En estos días, del 5 al 19 de Octubre, tiene lugar en Roma un Sínodo cuyo título es «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización».
Creo que el tema del Sínodo es muy adecuado para las circunstancias que estamos viviendo, con tanta gente desorientada en su vida afectivosexual, porque en la actualidad estamos asistiendo, favorecidos por la descristianización medioambiental, a una profunda regresión cultural, religiosa y moral, con feroces ataques contra la familia a nivel mundial, aunque en España, que da la impresión ha sido utilizada como laboratorio de pruebas por Satanás, haya alcanzado muy probablemente su máxima intensidad, pues tenemos la legislación más antifamiliar y anticristiana del mundo, con el refrendo de todos los partidos políticos que están en el Parlamento, salvo UPN, y añadiendo por supuesto a Podemos. Es el propio Papa el que nos pone en guardia contra la actividad demoníaca, aunque cuendo escribió estas líneas era todavía cardenal: «Aquí está en juego la identidad, y la supervivencia de la familia: papa, mamá e hijos... Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones. Aquí también está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra. No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política... No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios».
Ahora bien, ¿se puede ganar la batalla a Satanás y qué hacer para ello? El Génesis, en sus relatos de la Creación del hombre y de la mujer, nos narra el inicio de una avntura divina y humana a la vez: la de un varón y la de una mujer unidos por un vínculo matrimonial. Una aventura que en el transcurso del tiempo vivirán millones de familias, que poblarán la tierra. El matrimonio es el fundamento de la familia y un bien que tiene su origen en la Creación y hunde sus raíces en la naturaleza humana. La fidelidad, bondad, benevolencia, ternura y perdón de Dios son un ejemplo de lo que debe ser la amorosa fidelidad de los esposos. Es indiscutible que la Biblia es la tradición cultural que más ha contribuido a hacer progresar la comprensión de la unión conyugal como lazo de amor, al presentarnos con frecuencia parejas profundamente unidas, y al ir poco a poco corrigiendo las lacras de la institución familiar de aquellas épocas, aunque por supuesto hay que esperar hasta Jesucristo la revelación de la plenitud de la voluntad divina sobre el matrimonio y la familia, desvelándonos en su predicación y obras el plan de Dios sobre ellos. Pero con Cristo el matrimonio alcanza una nueva dimensión, al ser constituido como sacramento, es decir como uno de los lugares privilegiado de encuentro entre Dios y los hombres. La diferencia fundamental entre un matrimonio natural y el matrimonio religioso cristiano está en la presencia divina santificando el matrimonio.Es en el sacramento donde la relación sexual alcanza su plenitud moral, religiosa y espiritual y donde los valores humanos no son excluidos, sino realzados.
Pero no olvidemos no sólo que «Dios es amor» (1 Jn 4,8 y 16), sino que «el amor procede de Dios» (1 Jn 4,7). Por ello sólo desde la fe es posible la visión integral del amor, del matrimonio y de la familia. Ahora bien, el amor entre los esposos tiende por su propia naturaleza a dar fruto en los hijos. La doctrina católica afirma que la fecundidad es un don de Dios y que el amor de la pareja tiende a ser fructífero con la apertura a las nuevas vidas. El niño no nace de dos individuos, sino de su unión y en ese fruto la pareja se une en una permanente tarea creadora y educadora, con la misión de ayudar a sus hijos a que lleguen a ser personas maduras y de fe que vivan los valores humanos y cristianos.
A pesar de los ataques que sufre, la familia es una entidad con futuro, porque la comunidad humana es algo más que una sociedad animal. La familia es a la vez un compromiso público, un ideal moral y una institución social. La familia es la base de la sociedad y la mejor estructura para asegurar a los seres humanos la estabilidad y el confort afectivo y psicológico necesario para su desarrollo. Si la familia anda bien, la sociedad anda bien y las personas tienen más probabilidades de realizarse. La familia está íntimamente ligada a la felicidad humana, porque es el ámbito privilegiado para hacer crecer todas las potencialidades personales y sociales que el hombre lleva inscritas en él. Es ella la que mejor responde a problemas sociales tan angustiosos como el paro o la drogadicción, por lo que es sumamente beneficiosa para la sociedad y el Estado. Protege a sus miembros en cualquier situación y edad, especialmente a los más débiles, como pueden ser los enfermos, discapacitados o ancianos.
No sé lo que hará el Sínodo, porque no soy profeta, pero desde ahora sé que debo colaborar con él con mi oración y que Dios y la Virgen son más poderosos que Satanás. El gran problema del Sínodo y de los tiempos posteriores a él es permitir que Jesús y María puedan actuar en la vida de todos nosotros. Por ello, aunque es verdad que muchas personas, entre ellos bastantes niños, viven en familias desgraciadas e inestables, pienso no sólo que la familia es indestructible, sino que además hemos de pedir que florezcan muy abundantes familias de verdad cristianas. Pero para ello no nos olvidemos del refrán «a Dios rogando y con el mazo dando».
P. Pedro Trevijano, sacerdote