¿Estamos todos salvados hagamos lo que hagamos, creamos lo que creamos, esperemos lo que esperemos?......¿Es que acaso Dios no es misericordioso e infinitamente bueno?....¿Quien se atreve a dudar de la salvación de todos los seres humanos?
Busquemos la respuesta a este interrogante en la misma PALABRA DE DIOS. Así, aludamos a tres citas fundamentales. «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Pablo a Timoteo 2, 3-4). «En esperanza estamos salvados» (Pablo a Romanos 8, 24-25). Y por última traigamos a colación Mateo 25 y la parábola del juicio final, donde Dios salva a unos y condena a otros según las obras de caridad vividas u omitidas.
Con esas citas en mano no es complicado asumir que la salvación eterna, siendo un regalo inmerecido de Dios al ser humano, requiere la respuesta libre de cada alma para ser aceptada. En la primera cita (Timoteo) queda clara la voluntad de Dios: quiere que TODOS nos salvemos. Pero el que quiera que nos salvemos no significa que IMPONGA la salvación como si fuera un amo sobre sus esclavos carentes de decisión. No en vano recordaba San Josemaría que Dios nos quiere «amigos y no siervos», pues el amor no puede obligarse. En Juan 15, 14-16 escuchamos a Jesús decir «Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (esta sería la cuarta cita). O sea que no es una amistad obligada sino ofrecida, y para recibirla es preciso, desde la humildad, asumir la voluntad de Dios en nuestras vidas (aunque sea una voluntad que NO coincida con la nuestra).
Cuando Pablo escribe «En esperanza fuimos salvados», deja claro que la Esperanza es la llave del Cielo. Entonces, si una persona pierde voluntariamente la esperanza, ¿cómo va a salvarse?. Por lo que esa afirmación no lleva consigo la salvación absoluta. Y el juicio final (Mateo 25) es quizás la cita más contundente: es Nuestro Señor Jesucristo en palabra propia quien nos advierte de la existencia del infierno y la posibilidad de condenarse si seguimos nuestro egoísmo y dejamos de amar al prójimo y a Dios.
Sin embargo, hoy día, y sobre todo desde la exaltación del modernismo (cumbre de todas las herejías) suscitada sobre todo desde la segunda mitad del siglo pasado (con influencia protestante, liberal y orientalista), se afirma de forma «dogmática» que TODOS ESTAMOS SALVADOS hagamos lo que hagamos. Y eso se afirma en catequesis, homilías (sobre todo las de funerales), cursos de formación, testimonios orales o escritos, clases en facultades o escuelas de teología...etc.
Es la peor de todas las herejías: la afirmación de la GRATUIDAD de la SALVACIÓN a nivel absoluto, sin contar con la libertad del ser humano al que Dios quiere salvar, pero no se lo impone.
Y, ¿cuales son los efectos de esta herejía que hoy se asume como «verdad pura»? Cito algunos:
- Freno absoluto del esfuerzo moral...¿qué sentido tiene ese esfuerzo si ya estoy salvado?
- Desprecio absoluto de las enseñanzas morales (fruto de lo anterior)
- Pérdida completa del sentido de pecado (reducido en la práctica a «error humano»)
- Ridiculización y/o desprecio, por «anticuado», de toda catequesis realmente católica
- Deformación de las conciencias que creen vivir en virtud viviendo objetivamente en pecado
- Resistencias al mandato Papal de traducir el «PRO MULTIS» en las palabras de Consagración
Hay que recuperar una catequesis CLARA y VERDADERA sobre la SALVACIÓN. La Salvación es Gratuita porque nadie puede «ganarla» por voluntad propia. Pero hay que aceptarla (desde la libre voluntad) en la vida propia que ha de ajustarse a lo que Dios quiere y no a lo que cada cual crea. Al final, la Salvación va a depender de nuestra libertad, aunque no se «gane» con esa libertad.
«Dios que te creo sin ti no te salvará sin ti» (San Agustín).
P. Santiago González, sacerdote