
El proceso de Logroño fue más bien una ramificación del proceso de Burdeos, sucedido en Francia en la misma época. Allí el juez De Lancre envió a la hoguera en el País vasco francés, a quinientas personas, entre ellas numerosas jovencitas y niños (p. 65). Creo que ahí tenemos un buen punto de comparación. Por cierto en Lorena el juez N. Rémy (+1612) envió a la hoguera a tres mil personas (p. 64). El juez Henri Boguet (+1619) ejecutó a seiscientos brujos. A lo largo del siglo XVII continuaron las ejecuciones y así en 1630 el Parlamento de Burdeos mandó ejecutar a ciento treinta personas.
En Alemania la Brujería y su implacable represión alcanzó proporciones en ninguna otra parte alcanzadas. Se puede calcular la cifra de víctimas en más de treinta mil desde comienzos del siglo XVI hasta el fin del siglo XVIII.»(p.68).
El primer estatuto contra la Brujería en Inglaterra data de 1541, y las primeras ejecuciones suceden en el reinado de Isabel I (p. 71), rebrotando la persecución en tiempos del dictador Cromwell (p. 82). En Estados Unidos, todavía colonia de Inglaterra, el proceso de Salem, con 19 ejecuciones fue en 1692 (p. 88).
No fueron éstos los únicos países afectados, pues hubo ejecuciones en otros, como Suecia, Dinamarca y Rusia.
Dado que la Inquisición española ejecutó por todos los delitos a menos de cinco mil personas, nos encontramos, que en muchos países se ejecutó sólo por la brujería, a más gente que la Inquisición por todos los delitos.
En España, después del proceso de Logroño,.el inquisidor Alonso de Salazar Frías, que ya había votado en 1610 contra la pena de muerte, inició en 1612 su investigación que le convenció de la inocencia de las brujas. Gracias al apoyo que encontró en la Inquisición de Madrid, que había pedido reiteradas veces que se le enviasen pruebas de la existencia de una secta diabólica, si bien hubo que esperar a la visita de Salazar, para que se llevasen a cabo las investigaciones de un modo concienzudo y científico (G. Hennigsen p. 354. Cito por la segunda edición). Basándose en los resultados de su investigación, Salazar encontraba difícil seguir sosteniendo la realidad de la existencia de una secta de brujos (p. 379). En España cesó así la persecución de brujas, adelantándose casi un siglo al resto de Europa, aunque aún todavía se derramó sangre como las ocho personas quemadas por las autoridades civiles de Pancorbo (Burgos) en 1621, hecho que Salazar calificó de «la tragedia de Pancorbo». Peor todavía fue lo sucedido en Cataluña entre 1616 y 1619, donde las autoridades civiles ahorcaron a trescientos brujos y brujas, antes que la Inquisición lograse imponer su jurisdicción (pp. 450-451). Hennigsen dedica su libro: «A la memoria de D, Alonso Salazar Frías, inquisidor y humanista español».
Termino con una doble pregunta: ¿quién fue más cruel, la Inquisición o los Tribunales civiles?, ¿por qué el baldón de estos crímenes ha recaído sólo sobre la Inquisición, y no sobre los otros Tribunales?
Es lástima que a nuestra memoria histórica actual, que rinde homenaje a genocidas, no se le ocurra rendir homenaje a quienes lograron detener y terminar con un gigantesco genocidio, extendido por toda Europa y sus posesiones.
Pedro Trevijano, sacerdote