No han faltado ni las filtraciones interesadas, ni los desmentidos también interesados, ni el morbo de algunas noticias en su entorno, verdaderas o no, pero presentes… Todo se ha conjurado para que el despliegue haya sido, como mínimo, espectacular.
Personalmente, y quizá dada mi edad, y que ya he visto y oído tantas cosas de todo tipo –es lo que tiene cargar tantos años a las espadas-, le he estado dando bastantes vueltas al por qué de todo ese barullo. Y he sacado algunas conclusiones. Pueden ser acertadas o no, pero ahí van, por si ustedes las quieren considerar.
La primera: TODO ESE «RUIDO» HA SIDO INTENCIONADO. Y especialmente, y en muy primerísimo lugar, por parte de la progrez eclesial, que ha visto en el Sínodo una oportunidad de oro para salir abiertamente a la palestra –a la palestra mediática-, a dar «su batalla». Y ha salido, como se dice coloquialmente, «a muerte»: con todo, como si fuese su «ultima» batalla. Y podría serlo –podría haberlo sido-, pero los tiempos y, sobre todo, las personas, no están por la labor. ¡Qué pena, qué horror, y qué error!
Segunda: ¿Por qué la progrez eclesial lo decidió así? PORQUE DENTRO DEL SINODO NO TENIA NADA QUE HACER: estaba derrotada antes de empezar. De ahí que, bien asesorada por expertos en marketing, ya en el pre-sínodo del año anterior, «trabajó» hasta con horas extraordinarias –haciendo trampas: no lo puede remediar; es lo propio de la progrez, pues está en su ADN: la mentira que fundan las ideologías no casa nunca con la VERDAD: por eso «son» IDEOLOGÍAS-, para que las pretendidas «conclusiones» -que no lo eran, pues estaban amañadas de antemano-, recogiesen sus temas «estrella»: la comunión de los católicos divorciados y vueltos «a reajuntarse», y la homosexualidad, libre y a cargo de la seguridad social (si me permiten la ironía).
No se desanimaron. Y consiguieron -¿con qué medios? Nunca lo sabremos; pero la salida del armario del exmonsignore y su circunstancia catalana da una «buena» pista: qui potest capere, capiat- que el «Instrumentum laboris», metiera de nuevo -casi de tapadillo bajo un buen número de puntos «ortodoxos», pero metido- los temas «estrella» abanderados por la progrez.
Y se discutió a fondo. Por parte de la mayoría de los Padres sinodales, con fidelidad y amor a la Iglesia: la de siempre, la de Jesucristo y la del Espíritu Santo, la de la Tradición más que bimilenaria, la del Credo, la que no hemos construido nosotros, sino el Señor, la que sirve a las almas, la única que salva…
Pero… Y aquí viene el por qué –la necesidad- del «ruido mediático». A día de hoy, una gran parte de la Jerarquía-no la conozco a toda: lo digo por lo que dicen los que hablan, y por los que callan teniendo que hablar- tiene un miedo visceral a dos cosas: la opinión pública y publicada –que viene a ser la misma, pues es la que se oye, ya que es la que hace ruido-, y a que les acusen –o sin que les acusen, les es igual- de que «no están a la altura» de lo que esa opinión dice que dice el Papa. «Tonto el último», es el grito de moda.
Por eso, y contando con la «primera división» –la «división alemana» del Sínodo-, absolutamente entregada a la causa, y de quienes han ido destilando palabras, comentarios, «opiniones», etc., presentándolos como los aguerridos defensores del Papa, de una iglesia libre y liberada de doctrina, de mandamientos, de sacramentos, de tradición, de tabús, de opresión, y llena de «misericordia»; fueron tejiendo esa monstruosa telaraña –trampa mortal para todo bicho que no consigue liberarse de la misma- de anti-doctrina, y anti-iglesia, corrosiva y destructora de las conciencias y de las almas. Al precio, buscado también, de destruir a la misma Iglesia.
Tercera: y ¿quiénes han movido esos hilos? EL MUNDILLO LGTBI. Son los únicos directamente interesados en esos temas. Y son los únicos que quieren hacer morder el polvo a la Iglesia, precisamente también en estos temas: los que son su razón de ser.
El bombazo mediático –la traca «final» para acabar de conquistar la «ciudad amurallada» y rendir las últimas voluntades que pudiesen aún resistirse entre los sinodales- fue la salida del armario del ya ex-monsignore, indigno, desleal y «falso» sacerdote, autoconfeso practicante de la vida homosexual.
Salió a la luz, fuera del armario, en un momento calculadísimo: unos poquitos días antes de las votaciones. El problema que tienen es que, como no hay crimen perfecto, lo que ha sido su «fuerza» mediática, se ha convertido a la vez – es imposible prever todo- en su talón de Aquiles: HAN QUEDADO DESENMASCARADOS, si es que alguien –ingenuos, estultos, cortos y tontos útiles siempre hay, también entre la Jerarquía- tuviese todavía alguna duda.
Cuarta: de momento, VAN GANANDO. La «relatio finalis» del Sínodo, votada y presentada al Papa, en contra de lo que se está escribiendo por ahí, de que no se ha tocado la doctrina, etc., abre todos los «resquicios» que sean necesarios para que, si el papa Francisco quiere, se suelte todo lo que haya que soltar, y se rompa todo lo que se haya de romper, para que se admita a la comunión a los católicos -¡qué ironía!- divorciados y vueltos a re-casar, y para que se admitan los actos y hábitos homosexs en el mismo plano de igualdad y dignidad que los propios de la virtud de la pureza.
Las espadas están en alto, porque al Papa corresponde dar o vetar la viabilidad a todo eso. Recemos por él, pues ahí está solo: ante Dios, ante la Iglesia y ante los fieles. Es su Oficio.