Con relativa frecuencia he encontrado en debates televisivos sobre la Iglesia, especialmente en televisiones no amigas, a gente que se presenta como católica, pero que defiende posturas totalmente contrarias a lo que dice la Iglesia, Su gran argumento para justificar sus afirmaciones, son las diversas sensibilidades que hay en la Iglesia. Cada vez que oigo esa frase, me empieza a oler a chamusquina.
Este olor me aparece especialmente intenso, cuando se trata de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, reunidos esta año del 4 al 7 de Septiembre bajo el lema «La reforma de la Iglesia desde la opción de los pobres».
La opción por los pobres es un mandato clarísimo de Jesús (Mt 11,5; Lc 7,22), pero aunque siempre sea mejorable, cada vez que me dicen que la Iglesia no hace nada por los pobres, contesto con una pregunta: «Cítame una institución que haga más por los pobres que la Iglesia Católica». Todavía nadie me ha sabido contestar.
Pero cuando han sonado todas mis alarmas ha sido cuando he leído el Manifiesto final del Congreso de este año. Tiene diez números, pero voy a copiar solamente los dos primeros:
«1. Comenzamos nuestra reflexión con la pregunta «¿fundó Jesús la Iglesia?». La respuesta es que puso en marcha una comunidad de iguales, un movimiento de hombres y de mujeres, que le acompañaron y se comprometieron en la construcción del Reino de Dios como Buena Noticia para los Empobrecidos. Dicho movimiento continuó en las comunidades cristianas con responsabilidades compartidas y especial protagonismo de las mujeres. En ellas se tomaban las decisiones con la deliberación de todos sus miembros y se tenía como ideal la comunidad de bienes. Con el paso del tiempo este ideal fue desdibujándose hasta desembocar en una Iglesia aliada con el poder, clerical, piramidal y patriarcal, si bien hubo siempre colectivos que trabajaron por la reforma y el retorno al ideal evangélico de vida.» Que Jesús fundó la Iglesia e instituyó a Pedro como su sucesor está clarísimo en los evangelios (Mt 16,18 y Jn 21,15-17). Allí Jesucristo confía a Pedro una misión y una autoridad específica (CEC 552-553) y en el Concilio Vaticano II la Lumen Gentium da a Cristo el título de Fundador de la Iglesia (LG nn. 5 y 8). En una entrevista en el 2012, Juan José Tamayo, uno de los máximos responsables de la Asociación de Teólogos afirma: «El movimiento de Jesús ciertamente no tiene nada que ver con la Iglesia actual… Yo creo que, tal y como está configurada desde hace 17 siglos, la Iglesia es el gran fracaso de Jesús». Personalmente no entiendo como se puede compaginar estas afirmaciones con el final del evangelio de San Mateo: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Mt 28,20). Y es que pienso que unas vacaciones por parte de Jesús de diecisiete siglos son un poco largas.
Pero todavía hay más. Ahora hago referencia al número dos: «2.Hoy consideramos necesaria una Reforma radical de la Iglesia, conforme al movimiento de Jesús y como respuesta a los desafíos de nuestro tiempo. Dicha Reforma requiere la práctica de la democracia, el reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos, entre ellos los derechos sexuales y reproductivos, así como el gobierno sinodal, vigente durante los primeros diez siglos del cristianismo, con la participación del laicado, que es la base de la Iglesia, para así superar la «incoherencia vaticana», que consiste en defender los derechos humanos y la democracia en la sociedad y no aplicarlos en su seno».
Voy a hacer unos comentarios sobre esto: la práctica de la democracia. Me considero demócrata, pero creo que la Iglesia, fundada por Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, tiene unas verdades o dogmas de fe, entre ellos el Primado del Papa, ante los que tengo que asentir, aunque sólo sea porque creo que el Espíritu Santo sabe más teología que yo. Respeto y defiendo los derechos humanos, pero advierto que bajo la bonita frase «los derechos sexuales y reproductivos», está la destrucción de la familia, el aborto, la eutanasia y todas las barbaridades de la ideología de género, como queda claro en el punto sexto del Manifiesto, donde se nos equiparan todas las opciones y orientaciones sexuales, es decir se da luz verde a una legislación a la que el cardenal Bergoglio no dudó en calificar de diabólica.
Por ello ante la pregunta: ¿La Asociación de Teólogos Juan XXIII es una Asociación Católica?: La respuesta es que hay demasiados errores doctrinales y morales para poder dar una respuesta afirmativa. Por ello la respuesta es no.
P. Pedro Trevijano, sacerdote