El 17 de septiembre recién pasado ha publicado Miguel Antonio Goñi un artículo en «Infocatólica» del que no veo que nadie se haya hecho eco. Sin embargo, lo que Goñi cuenta es muy grave. Ruego al lector de este artículo que por un momento vaya al de Goñi y lo lea; es breve.
El artículo en cuestión se titula «Un católico no puede aceptar la LOMCE». Y dice fundamentalmente lo siguiente: «[…] la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) del PP vulnera estos Acuerdos [se refiere a los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979] en aspectos esenciales. Tanto en Educación Infantil como en Bachillerato, la Religión no será de oferta obligatoria. Serán las Autonomías o las direcciones de los centros educativos las que decidan si se ofrece esta asignatura a la libre elección de los alumnos. Tampoco se habla de la Religión en la Formación Profesional». La nueva ley de educación del PP cambia la situación de la enseñanza de la religión a peor: es más laicista que las leyes de Zapatero. Doy fe de que ello es así, visto el retorcido Proyecto de la LOMCE de 17 de mayo reciente.
Antes que nada, agradezco cordialmente al Prof. Goñi su breve artículo, diáfano como el agua y del todo inobjetable. Y permítaseme añadir algunas consideraciones complementarias.
Es llamativo el silencio católico sobre este asunto. Aunque bien puede ser que en la Conferencia Episcopal española haya funcionarios perezosos e inútiles, de seguro que alguno habrá leído la LOMCE de marras y, si no es un zote, habrá podido comprobar lo que Goñi denuncia. Ello benévolamente supuesto, no acaba de verse cómo la Jerarquía en pleno guarda tan veraniego silencio. Quizás sea que la educación religiosa no es demasiado importante, en comparación con la trascendencia de que el PP mantenga los conciertos educativos o, simplemente, el poder.
Por supuesto, nadie ha reproducido ese artículo, ni tan siquiera ha aludido a él. A lo mejor es que están todos concentrados en sacar en procesión canónica la vera faz del ministro de justicia en trance de tramitar una leyecita de reducción del aborto, y no les da la vida para atender a varios asuntos a la vez. También habrá que pensar –digo yo- en que en el PP no pueden estar pendientes de todas las reivindicaciones católicas, que no hay que exagerar y no es bueno darles mucho trabajo.
Lo justo y discreto es defender que, en el sistema educativo de cualquier sociedad decente y sana, lo mismo que se enseñan matemáticas, se enseñe la verdadera religión. Otro problema que asoma por entre los pliegues de la legítima defensa de la enseñanza de la religión es que esa enseñanza lo sea verdaderamente. Porque es el caso que, al menos en mi experiencia como profesor de Instituto, lo que hoy suele encontrarse en las clases de religión católica es cualquier cosa menos eso. Los dignos y sesudos pontífices de la Conferencia Episcopal, que diseñan y organizan la educación en la fe católica, ¿por qué ofrecen en los programas de religion esos engrudos mentales que tratan de cualquier cosa menos de los contenidos de la fe? Pues resulta más que evidente que los chicos que pasan por la enseñanza religiosa salen con una ignorancia tan auténticamente enciclopédica como patética.
Lo cual me lleva a mi tercer considerando, que se refiere al profesorado de religión. Me gustaría saber cuántos de los que fungen hoy como profesores de religión católica en colegios e institutos confiesan de veras la fe de la Iglesia una, santa, católica y apostólica. ¿Uno de cada cie nmil? Muy pocos colegios -los que se toman en serio estas cosas- hacen muy bien en lidiar con elegancia los planes de la Conferencia Episcopal y, saltándoselos a la torera, ponen profesores que creen en lo que dicen y hablan de la fe en la Santísima Trinidad y en el Hijo Redentor.
Por todo lo cual concluyo que, al mismo tiempo que debe retirarse cualquier esperanza en el partido que gobierna España, deben pedirse serios cambios en la organización de la enseñanza de la religión católica.
José J. Escandell
Publicado originalmente en Diario Ya